Radicales y frentistas intentan que Fernando de la Rúa recobre el control político del intrincado momento, que formalmente lo tiene, pero que a gusto de la Alianza que lo llevó al poder se ha ido desplazando hacia Domingo Cavallo, por otro lado, debilitado por la escasez de sucesos aunque en víspera de obtener un respiro con el oneroso canje de parte de la deuda externa que de aprovecharse podría dar una vuelta de hoja a casi tres años de depresión.
Para el presidente es una lectura equivocada de sus amigos, extendida a los analistas y hasta a dirigentes sociales y políticos, que piensan en remedios constitucionales para intentar recrear un poder legitimado por las urnas. Dicho de otro modo, convocar a elecciones presidenciales junto a las legislativas de octubre. De la Rúa explica como natural la primacía del ministro de Economía más en los medios que en la toma de decisiones, que insiste, no ha delegado y que una muestra de ello ha sido su negativa a refrendar el proyecto de ley que privilegiaba de la recaudación fiscal lo destinado a los acreedores externos, una medida que pensó Horacio Liendo, influyente mano derecha del ministro, como señal de confianza a los mercados. Otra, rescindir, a pesar del ministro, un cuestionado contrato con la alemana Siemens.
La historia es más compleja. El lunes, el presidente supo de la mesa de diputados de la Alianza que la iniciativa no iba a pasar por la Cámara baja. Los gobernadores y senadores peronistas, avispados, le habían prometido a De la Rúa y Cavallo respaldo a la indigerible norma, siempre que el oficialismo proclamara su disposición a aprobarla. Una verónica ejemplar.
En aquel encuentro, un muy diplomático Jesús Rodríguez le dijo en palabras pasadas en limpio que el presidente debía mostrar que gobierna y que ellos, los legisladores, no están dispuestos a ser conducidos por el ministro de Economía, cuyo paso por esa cartera lo calibran como compatible con la crisis económica y financiera, pero no como proyecto político. Es decir, transitorio. Con cultura histórica, ese pensamiento recoge la jugada de Arturo Frondizi con Alvaro Alsogaray en 1960, a quien trajo a su lado, sacrificó formalmente a su ladero más apreciado, Rogelio Frigerio, para calmar a los militares, que entonces eran la voz de los mercados. Le dio poder al motor del ultraliberalismo y se lo sacó de encima cuando creyó que ya no le era útil. Como se sabe, una victoria a lo Pirro: no pudo evitar el golpe de Estado en marzo de 1962.
Horas más tarde los mismos diputados mantuvieron una muy dura discusión con Cavallo sobre la ley resistida pero también recordándole que no tenían el mismo destino en la vida, asunto que el ministro supo siempre, pero no es algo que le quite el sueño. De todas maneras, Cavallo prometió suspender el proyecto Liendo que por otro lado los aliancistas saben de la boca de dirigentes de la Asociación de Bancos Argentinos que no es primordial, ni modifica la idea que hoy tienen los tenedores de bonos o los inversionistas sobre Cavallo: que valoran su trayectoria, aunque le imputan errores de su gestión y tienen dudas, sobre todo, de los objetivos políticos del gobierno y la capacidad de manejo que tiene el presidente.
Sin embargo, en la reunión del gabinete del martes, Cavallo volvió a la carga sobre la importancia del proyecto de garantías a los acreedores, enredado debate que cuando comenzó a tomar cuerpo tuvo un ausente imprevisto, el presidente, que los dejó a todos hablando. Cuando regresó, la cuestión social estaba en el centro de la agenda con posiciones divergentes entre los ministros, tres líneas al menos, pero finalmente De la Rúa resolvió enviar a su secretario privado a destrabar, sin éxito aún, el piquete de La Matanza. Buena señal para los políticos de la Alianza, Raúl Alfonsín sobre todo, que buscan ponerle el hombro al presidente y quieren "marcarle la cancha" a Cavallo.
Cavallo y un peronismo matizado
El peronismo no tiene una mirada común en torno al poder, que tiene como trasfondo una inédita explosión social. No es un estallido anárquico ni vísperas de disolución del gobierno, o su recambio, a pesar de que no escasean los que deliran con escenarios revolucionarios. Cierto o no, al gobernador Carlos Ruckauf se lo inserta en una política de debilitamiento del presidente, su amigo de ayer, como dándole fuego a la idea del anticipo de las elecciones. El bonaerense tuvo con Cavallo una dura y larga conferencia telefónica, aclarándole que no enciende las brasas de la conflictividad social, y menos aún al camionero Hugo Moyano porque no lo maneja a control remoto. Le dio detalles precisos sobre qué fuerzas motorizaban el corte de ruta de La Matanza, que desveló los días recientes al gobierno por su masividad e intensidad, al igual que la marcha de 100 kilómetros fogoneada por la Corriente Clasista y Combativa. Le contó (mal) a Cavallo que lo del piquete era responsabilidad del Frepaso y de los políticos del gobierno que no cumplieron pactos viejos. No se detuvo en informes: le reiteró su apoyo y el del peronismo de la mayoría de las provincias.
Le dijo más aún: "Salgo a bancarte en lo que me pidas y te invito a que participes de la reunión que el martes tendremos los gobernadores, donde podemos sacar una documento en apoyo a tus medidas. No me pidas que no discuta con el presidente, porque siempre elude las definiciones", contó uno que escuchó un lado de la charla.
El bonaerense sabe, y se lo dijo a Cavallo, que si el ministro no consigue el canje de bonos de la deuda, la provincia que gobierna no puede conseguir créditos urgentes, como los que tiene gestionados para construir penales por el alto índice de delincuencia y las consecuencias del enfoque de cómo enfrentarlo. De hecho, esto coloca a Ruckauf más cerca de darle el máximo poder al ministro de Economía y transformar al presidente "como al rey Fernando de nuestra independencia: gobernar en su nombre", cuentan personas que repiten el pensamiento del gobernador. ¿Son, entonces, intrigas de sus enemigos que lo ubican como motor de un relevo institucional del presidente? No hay respuestas categóricas. Alguien lo escuchó mencionar la ley de acefalía si la emergencia lo reclamara. Pero nada más, por ahora.
Los otros dos gobernadores con ilusiones para el 2003, y el aliado de Ruckauf, Eduardo Duhalde, el propio Carlos Menem ahora tan acosado y debilitado, harán lo indecible para que De la Rúa llegue a esa meta. No son intrincadas sus motivaciones personales. Por lo pronto José Manuel de la Sota y Carlos Alberto Reutemann han logrado postergar hasta muy avanzado el 2002 la decisión peronista sobre candidaturas y autoridades. Para renovar la conducción partidaria estuvo bregando Duhalde, que por ahora deberá conformarse con renovar sus títulos en su territorio.
La dinámica de los acontecimientos
Tanto el cordobés como el santafesino ven bien a Cavallo, lo respaldan, pero son prudentes en cuanto a dejar resquicios sobre la autoridad presidencial. No entrarán en polémica con De la Rúa, como la que Ruckauf convirtió en norma, tal vez porque está convencido de aquello de que "el que nace barrigón, es al ñudo que lo fajen". Aquellos dos, con preeminencia del cordobés por el meditado segundo plano del santafesino "ahora pensando sólo en gobernar", dicen los que lo conocen, están dispuestos a respaldar la ley de garantías a los acreedores así como a reclamar los incumplimientos que Cavallo, como antes José Luis Machinea, arribaron con las provincias. Los atrasos de dinero y planes sociales agudizan la conflictividad por aquí y por allá.
La dinámica de los acontecimientos lleva al gobierno a estar más cerca de sobrevivir con Cavallo con los poderes que demanda, aunque estas semanas le ha costado lograrlos. El escenario garantiza el respaldo de los grandes gobernadores, a pesar de las reticencias del bonaerense. Es menos fácil reflotar la Alianza original, es decir un gobierno con mayor presencia radical clásica y frentista, con un De la Rúa conduciendo sin cuestionamientos. La debilidad objetiva de esta perspectiva hará que antes que después el bloque de diputados de la Alianza se escinda, con uno radical y otro del Frepaso, coordinando acuerdos. Le será imposible a Darío Alessandro ser el vocero de instrucciones que tengan el indudable sello del ministro de Economía.
El conflicto social
Son, de todos modos, devaneos en el seno del poder. Ahora tallan, además de los mercados, la conflictividad social, que en verdad no es un estallido, ni ingobernabilidad, saqueos, luchas callejeras, vacío de poder. Pero el piquete volvió para quedarse porque el ajuste permanente del gasto público diluyó las partidas destinadas para estas emergencias de auxilio. Ni Interior, ni Trabajo ni Solidaridad Social tienen los fondos destinados por el presupuesto para el 2001, por la poda de gastos que practicó Cavallo, y que no será la última. Político al fin, sin tomar en cuenta opiniones de Cavallo, Patricia Bullrich y Juan Pablo Cafiero, el presidente tomó en sus manos vía su secretario privado, el influyente Leandro Aiello, buscar desarmar el piquete emblemático de La Matanza. Los funcionarios de Trabajo bajaron la presión por ahora nada más de la marcha encabezada por los clasistas de Raúl Castells.
El canje, amén de las gestiones de grandes bancos, fue acicateado por la situación brasileña, que con su crisis energética proyecta una caída del PBI previsto para el 2001 y pasó a ser el temor de la semana en Wall Street. Esta desaceleración de la economía del vecino poderoso incidirá negativamente sobre las perspectivas de crecimiento, de suyo muy bajas para este año: 1% arriba, sino es negativa, como suponen algunas consultoras. Cavallo regresa al mismo intríngulis de sus predecesores: mantener el déficit pautado con el FMI, sin las perspectivas de una mayor recaudación por lo magra de la suba de la producción, y sin lograr excedentes para poder cumplir con los compromisos de la deuda. El default no estará en el horizonte inmediato, sino crecer y bajar el gasto público, y que se produzca el milagro de una caída de las tasas internas.
La politización de la conflictividad social es inevitable. No debería serlo la represión, lo que evitó ahora el presidente cuando se decidió por la negociación.
El propio Ruckauf gestionó ante el sindicato de mecánicos, de la CGT rebelde, que no cortaran la ruta Panamericana en protesta por el cierre de empresas o suspensiones prolongadas del personal. Otro favor para un Cavallo alarmado por un bloqueo del nudo principal de comunicaciones con la Capital Federal. Suponer que los pequeños partidos de izquierda ortodoxa no busquen rédito propio o canalizar las energías de los piquetes, es creer efectivamente que la historia había terminado. Es un vacío que dejó la Alianza. Hace tiempo que perdió a dirigentes sindicales y sociales respetados que hoy podrían jugar un enorme papel para canalizar reclamos y solucionarlos. Casi todos ellos se enrolarán en nuevas alternativas, Elisa Carrió, el Polo Social, algún imprevisto, que crecerán política y tal vez electoralmente porque el canje alivia presiones de los operadores, pero trae obligaciones que como una cantinela llevarán otra vez al ajuste después del electoral octubre.