Jorge Levit
En la Argentina los temas que más movilizan a la gente parecen, a veces, estar en las antípodas de lo racional. El escándalo, la indignación y el oprobio originado porque Cecilia Bolocco apareció tapada en una fotografía únicamente con la bandera nacional despertó el chauvinismo más recalcitrante en muchos argentinos. En un momento político muy peligroso del país, donde se habla de estallidos sociales y elecciones anticipadas, la imagen de una espléndida mujer chilena -que seguramente no aspira al Nobel de Literatura- se transformó en pocas horas en el demonio nacional. ¿Por qué? Para los argentinos "el ser nacional" siempre ha calado inexplicablemente muy hondo y generado debates estériles y absolutamente irrelevantes, por no decir estúpidos. En el pasado ha habido situaciones similares cuando la genial Madonna se atrevió a usar el balcón de la Casa Rosada para interpretar a Evita. Volvieron los debates históricos sobre el peronismo cuando sólo se trató de una excelente comedia musical. También, cada tanto, aparecen los que todavía sostienen como prioridad recuperar las islas Malvinas. ¿Para qué Argentina quiere un territorio insular si en el ya extenso y privilegiado que posee en el continente no puede hacer que todos sus habitantes tengan una vida digna? Parecería difícil que los kelpers de las islas que juran lealtad a la reina británica acepten vivir con un Plan Trabajar de 120 pesos mensuales. Los debates absurdos también son alentados desde el mismo poder político. Un presidente que promovió como uno de los ejes de su campaña política vender un avión lujoso -el Tango 01, símbolo de la fiesta menemista- como muestra de austeridad es parte de lo mismo. No sólo que no lo vendió sino que lo usa su ministro de Economía. Chile, el país de la repudiada Bolocco, crecerá este año más de 4 por ciento mientras que la Argentina sólo si logra revertir la recesión en el segundo semestre podría aspirar como máximo a un 2 por ciento. Dos puntos de diferencia que significan mucho para un país que no puede terminar con la pobreza, la marginalidad y desempleo. Sin embargo, la "repulsión" de ver a una chilena tapada con la bandera argentina fue una afrenta a la Nación, a la soberanía, a Evita o a vaya a saberse a qué otro ícono nacional. Es sólo la caricatura de la Argentina de las últimas décadas: poner el acento en lo accesorio para no querer ver ni modificar lo principal.
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