Año CXXXIV
 Nº 49.115
Rosario,
domingo  13 de
mayo de 2001
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Un caso de "vendetta" entre carboneros
Historia del crimen: El misterioso drama de la calle López
En 1908, una comida terminó en un baño de sangre que dejó cuatro muertos y un enigma develado a medias

Osvaldo Aguirre

La noche transcurría en calma y el mundo parecía en orden. Era el 27 de diciembre de 1908; en el barrio del antiguo Hospital de Caridad (hoy Hospital Provincial) algunos vecinos tomaban el fresco y no había más perturbación que el paso ocasional de un tranvía. De pronto esa tranquilidad se quebró como un cristal y la noche se tiñó de sangre y muerte, en lo que posteriormente se llamaría "el misterioso drama de la calle López".
"Terrible lucha a balazos en la vía pública. ¿Será una vendetta?", decían los títulos de La Capital. La crónica recuperaba los primeros momentos del hecho: "Daban las 8 y tres cuartos de la noche en el reloj del Hospital de Caridad, cuando una estruendosa algarabía seguida de un nutrido tiroteo, de voces de auxilio entremezcladas con lastimeros ayes y el rumor de carreras precipitadas, que estalló de pronto, puso en conmoción al vecindario de aquel barrio, donde ordinariamente reina tranquila calma, debido a que son familias honestas la inmensa mayoría de las que lo habitan".
Entre los curiosos, se encontraba el comisario de órdenes, Julio Bouillet, que había escuchado los disparos cuando esperaba el paso del tranvía número 2 en la esquina de 3 de Febrero y 1º de Mayo. La sorpresa se incrementó con la magnitud del hecho: un total de cuatro muertos, cuyos cadáveres permanecían tendidos a lo largo de una cuadra. El escenario había sido la carbonería que tenían los sicilianos Carlos y José Cacciabaudo, de 45 y 31 años, en la esquina de General López (actual calle Zeballos) y Alem.

Postre de plomo
La investigación policial, a cargo del comisario Zambrano, tropezó con inconvenientes. Los familiares de las víctimas no mostraban mayor entusiasmo por aportar datos: "responden con el consabido non sacho a cuantas preguntas se les hacen". Ese silencio era característico en los hechos de violencia que estaban protagonizados por miembros de grupos mafiosos.
Sin embargo, parte del misterio pudo ser develado. Se supo que antes del drama los Cacciabaudo habían cenado en la carbonería junto a la familia (Carlos Cacciabaudo estaba casado y tenía seis hijos) y otros dos paisanos. La comida había terminado a los balazos, con la intervención de un tercer hombre.
La refriega continuó en la calle General López, entre 1º de Mayo y Alem. Carlos Cacciabaudo cayó herido de muerte a mitad de cuadra tras recibir dos balazos. En la esquina fue hallado el cadáver de José Cacciabaudo; había sido rematado con un tiro en el cabeza.
El tercer muerto fue el agente Juan Arce, de 21 años, que estaba de facción en las cercanías del lugar y se acercó a ver qué ocurría: murió tras recibir tres heridas de bala. Los agresores no quisieron dejar testigos: al huir mataron además a un vecino, Mariano González Ramos, de 45 años, cuyo único error había sido estar en la vereda de su casa.
Carlos Cacciabaudo logró sobrevivir algunas horas pero no hizo ninguna declaración. Interrogado por el juez Lavieri, "no quiso hablar o no pudo hacerlo debido al estado comatoso en que se encontraba".
Según se estableció después, la muerte de los Cacciabaudo había sido una venganza mafiosa (vendetta). La primera medida de la policía fue una razzia en la zona, donde cayeron detenidos quince sicilianos: entre ellos se encontraba Felipe Scilabra, carbonero al igual que las víctimas, y que en 1931 estaría envuelto en una célebre masacre en San Lorenzo, cuando Francisco Marrone, alias Chicho Chico , ordenó el asesinato de tres de sus rivales.
Sin embargo, ninguno de los detenidos entonces tenía relación con el episodio. La policía identificó a uno de los homicidas como Carmelo Prioli, quien permaneció prófugo hasta que el 8 de enero de 1909; fue detenido en momentos en que se embarcaba hacia Europa. Ese día también cayó preso Victorio Speciale -señalado también como agresor- y otros dos carboneros que tenían una "reconocida enemistad" con los Cacciabaudo aunque también quedarían en libertad.
El cerco policial se cerró al día siguiente con la detención de otro carbonero, Nicolás Stalone, radicado en barrio Arroyito. La situación más comprometida fue la de Prioli, reconocido por los testigos Héctor Agrozzi, Apolinario Romero y Domingo Acosta como homicida del agente Arce y de José Cacciabaudo.

Un barrio extraño
La zona donde había ocurrido el cuádruple homicidio experimentó esos días otro episodio conmocionante, aunque éste derivaba hacia lo grotesco: los vecinos denunciaban que en 1º de Mayo y 3 de Febrero había una casa embrujada, habitada por duendes que agredían a los que pasaban por allí. Y todavía estaba presente el caso de "la muchacha que arde y no quema", una jovencita a quien se había atribuido, entre otras divagaciones, un origen extraterrestre.
Pero el drama de la calle López tenía otro sentido. Las venganzas mafiosas permanecían por lo general sin esclarecer: casi nunca lograban encontrarse pruebas contra los autores, y menos aún testigos que se atrevieran a acusarlos. Como excepción parcial a esa norma, el caso Cacciabaudo supuso un capítulo importante en una historia que transcurrió en el silencio.



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