Jorge Salum
Cuando el hombre lleno de tatuajes vio a la morocha de curvas pronunciadas caminando sola por la calle, sin testigos y con la oscuridad como aliada, no dudó un instante: se abalanzó sobre ella y comenzó a tocarla. Lo que pasó después no lo esperaba: casi al instante, varios sujetos lo rodearon, liberaron a la chica y le colocaron unas esposas. Tal vez demoró unos segundos en comprender lo que estaba ocurriendo, hasta que todo quedó claro: esas personas eran policías y lo estaban deteniendo. Había caído en la celada. Ocurrió ayer a la madrugada en una villa ubicada sobre la calle Garzón, casi debajo de un puente sobre la avenida Sorrento, en el norte de la ciudad. El procedimiento lo hicieron efectivos de las Tropas de Operaciones Especiales (TOE) y de la seccional 20ª. Y el detenido fue identificado como José Luis Figueroa, de 32 años. Figueroa es el principal sospechoso de una serie de ataques sexuales cometidos en los últimos tiempos en la misma zona donde lo arrestaron. Por lo menos tres jueces investigan esos hechos, que vienen sucediéndose desde hace mucho tiempo. El procedimiento de ayer fue ordenado por el Jorge Eldo Juárez, del juzgado de Instrucción Nº 4. Juárez lleva semanas detrás de un solo violador que habría protagonizado varios ataques. Conocía su modo de operar y la zona donde golpeaba. Pero no tenía sospechosos identificados. Cuando los detectives de las TOE y de la comisaría 20ª diseñaron el procedimiento para atrapar al agresor, todavía no sabían quién era. Pero no buscaban a ciegas: tenían identikit y fotofit realizados sobre la base de la descripción de las víctimas. Y sabían, además, que el hombre al que buscaban atacaba siempre en la misma zona. Por eso decidieron tenderle una trampa muy simple: varias mujeres policías salieron a caminar solas la zona, mientras otros efectivos las seguían desde cerca camuflados en la noche. Poco después de las cinco y media de la mañana, cuando todavía estaba muy oscuro y en los laberintos del barrio casi no había movimiento, Figueroa se cruzó con una de las agentes e hizo lo que todos esperaban. Instantes después viajaba rumbo a un penal policial, custodiado y esposado. El agresor que buscaba la policía solía dominar a sus víctimas amenazándolas con un cuchillo. Según fuentes consultadas ayer por La Capital, el sospechoso tenía uno, que fue secuestrado durante el procedimiento. Al verse atrapado, Figueroa solo rompió el silencio para decir que no hablaría. "Ya estuve en un juicio y sé lo que tengo que hacer", habrían sido sus únicas palabras. El juicio que mencionó -oral y público por su propia decisión- se llevó a cabo en 1998. Lo acusaban de varias violaciones y la Sala II de la Cámara Penal lo absolvió el 19 de junio de ese año por aplicación del beneficio de la duda. Entonces Figueroa recuperó la libertad luego de permanecer varios meses en prisión.
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