Beatriz Actis
Se ha dicho largamente que para los cuentos no hay temas "buenos" o "malos" porque todos pueden ser lo uno o lo otro, ya que ello depende de su tratamiento. Se trata, muchas veces, de lograr un buen cuento a partir de lo cotidiano y hasta de lo trivial, o bien, de ejercer otra mirada sobre esa realidad rutinaria o prosaica o banal. El cuento debe poder leerse con un solo impulso de atención, dice Edgar Allan Poe. Julio Cortázar afirma que en el combate que se entabla entre texto y lector, la novela gana por puntos y el cuento debe ganar por knock out. "Algo está por pasar", señala Elvio E. Gandolfo en el prólogo del primer número de "El cuento ilustrado" a propósito de las situaciones iniciales planteadas en los relatos allí incluidos. Estos son obra de autores rosarinos -Delia Crochet, Alberto Lagunas, Gerardo Balsa, Patricio Pron, Roberto Fontanarrosa- y del santafesino Enrique Butti, en secciones respectivas de inéditos, textos de antología y autores de otras ciudades. Se presenta además una sección de clásicos -en este caso, Jack London- y otras que plantean cuestiones que hacen al trabajo narrativo específico: "Decálogos o instrucciones para ejercitar el oficio" (aquí, "Los diez mandamientos de un escritor", de Stephen Vizinczey) y "Cuentos explicados por sus propios autores" (en este número, el magistral relato de William Faulkner "Una rosa para Emily" y apreciaciones sobre la escritura del mismo hechas por el escritor ante alumnos de la Universidad de Virginia). Las ilustraciones corresponden a los plásticos rosarinos Chachi Verona, Patricia García Silva, Pablo Zeballos, El Tomi, Mosquil, Max Cachimba y Sergio Kern; el diseño gráfico, a Germán Villarreal. Se trata de un cuaderno o revista con formato de libro, y el hecho de que se lo lea como libro de cuentos marca el peso simbólico del objeto cultural: es ésta una antología de relatos tendiente a trascender cierto riesgo contingente del formato alternativo de revista y dispuesto, en cambio, a perdurar. Y esta perdurabilidad ancla básicamente en la calidad estética de los textos seleccionados. El cuento inicial ("Los años felices", de Delia Crochet, ilustrado por Chachi Verona), a través de una historia minuciosa, realista, demuestra la sapiencia narrativa de la autora, que logra construir sin estridencias un estilo clásico. El relato de Patricio Pron ("La ahogada", con ilustraciones de Pablo Zeballos) es una vuelta de tuerca sobre la condición de lo fantástico, sin sucumbir ante la hipérbole de los cuentos de ahogados frecuentados por el realismo mágico y con un gran trabajo de estilo, que reúne eficacia narrativa y tersura poética. El clima ambiguo es trabajado por Enrique Butti en su impecable texto "El desconocido" (ilustrado por Mosquil), que oscila entre la intriga cuasipolicial tras la resolución de un enigma y el horror metafísico de la vigilia. Lo alusivo y lo paródico sostienen la construcción del relato en "Nuestro refugio", de Alberto Lagunas (ilustrado por Pablo Zeballos), en tanto una mirada sesgada del narrador, atravesada por el humor, definen y construyen de modo inteligente el texto "La única manera de verla", de Gerardo Balsa (con ilustraciones de P. García Silva). Fontanarrosa propone en "Tío Enrique" (con ilustraciones de El tomi) una historia desmesurada, narrada con humor desde la lógica del absurdo. En sus "mandamientos" para escritores, S. Vizinczey propugna: "1. No beberás ni fumarás ni te drogarás; 2. No tendrás costumbres caras; 3. Soñarás y escribirás y soñarás y volverás a escribir; 4. No serás vanidoso; 5. No serás modesto; 6. Pensarás sin cesar en los que son verdaderamente grandes; 7. No dejarás pasar un solo día sin releer algo grande; 8. No adorarás Londres/Nueva York/París; 9. Escribirás para complacerte a ti mismo; 10. Serás difícil de complacer", y en cada caso desarrolla su consejo a veces con ironía, otras con ejemplificaciones rotundas y siempre con un criterio práctico y taxativo como fundamentación. Los cuentos de Jack London -ilustrado por Max Cachimba- y William Faulkner -ilustrado por Sergio Kern- proponen el contundente modelo de los maestros del género en lengua inglesa, en "El Chinago" desde la tradición épico - autobiográfica de base filosófica tan cara al London novelista, y en "Una rosa para Emily", a partir de la admirable construcción de "una historia de fantasmas" (según palabras del autor en la sección "Cómo fue escrito"), con las notas de pesimismo y destemplada poesía tras el velo de la decadencia del sur estadounidense particulares de la prosa del autor de "El sonido y la furia". La publicación, finalmente, entronca con el proyecto editorial de la Municipalidad de Rosario que, en los últimos años, ha publicado obras de diversos autores de la ciudad.
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