El actor cómico Juan Verdaguer murió anteayer a la tarde, a los 85 años, de un paro cardiorrespiratorio."El señor del humor", como se lo conocía en el ambiente, había sufrido en los últimos tiempos serias complicaciones de salud y "no quería levantarse de la cama", de acuerdo a lo manifestado por un familiar. El humorista había desarrollado hasta hace poco un último espectáculo, "Masters", con el que visitó Rosario por última vez el 7 de julio del año pasado.
Nacido en Montevideo, Uruguay, en 1915, Verdaguer falleció a causa de un paro cardiorrespiratorio no traumático y sus restos fueron sepultado ayer en el cementerio de La Chacarita, sin velatorio, por expreso pedido de Verdaguer.
Hijo de una familia de artistas, Verdaguer, un distinguido humorista que se caracterizó por la seriedad con que contaba los chistes, y por utilizar las figuras de la esposa y la suegra como protagonistas, inició su trayectoria a los 12 años en un circo, donde se destacó como malabarista y violinista.
Años después, ya en Buenos Aires, su desempeño en el teatro de revistas le permitió ganar popularidad en la calle Corrientes, y luego saltar a la pantalla grande y a la televisión, que terminó por consagrarlo.
Verdaguer intervino en ocho películas: la primera de ellas fue "Locuras, tiros y mambo", comedia musical de 1951 con los Cinco Grandes del Buen Humor.
Seis años después descolló como actor dramático en "Rosaura a las diez", sobre la novela de Marco Denevi, pero enseguida llegaron las comedias "La Herencia" -en la que participó con Natán Pinzón y un "principiante" Alberto Olmedo- y "Cleopatra era Cándida" -coprotagonista con Niní Marshall- que lo encarrilaron definitivamente hacia el humor.
Con ese género pasó por innumerables revistas y se mantuvo en televisión diez años seguidos, entre el 60 y el 70, donde finalmente se consagró como uno de los grandes contadores de chistes de salón, en los que casi siempre incluía a su esposa o su suegra como protagonistas.
Chistes en el subte
En los últimos tiempos, sus apariciones en la pantalla chica se habían vuelto esporádicas, con excepción de algunos chistes especialmente para la red de televisión del subterráneo SubTV, que desde los monitores divertían a los pasajeros que esperaban su tren.
Verdaguer estaba protagonizando la obra teatral "Masters del humor" -con Carlos Garaycochea y Mario Clavell, con la que ganó el premio ACE-, que ya había dejado Buenos Aires y viajaba por el interior del país, pero ya su salud se había deteriorado gravemente. Su última actuación tuvo lugar en la ciudad bonaerense de San Nicolás.
Cuando se le preguntaba por su estilo de humor, su respuesta favorita era: "Asaltan a un hombre y lo dejan completamente desnudo, eso es comicidad. En cambio, si lo dejan en camiseta y calzoncillos, es humorismo. Yo hago humorismo, porque prefiero que la gente se quede, por lo menos, en ropa interior".
Ganador de un diploma al mérito de la Fundación Kónex en 1981, solía decir que su estilo "de contar el chiste con mucha seriedad podría parecerse al del cómico norteamericano Buster Keaton. Pero no uso la seriedad constantemente".
También resaltó su admiración por "Pepe Arias, el mejor humorista, el mejor actor cómico y dramático. Era un hombre culto que hizo humor con el hombre común y era un humor bien porteño".
En contraposición, llamaba al estilo de humor actual como "pornográfico", y aseguró que no sólo no le gustaba, sino que nunca lo había practicado.
En su larga trayectoria como artista de circo, primero, y como comediante después, actuó, además de en la Argentina, en Estados Unidos, México y España porque razonaba, "resulta más fácil cambiar de público que cambiar de chistes".
Verdaguer se ufanaba de sus pergaminos internacionales porque sostenía que " en la Argentina no hay cómicos que puedan salir al exterior y tener éxito. Los hay muy buenos como Luis Landriscina, pero él no tiene chances de conectarse con públicos de países lejanos porque hace un humor muy autóctono".
El gran cambio de su carrera se produjo a mediados de los años 40. En esa época trabajaba como artista de variedades, hasta que el dueño de un night-club le dijo que tenía "una cara para hablar". Una noche en que se le rompió una de las cuerdas del violín, empezó a narrar sucesos desde las alturas de su escalera y allí nació el comediante, según le gustaba recordar al humorista.