Año CXXXIV
 Nº 49.149
Rosario,
sábado  16 de
junio de 2001
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Reflexiones
¿Que país queremos los argentinos?

Oscar Lamberto

Esta pregunta, que parece de fácil respuesta, quizás constituya el más difícil de los dilemas en los que se debate el país.
Las contradicciones que a diario vuelcan los distintos grupos de opinión sobre la gente están cercanas a la esquizofrenia.
El estado de ánimo de los argentinos está peor que la economía. Las frustraciones políticas de algunos sectores reavivan viejos odios del pasado con el único fundamento "si yo me equivoqué, todos tienen que equivocarse".
Ante el fracaso de la Alianza en el gobierno, los grupos que la formaron, que no quieren reconocer errores, buscan excusas para su incapacidad en la gestión del gobierno anterior.
Si somos malos, si nuestra gestión es un fracaso, los que estuvieron antes necesariamente tienen que ser peores.
Ya no hay que separar la paja del trigo, ya no hay aciertos y errores, todo tuvo que ser malo y entonces hay que desandar el camino, siempre estamos volviendo a empezar.
De sentirnos el ombligo del mundo vamos viendo que éste comienza a despreocuparse de nuestro destino, daría la sensación de que con el blindaje y el megacanje los inversores extranjeros lograron zafar, han asegurado su crédito, han achicado su riesgo, ya la deuda ha dejado de ser su problema.
Las dudas y las indefiniciones tienen costos, los argentinos después de muchos años estamos librados a nuestra propia suerte, decidir qué país se quiere ser implica tomar decisiones y mantenerlas en el tiempo, más allá de qué partido gobierne.
¿Cuál es la política exterior de la Nación? ¿Cuáles los alineamientos internacionales? ¿Qué vamos a producir y para quién? ¿Con qué financiamos la producción? ¿Cómo se adecua la educación a las necesidades de la producción? ¿Cuáles son las prioridades del país en materia social?
Cada interrogante tiene una respuesta conflictiva, pero si no se resuelven la salida será azarosa.
La identidad perdida o irresuelta tiene un peso superlativo en la resolución de los principales problemas, la jerarquía de los temas está impuesta por una agenda mediatica más que por un orden racional de necesidades.
Hoy nos debatimos entre el economicismo a ultranza donde nada se puede, hasta el voluntarismo, en que se puede pedir todo pero no hacerse cargo de los costos de nada.
Para que haya más igualdad, los más beneficiados en la distribución del ingreso tienen que ceder.
Es hipócrita dolerse de la pobreza por televisión.
Es imposible pretender servicios estatales del Primer Mundo con una recaudación proporcional de las más bajas del tercero.
Es absurdo pretender la ocupación del territorio nacional y juzgar con ojos porteños cómo se gasta y cómo se vive en el interior.
Es de muy mala fe pedirle soluciones al Estado para todos los problemas y denostar la política como causa de todos los males.
Los modelos no están demasiado lejos, nuestros vecinos con menos recursos y más humildad han encontrado caminos que, por obvios, los argentinos parece que no nos animamos a transitar.
(*) Diputado nacional (PJ)



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