Para lograr una tregua financiera de cuatro años el gobierno aceptó un megacanje de 29 mil millones, pagó comisiones por 160 millones y cambió deuda que le costaba 9% por nueva deuda al 15,5%. Al comprar tiempo el Estado pagó un precio carísimo por la liquidez y perdió solvencia. Hasta ahora, pareciera que no han tomado conciencia de ello y entonces es natural que el fantasma del blindaje comience a rondar alrededor del presidente y su gabinete.
Sería fatal que vuelvan a incurrir en los mismos errores del blindaje:
* Creer que con el megacanje ya está todo hecho y que ahora vendrán -desde el cielo- la reactivación y el pleno empleo.
* Peor aún, rehuir las responsabilidades, negar la realidad fiscal y ocultar el problema del gasto público pensando que con otro aumento de impuestos podrían seguir tirando.
Si no quiere tropezar con la misma piedra, De la Rúa tendrá que hacer un esfuerzo supremo para superar sus limitaciones y su estilo pusilánime porque el papel que se espera de él, requiere temple, fortaleza e integridad. También Cavallo, por su parte, tendrá que dominar su carácter intolerante y apasionado sobreponiéndose a una estrecha visión economicista que le impide encontrar la fórmula de la reactivación genuina. Y de ellos dos depende casi todo.
El megacanje nos otorga un respiro de dos años. Si no se actúa bien y pronto el agua llegará cuello porque la sociedad argentina se encuentra en estado de gran indignación. La gente joven está harta de esperar oportunidades que no aparecen y sueña con irse del país. Los adultos, que han oído tantas vanas promesas y creído en tantas ilusiones frustradas, ya no confían en nada ni en nadie. Las familias bien constituidas temen por el futuro de sus hijos y se preguntan si hacen bien conservándolos a su lado o estimulándolos a que emigren.
En general los ciudadanos pensantes están cada vez más decididos a rechazar este estado de cosas votando con una papeleta que diga ¡BASTA! para que su voto se compute como anulado y no sea utilizado por los partidos para cobrar el subsidio por voto válido. Al unísono todos ellos plantean una sola y angustiosa pregunta: ¿qué podemos hacer para cambiar todo esto? Lo que les lleva a interrogarse acerca de quién puede redactar las "Bases para una Nueva República" como Juan Bautista Alberdi hace 160 años, siempre con el temor de que sus buenas intenciones sean utilizadas por aventureros para encaramarse en el poder con el pretexto de refundar el país.
Los argentinos que todavía sostienen al Estado cumpliendo con su deber, obrando con responsabilidad, compadeciéndose de la suerte de quienes están a su lado y alentando la idea de un mundo mejor para sus hijos, esos mismos argentinos están en actitud de adviento. Esperan un proyecto sugestivo de vida en común detrás del cual se encolumnen legiones de hombres honestos dispuestos a rescatar la Patria.
Si algo repudian son las ridículas propuestas de políticos que apelan a los instintos sin recurrir a la razón porque ocultan miserables propósitos individuales y utilizan a los incautos para obtener ventajas personales. También están convencidos de que las instituciones y los partidos políticos que hemos soportado en los últimos años no sirven para nada y que no se trata de sancionar leyes de competitividad ni de retoques sectoriales a las alícuotas impositivas. La cuestión argentina es mucho más profunda y esencial: se trata de recuperar el espíritu de grandeza o resignarse a una decadencia sin fin.
Contenido del proyecto
Si un número determinante de ciudadanos decididos, sin enredarse en la interna de ningún partido, tuviesen preocupaciones por la cosa pública, deberían coincidir entre sí en ideas muy claras acerca de cómo edificar una sociedad mejor. Esas ideas se refieren a la diferencia existente entre individuo y persona, la sociedad civil y el Estado, el régimen corporativo y el orden social espontáneo, la visión ética de la libertad y la responsabilidad, la tentación totalitaria de hacer público el derecho privado, el orden de la competencia y la tiranía de los monopolios, el tamaño del Estado y el bienestar de la población, la cultura del esfuerzo y los privilegios, la utilización del poder público para derivar rentas privadas, la diferencia entre legislación y ley, los límites del poder tributario y el régimen monetario, la necesidad de una constitución económica, la conciencia moral y las virtudes sociales.
Si esos ciudadanos representativos no consiguen tener ideas claras y coincidentes sobre todos estos puntos no podrán proponer ni implementar un proyecto sugestivo de vida en común. Por lo tanto es de fundamental importancia saber cuál es el contenido del proyecto tanto como las garantías morales de quienes lo redacten.
Un nuevo contrato social
El proyecto sugestivo de vida en común para recuperar la confianza-país dejando atrás el riesgo-país necesita de varias reformas.
1º La reforma política sólo puede hacerse restaurando la soberanía de la gente sobre la prepotencia de los políticos, con dos objetivos bien concretos: rebajar el costo de la política a un nivel no mayor de 6.000 millones y asegurar que sólo los mejores puedan aspirar a cargos electivos para lo cual es necesario hacer competir a los partidos convencionales con asociaciones políticas transitorias organizadas para presentar candidatos independientes.
2º La reforma legislativa también tiene que proponerse dos objetivos precisos: en primer término ordenar la legislación vigente para que queden pocas leyes pero importantes dejando de llamar "leyes" a multitud de ridículas declaraciones, y en segundo lugar establecer claramente la coherencia entre las normas positivas de cada rama del derecho con los principios del orden social, económico y político.
3º La reforma administrativa consiste en organizar un nuevo Estado con fortaleza moral y sin gordura burocrática, integrado con pocos empleados públicos que en lugar de convertirse en enemigos de los ciudadanos se dediquen a ayudarlos a hacer mejor las cosas. Esta reforma administrativa debe comenzar por ordenar el propio gabinete nacional eliminando ministerios inútiles o vacíos de contenido porque no tienen unidades operativas bajo su mando.
4º La reforma de la justicia es otro tema de suma urgencia para proporcionar un servicio judicial rápido, respetuoso de los principios éticos universales e independiente de cualquier interés subalterno, impidiendo que los procedimientos judiciales sean utilizados como artimañas procesales o para planear prescripciones forzadas.
5º La reforma impositiva es quizá el tema primordial para recuperar la confianza pero debe ser encarada al revés de como se ha venido haciendo hasta ahora donde un gasto público sin límites requiere un abanico de impuestos para financiarlo. El nuevo sistema impositivo tendrá que ser condicionado por la necesidad de capitalizar y de producir ganancias a toda actividad lícita y competitiva que se encare en Argentina. Para ello no podrá exceder de dos únicos impuestos: uno a la renta de las personas físicas y otro a los valores económicos agregados por las sociedades y ambos a una mínima tasa fiscal no confiscativa.
6º La reforma laboral es también otro tema crucial si queremos hacer un nuevo país. El péndulo legal ha venido oscilando entre un monopolio sindical de estirpe totalitaria basado en convenios colectivos dominados por un sindicato sectorial a una intolerancia empresarial que aprovecha las circunstancias sociales de extrema necesidad para oprimir al trabajador utilizándolo como material descartable. El nuevo concepto del contrato de trabajo tiene que basarse en la armonía de las relaciones laborales y en la primacía de la empresa para asegurar su sobrevivencia como núcleo donde deben negociarse los intereses comunes de trabajadores y empresarios.
Es muy ardua y profunda la tarea que queda por delante, pero no hay tiempo que perder si no queremos que en dos años el megacanje nos ahogue por imposibilidad de pago. Hoy mismo hay que comenzar a hacer posible un futuro deseable, para nosotros y nuestros hijos. Tenemos que convertirnos, cambiar de mentalidad y de actitudes, recuperar los valores que dan sentido a nuestras vidas, despegarnos de los rencores del pasado, mirar hacia el horizonte más alto y diáfano, poner la mano sobre el arado y hundir la reja para que las semillas encuentren tierra fértil y generen nueva vida. Sólo así la triste condición humana que hoy padecemos podrá parecernos -dentro de dos años- tan sólo una pesadilla.