Los brujos de los pueblos aborígenes que poblaban las actuales tierras santiagueñas descubrieron antes de la conquista de América las propiedades curativas de las aguas calientes. En ese tiempo fueron los príncipes incas los que "bajaron" desde el centro imperial buscando sanación y ahora, ya en el siglo XXI, las terapias cubanas llegaron a Termas de Río Hondo.
Entre aquellas aguas que las tribus primitivas llamaban divinizadas, al considerarlas poseedoras de un don fecundante de los dioses mitológicos, y estas que fueron minuciosamente analizadas en Cuba -se tomaron muestras el año pasado en 10 de los 170 hoteles de la ciudad- aún perdura el misterio.
La certificación internacional de la composición de las aguas fue expedida por la Federación Latinoamericana de Termalismo, organismo con sede en Cuba que preside el viceministro de Salud de ese país, el médico Abelardo Ramírez Márquez. Se podría decir que geológicamente Termas de Río Hondo es uno de los pocos caprichos del planeta Tierra; una ciudad edificada sobre una depresión cruzada por 14 napas de aguas mesotermales, de diferente composición mineral y radiactiva, que además generan un microclima cálido en pleno invierno.
Esa característica climática le valió el rótulo de Capital Nacional del Invierno, un lugar donde paliar los estragos del estrés -la temporada se extiende de junio a setiembre- disfrutando de las aguas "milagrosas" y recobrando energía bajo el intenso sol santiagueño.
Juan Romero Sánchez, presidente de la Secretaría Científica de la mencionada federación latinoamericana, señaló que este invierno, por primera vez, "en diez hoteles y varios sitios públicos se informará cuál es la composición de las aguas con criterio terapéutico y cosmetológico", para su correcto uso y la adecuada aplicación de barros y de micro y macro algas.
Para Julio Mirabal Ortiz, especialista en medicina física y rehabilitación, que nació en La Habana hace 38 años y acaba de llegar por primera vez a Argentina para cumplir un contrato de dos años, "el tiempo mínimo para cualquier tratamiento terapéutico no puede ser inferior a dos semanas".
Al respecto agregó que "los tratamientos reconocen tres pilares: la hidrología, a través de las aguas termales; la fangoterapia, mediante los barros, y la rehabilitación". "A pesar de que nada es milagroso, los tratamientos cosmetológicos con masajes y lodos dan muy buenos resultados desde el comienzo", subrayó.
La enorme duda es si la ciudad de Termas de Río Hondo -un monumental spa de la naturaleza, donde el eslogan propone "hágale una caricia a su cuerpo"- está preparada para convertirse en un centro médico de excelencia, con la rigurosidad que plantean los profesionales cubanos.
Lo cierto es que los turistas del invierno ya están llegando a la ciudad que lentamente abandona el letargo del tórrido verano. Llegan a caminar morosamente por la Sarmiento, la calle donde se comen dorados y locro, y a bajar por la Rivadavia hasta el bullicioso mundo de los mercados a cielo abierto.
Allí están las mujeres expertas en el milenario arte del trenzado, trabajando acuclilladas a la sombra de los palos borrachos. Entre pomadas y ungüentos que curan todos los males, se percibe el olor dulzón del azafrán y el pimentón y se escucha el traqueteo de los sulkys, todo un símbolo termeño.
Las vendedoras de "tortillas" revelan recetas ancestrales y en muchas los visitantes reconocen a las doñitas que cortan el empacho y quitan el mal de ojo. En este mundo tan previsible no parece fácil que la gente se someta, de un día para el otro, a horarios y terapias rigurosas.
Cuesta imaginar a un hotelero termeño exhibiendo el análisis de sus aguas y diciéndole a un potencial huésped que las suyas sólo sirven para tales afecciones. O peor aún, que las aguas de su establecimiento son para el ocio y la recreación.
Los Hijos del Sol
La historia cuenta que hace unos 8.000 años llegaron a tierras termeñas tribus de cazadores que dijeron traer el mensaje de las antiquísimas civilizaciones del período precerámico.
Se asentaron a orillas de las mansas aguas del río Soconcho, el mismo que los quechuas llamaron Misky Mayu y los españoles Dulce. Buscaban los manantiales que traían el fuego desde las entrañas de la tierra, pero no aprendieron a ser sedentarios porque eran naturalmente inestables. Terminaron yéndose.
Los termeños que conocen aquella historia asisten al desembarco de las terapias cubanas con la tranquila sonrisa de los santiagueños. De aquellos Hijos del Sol, los que llegaron de las alturas del Tahuantinsuyo guardaron piezas de alfarería en el Museo Paleontológico.
Tal vez crean que aquella historia esté por repetirse y que de esta avanzada de las terapias cubanas sólo quedarán en el museo algunas certificaciones, las mismas que intentaron develar lo que nadie quiere saber.
Y por ahora, mientras la ciudad resurge, los termeños sienten que las terapias cubanas son apenas otro dato en el comienzo de la primera temporada de invierno del siglo XXI.