Año CXXXIV
 Nº 49.118
Rosario,
miércoles  16 de
mayo de 2001
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Un recurso pedagógico que apuesta al pensamiento creador

Juan Jaureguiberry (*)

Juan Jaureguiberry (*)
En la escuela tradicional el aula es para estudiar y el recreo para jugar. Al romper con este esquema, el ajedrez escolar produce cambios en la conducta global de los niños: "Jugando en el aula" solemos conseguir un clima más sereno y de más concentración que en muchas materias en las que "no se viene a jugar, se viene a aprender", tal los dichos que se escuchan en el ámbito escolar.
La enseñanza del ajedrez en la escuela permite aprovechar la motivación de una actividad lúdica para promover importantes habilidades intelectuales, que son objetivos generales de la educación del niño y el adolescente. Entre ellas, la de agudizar la capacidad de observación y análisis, porque el alumno tiene que descifrar en cada posición la relación material y la distribución espacial de fuerzas, mediante operaciones matemáticas y geométricas simultáneas. Además, se desarrolla la capacidad de planificación ya que quien participa tiene que inventar un plan de juego, pensar una serie de jugadas que definan tácticas parciales a partir de un objetivo estratégico que es dar jaque mate.
El ajedrez escolar, además, promueve el pensamiento lógico y descentrado ya que se debe comprender los planes del rival, qué objetivos persigue con sus jugadas y apropiarse de sus pensamientos para poder contrarrestarlos. También se puede afirmar que estimula la creatividad y la imaginación porque cada partida es irrepetible y requiere una producción individual renovada en la que se despliega la personalidad del jugador. Por otro lado, se incentiva la capacidad de tomar decisiones teniendo en cuenta que en cada jugada se debe decidir eligiendo por sí mismo la mejor opción entre todas las posibilidades que ha encontrado.
También, a través del ajedrez en la escuela se promueve la concentración y la memoria, lo que es imprescindible para no perder la ilación de la partida y utilizar los aciertos en situaciones similares, además de aprovechar constructivamente los errores.
Por sus normas estrictas, el ajedrez también promueve el desarrollo de valores como el deseo de estudiar y superarse, el apego a la verdad y el rigor científico, en tanto que es un positivo factor de socialización, inclusive entre los alumnos en los que se manifiestan altos niveles de agresión al favorecer una actitud reflexiva sobre las problemáticas que se les presentan y abrir canales de comunicación lúdicos, pero reglados con sus pares.
(*) Docente de ajedrez de las escuelas Nº1080, 60 y Normal Nº35 de Rosario.


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