Todos los sábados por la tarde la peatonal Córdoba sufre una verdadera metamorfosis. Cuando las persianas de los locales comienzan a bajar, los vendedores ambulantes van llegando uno a uno. Todo se puede conseguir: bijouterie, bufandas, guantes, cuellos, libros, afiches, pinturas, artesanías y hasta se lee el tarot. Son artesanos, desocupados, algunos estudiantes y extranjeros que de esta manera encontraron un rebusque, una forma de "juntar unos mangos para llevar a la casa". Invaden calle Córdoba los fines de semana, aunque se cuidan bien de no invadir el Paseo del Siglo, que ya no es su territorio. Dicen que "ahora se vende poco" y que el único problema que tienen de vez en cuando son los inspectores municipales que los "echan a patadas".
Además del paisaje, en el centro de la ciudad también cambiaron algunas costumbres. Muchos mantienen el ritual de salir los sábados a la mañana de compras o sólo a pasear y a mirar vidrieras. Pero durante la tarde las calles se ven invadidas por grupos de estudiantes secundarios y algunas familias que van caminando y se paran en cada uno de los puestos que los vendedores instalan desde Córdoba y San Martín, hasta Entre Ríos.
"Levante señora y mírelos bien que no hay problema. Sólo cuestan dos pesos", se escucha decir a un comerciante, mientras una mujer toma un par de guantes.
Cada sábado Silvia llega a la esquina de Sarmiento y despliega todos sus productos, que van desde bufandas y guantes hasta anillos, aros y collares. Es peruana y desde hace once años vive en Rosario.
"Hago esto porque no tengo trabajo, pero ahora se vende cada vez menos. Con suerte me llevo entre 20 y 30 pesos por día, porque cuando empieza a caer el sol la gente se va", asegura Silvia, y aclara rápidamente: "Hacemos algo de plata siempre que nos dejen trabajar, porque a veces vienen los inspectores municipales y nos echan. Además, se llevan mercadería y aunque uno pague la multa no te devuelven nada".
De Natalia Oreiro al Che Guevara
Los afiches acaparan la atención de las adolescentes. Matías le pedía ayer a los gritos a su papá el póster de Martín Palermo, mientras que las señoritas morían por los del Potro Rodrigo. Un verdadero cambalache donde se pueden encontrar desde fotos de Natalia Oreiro, Ráfaga y Carlos Gardel hasta imágenes de la Virgen María.
Las pinturas con aerosol que se hacen en el momento son otro de los atractivos. Pero para vender más, además de los paisajes los artistas también debieron abocarse a los retratos de Maradona y el Che.
Parece que en la peatonal la variedad es la base del éxito, porque los vendedores no se dedican a un rubro solo, sino que muchos despliegan sobre sus sábanas desde artesanías y bijouterie, hasta gorras, bufandas, medias y pañuelos.
"Siempre trabajé en la calle"
Alberto Morales también es peruano y hace una década que está en la ciudad. Asegura que es economista, pero dice que desde que está en el país "siempre trabajó en la calle". Ayer por la tarde llevaba sólo seis pesos vendidos, por lo que tenía que quedarse un rato más.
"Esta es la forma en que honestamente me gano unos pesos. Como profesional en la Argentina no me valoran, pero en Perú menos", se quejó Alberto, quien despotrica, al igual que su compatriota Silvia, porque "la gente no compra nada y se juntan unos 15 pesos por día".
Cuando cae el sol, los vendedores comienzan a levantar sus cosas y se van. Volverán el domingo, un poco más temprano. Y después hasta el próximo sábado.