El gobierno colombiano apoya incondicionalmente la realización de la Copa América y garantiza todas las condiciones para que sea un éxito". La muletilla del presidente de Colombia, Andrés Pastrana, suena firme en forma permanente. Básicamente por una cuestión de orgullo, sumado a lo que económicamente puede significar para esta tierra castigada por los carteles de la droga y las luchas entre guerrillas, Colombia ha desoído todos los reclamos de distintos sectores continentales que solicitan cambiar la sede de la copa debido a la escalada de violencia que azota al país.
Pero cuando el lunes el presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol, Nicolás Leoz, salió a brindarle todo su respaldo aunque pidiendo garantías extremas al gobierno de Pastrana, el único resguardo que puso el mandamás del fútbol sudamericano fue asegurar que nunca se había suspendido un torneo por una situación de violencia política, pero que de todos modos se seguía atentamente la evolución del conflicto colombiano.
Días atrás, las declaraciones del arquero de Boca Oscar Córdoba levantaron un revuelo inesperado. El número uno xeneize fue quizás uno de los pocos que se animó a decir algo que muchos piensan pero que no se animan a decir. Córdoba manifestó que era inviable la realización de la Copa América en estos momentos en tierra cafetera y que hasta los periodistas tenían temor de viajar a este país por los atentados.
Las declaraciones de Córdoba no cayeron muy bien. Es más, sus dichos generaron una movida de la prensa pocas veces vista. Hubo periodistas que incluso respaldaron la posición del golero, pero a la hora de las definiciones también ratificaron su decisión de respaldar la organización del campeonato.
Aquí no hay nadie que no esté a favor de la realización del torneo. Desde las esferas de gobierno hasta los círculos futboleros, el apoyo incondicional a la realización de la copa salta a la vista.
Solamente en Cali un total de 4.500 efectivos policiales, 800 del ejército y 200 hombres de inteligencia se encuentran trabajando en el operativo previo de seguridad que, según estimaciones, alcanzará un total de 20 mil agentes para todas las sedes.
La violencia de cada día
La idea de que ante un eventual nuevo ataque terrorista la sede de la Copa América pasaría a México fue descartada de plano en todo el país.
Los motivos que llevarían a la toma de esa decisión no son novedosos en lo más mínimo. La ola de atentados que afectó al país en los últimos tiempos sembró la angustia y la preocupación permanente en todo el país.
Desde principios de enero hasta el momento se registraron un total de siete grandes atentados en ciudades como Medellín, Bogotá, Barrancabermeja y Cali. Quizás el más aterrador fue la explosión de un coche bomba producida en la avenida 53 y la Carrera 31, en las inmediaciones de la Universidad Nacional en Bogotá, y que dejó un saldo de cuatro muertos y 25 heridos.
Lo que más llama la atención a las autoridades es que en ninguno de los atentados hubo reivindicaciones por parte de algunos de los grupos en pugna, es decir las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), la guerrilla izquierdista Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y las bandas de narcoguerrilleros.
Pero, ¿cuáles son los posibles móviles de estos grupos? Según los analistas, la extrema derecha podría estar interesada en desestabilizar, sobre todo cuando el gobierno de Pastrana está interesado en concretar un acuerdo humanitario de canjear soldados capturados por guerrilleros presos. El posible móvil de las narcoguerrillas sería la venganza que quieren tomarse con los ultraderechistas por el asesinato de algunos de sus jefes más conspicuos.
Sin embargo, lo que sorprende a todos es que en esta ocasión no existe una metodología clara para actuar. Lo que lleva a pensar que Colombia está en el más irracional de los escenarios: aquí todos ponen bombas.
Para muchos esta ola de atentados está directamente relacionada con la pérdida de poder de todos los sectores, quienes recurren a medidas extremas de atemorización para mantener en vilo a un país y a su gobierno.
Incluso, algunos supuestos voceros de estos grupos habrían asegurado que la realización de la Copa América sería la culminación de su escalada.
Si bien es más que preocupante que la copa se haga en este país, la decisión parece estar tomada. Y por más que el presidente Andrés Pastrana disponga de 20, 40 ó 100 mil hombres para custodiar la seguridad de este torneo, ni ese refuerzo le brindará garantías de que los grupos en conflicto no vuelvan a entrar en acción.
Y entonces no habrá discursos que valgan ni retenes que vigilen. Un presidente de un país conflictivo tendrá que ponerse a pensar seriamente en que el orgullo nacional no debe confundirse con el valor de una vida humana.