| | Señalador Un viaje al maravilloso mundo del mago de Oz
| Laura Vilche
¿Por qué leer hoy un cuento infantil que fue publicado por primera vez en el 1900? ¿Por qué podría interesarle a un niño o a un adulto de este siglo la obra "El maravilloso mago de Oz"? Las respuestas pueden ser variadas, pero quizá una de las más acertadas la haya dado el autor italiano Italo Calvino: "No se crea que los clásicos se han de leer porque sirven para algo. La única razón que se puede aducir es que leer los clásicos es mejor que no leerlos". Es que leer un libro como "El maravilloso mago de Oz (ahora reeditado por El Ateneo), de Lyman Frank Baum (1856-1919), no sólo implica toparse con una obra fantástica y mágicamente entretenida. La historia de Dorothy, una niña que vive con sus tíos y su perro Totó en una monótona llanura de Kansas, se vuelve fascinante desde el primer capítulo, apenas su casa vuela por los aires por culpa de un ciclón. De golpe se encuentra en otro país gobernado por brujas buenas y malas y el gran mago de Oz, todos personajes desopilantes que logran un relato más desopilante aún. Allí atravesando paisajes inverosímiles vivirá junto a un espantapájaros, un hombre de hojalata y un león, increíbles y, por qué no, reflexivas aventuras. Aunque parezca cosa de niños, el cuento de Baum permite conectarse literaria, social y hasta políticamente con una época, de un determinado país. Tanto la obra como sus adaptaciones cinematográficas (la primera película se filmó en 1939 y fue protagonizada por Shirley Temple) fueron consideradas por muchos intelectuales como claves para comprender la transformación cultural de Estados Unidos en el siglo XX. El maravilloso mago de Oz proveyó a muchos intelectuales de un paradigma útil para analizar los conceptos de nación, identidad y pueblo de Estados Unidos. Los interrogantes más comunes giraban en torno a si se trataba de una nación, un cuerpo unido por valores culturales y experiencias compartidas, o bien un estado político, un aparato de gobierno en el cual las leyes sirven para proteger las clases más que los intereses universales de la sociedad. Ya en el prólogo es el propio Baum, un periodista norteamericano con vocación de escribir relatos para niños, quien expresa el sentido moderno y antididáctico de su obra. Allí retrata de algún modo los tiempos que le tocaban vivir en donde los cuentos debían dejar una enseñanza apelando si era necesario a duros pasajes más cercanos a lo macabro y a la pesadilla que a lo placentero. "El folklore, las leyendas, los mitos y los cuentos de hadas han sido compañeros de los niños a través de todos los tiempos; ha llegado el momento de que surja una serie de relatos maravillosos de los que se eliminen los genios, enanos y hadas estereotipadas y además de todo incidente horroroso y escalofriante, que los autores inventaban para resaltar la aterradora moraleja de cada cuento", señala Baum. El autor sólo se propone divertir, y lo logra. A quien le quede dudas podrá acercase a este clásico para indagar, al menos, cómo es que "El maravilloso mago de Oz" se mantiene en pie a pesar del paso del tiempo.
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