Por lo menos dos años con muy buenas cosechas y condiciones de producción normales, es lo que necesitaría el campo para comenzar a revertir la tendencia declinante (como empresa rural) que viene mostrando desde hace dos o tres años. Esto es lo que estiman algunos analistas locales e internacionales.
Naturalmente, el lapso se puede estirar en la medida que aparezcan complicaciones que, este año, ya se están dando. Por un lado, en muchas zonas el clima está provocando demoras en las labores de los granos finos y, esa misma falta de piso determina que todavía haya productores que aún no terminan de levantar la cosecha pasada.
Se estima, por caso, que aún falta levantar cerca del 25% del maíz y alrededor del 30% de la soja de la cosecha 2000/2001. También, sin duda, el tema sanitario va a seguir provocando complicaciones y sobrecostos en el área ganadera (tanto más graves cuanto más se prolongue el problema y el mantenimiento de las restricciones de venta al exterior), mientras que la falta de cambios de fondo en materia impositiva y financiera, hacen vislumbrar un panorama que, en el mejor de los casos, se mantendrá con las características actuales (no muy alentadoras, por cierto).
Como siempre, el aspecto internacional constituye un factor preponderante -y referencial- para buena parte de la producción agropecuaria argentina y ahí se visualizan algunos hechos que hay que tener en cuenta. Por un lado, una cierta recuperación relativa en las cotizaciones de algunos granos (básicamente cereales), aunque todavía retrasada respecto a ciertos valores promedio. La mejora no alcanzaría, sin embargo, a los subproductos oleaginosos, ni a los granos forrajeros.
Tampoco se estima que los avances alcancen para neutralizar la pérdida de competitividad de los productos en estos últimos años, aunque serviría para achicar un tanto la brecha.
La duda brasileña
En el mismo orden, aún no está claro el impacto que puede tener la reciente crisis energética de Brasil que, si bien por un lado va a encarecer y restringir la producción agroindustrial brasileña, lo que podría beneficiar a la Argentina exportadora al "acercar" los precios de lo producido a uno y otro lado de la frontera, no es menos cierto que también puede implicar una derivación de materias primas brasileñas para ser procesadas aquí con menores costos, y esto puede afectar los valores de colocación de las materias primas locales.
Por ejemplo, si sucediera esto con la soja, implicaría una oferta adicional de grano para las plantas procesadoras argentinas que podría determinar una caída de los precios locales de la oleaginosa ante el mayor volumen disponible.
Por otra parte, tampoco está claro cómo puede incidir el aumento de costos productivos brasileños sobre la demanda de sus propios consumidores. Dicho de otra forma, cabe la posibilidad de que los consumidores de Brasil restrinjan sus compras lo cual, por un lado, puede implicar menor demanda de importaciones desde Argentina y, por otro, un mayor excedente de exportación en el país vecino que, ante la crisis, sin duda Brasil tendería a colocar en el mercado internacional, casi a cualquier precio.
En este esquema se pueden ver afectadas producciones como la de lácteos, arroz, algunas frutas, legumbres, carne vacuna (Brasil espera llegar a las 800.000 toneladas de exportación este año, a pesar de la aftosa), de cerdo, de aves, tomates, etc.
Si a estos elementos, además del clima y de la situación sanitaria en la ganadería, se le suma la falta de recuperación en la competitividad interna al demorarse los cambios para lograrla, entonces se concluye que las expectativas del sector se ven más que acotadas, y exigirán un esfuerzo adicional de creatividad y de recorte de costos, como para mantenerse apenas por encima de la "línea de flotación". aún con esto, seguramente muchos no lograrán, especialmente los que traen deudas de arrastre.
Lo cierto es que hasta ahora, y exceptuando el "modesto" aporte positivo de los planes procompetitividad, muy acotados y que alcanzan a escasísimos productos del sector, lo único concreto que recibió el campo fue más impuestos y recortes de precios en sus productos, en muchos casos, a causa de problemas sanitarios o por conflictos internacionales como los sobrearanceles recientemente impuestos por los Estados Unidos a la miel argentina.
De ahí que el futuro siga apareciendo con fuertes nubarrones y la cautela sea el factor más característico de los productores, aunque esto les implique producir menos, o no todo lo que podrían.