Año CXXXIV
 Nº 49.115
Rosario,
domingo  13 de
mayo de 2001
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Opinión
Los mercados le toman examen a Cavallo

Isidoro Gilbert

Un mes y medio es nada en la historia, pero es un siglo para la gente necesitada, un tiempo interminable para el ministro de Economía, para el presidente, que comprueban que la tendencia de los mercados no se revierte y si bien las esperanzas surgen en cada palabra de Domingo Cavallo o Fernando de la Rúa, ni ellos ni sus críticos, aun dentro del oficialismo, descartan escenarios peores.
Es probable que los ruidos internos de un cuadro político camino a la centrifugación encuentren almas preocupadas entre los que manejan los mercados. Por allí, es decir, grandes bancos de aquí y del exterior, siguen teniendo la impresión de que la nave del gobierno carece de un timonel respetado por los suyos, es decir ciudadanos corrientes, pero también por hombres de su partido y de la oposición. "No es el líder capaz de mediar entre lo posible y las necesidades", susurran algunos ex altos funcionarios. Si Cavallo, pensaban, iba a suplir esa supuesta carencia de liderazgo, las horas que trascurren esmerilan crecientemente esa mirada mágica de la realidad. Idea tan estrambótica como la de la solución inmediata de las penurias -no del todo, nadie jamás lo pensó-, sino como tendencia que en forma pertinaz sigue siendo esquiva.
Cavallo cenó en Washington el pasado domingo con los tiburones de la inversión en la Argentina. Sin la presencia de esos analistas que pocos comprenden, como los castigó, dio un discurso que hoy no repite. No convenció. "No ha perdido prestigio, pero no le creen todo lo que dice", cuentan los que conocen qué pasó aquella noche en la comida. Alguna duda fuerte se ha instalado por esos sitios poderosos, diferente a las esperanzas, fundadas o no, de muchos argentinos que siguen pensando que el padre de la convertibilidad no les fallará. Un hombre del mundo financiero criollo resume: "Mingo se fue de boca con lo del euro, porque lo entendieron como un paso previo a la devaluación, o para una flotación que la incluya y comenzaron a temer por la convertibilidad. Pedro Pou no debía dejar el Banco Central, a pesar de las acusaciones de los legisladores. Pero él tenía razón en cuanto a las reservas: no son del Estado, sino de los que tienen pesos. Esa es la clave de la convertibilidad. Cavallo que la implementó, descalifica esa concepción". Operadores que especulan
En el mundillo cercano al ministro no se niega este enflaquecimiento. Sienten que Cavallo dentro de un gobierno debilitado por sus disidencias internas es fácil presa de la presión de los especuladores. El ha reconocido que no les ha podido torcer el brazo a los operadores, que parecen encantados con mantener alto el riesgo país, apostando por la desconfianza para hacer del canje de la deuda un negocio más grande al pensado por sus impulsores, un grupo selecto de bancos donde se destacan Emilio Cárdenas y el norteamericano David Mulford. La idea del ministro, o su arma de disuasión sobre el Parlamento, sería calmar a los desconfiados con una ley difícil de digerir: privilegiar a los acreedores cuando de repartir la recaudación se trate, más garantías con otras riquezas, como las petroleras, un instrumento que estuvo en la ley que delegó poderes al gobierno y que fracasó por la oposición del propio radicalismo que casi unido con parte del Frepaso le cedió otras prerrogativas.
Los acuerdos entre provincias, empresarios y sindicatos para poner en movimiento sectores de la economía aplaudidos por los empresarios nacionales son mirados con desconfianza por el establishment ligado a los bonos de la deuda. O por los ortodoxos que estiman que Cavallo "quiere reflotar industrias obsoletas a un precio fiscal alto". Voces con estas aprensiones se escuchan incluso en integrantes del viejo equipo económico de la Alianza, lo que puede explicar el fracaso de José Luis Machinea, un ex progresista. Curiosamente, estas medidas activas son de las escasas cosas que alegran el corazón de Raúl Alfonsín, que no puede olvidar al Cavallo histórico. Político como pocos, el ex presidente lo acepta como "compañero de ruta" al viejo estilo leninista, pero jamás como socio. Las saludó también Carlos Chacho Alvarez antes de penetrar a su nueva cosmovisión del mundo político argentino y comenzar a desbrozar, con su abdicación a la jefatura de su partido, un retorno al progresismo activo del que antes que después querrá reaparecer como su nuevo heraldo.

Fortalecer a De la Rúa
Las dudas del jefe radical, el alejamiento del líder del Frente Grande, el espacio casi incompartido que ocupa el ministro de Economía dentro del gobierno, diluyen aún mas que la misma realidad, el papel del presidente. Escaso favor le hace el entorno que encabeza su hijo Antonio que el miércoles por la noche intentó reunir en Nueva York a las mismas personas, analistas e inversores, que días antes había visto Cavallo. El objetivo: contarles que su padre Fernando es quien conduce el proceso y que el ministro es sólo un instrumento: es una extraña manera de querer fortalecer al presidente. Antonio nuevamente estuvo auxiliado por tres analistas argentinos radicados en los EEUU: Javier Timerman, David Sekiguchi del Deutsche Bank y Pablo Goldberg, de Merrill Lynch. Finalmente el megaencuentro abortó al alertarle Carlos Secco, hombre de la Side y del grupo Sushi, de que la misión fortalecer al presidente había sido detectada y que no convenía irritar a Cavallo. Secco hacía lo mismo cada vez que viajaba Machinea; no extrajeron conclusiones de que fueron esfuerzos inútiles. Algo lograron con tanta impericia: obligarlo a Carlos Chacho Alvarez a irse de la vicepresidencia, un lugar que ahora con tanta debilidad del presidente hubiera sido otro factor de enflaquecimiento.
El alejamiento crítico de Chacho de la Alianza no solamente culminó la parábola iniciada con su renuncia como vicepresidente. Abre otra de despegue de la coalición, un giro a la izquierda que se verá en las próximas semanas, que va en busca de una diferente, sin conservadores, transversal. Elisa Carrió es para él ejemplo de actitud, pero ingenua en propuestas programáticas. Es la gran duda que aqueja a las personas responsables que no degluten a Cavallo, así como antes se desengañaron de Machinea, o repudiaron a Ricardo López Murphy.

Alvarez en movimiento
Alvarez quiere reinstalar la agenda que hizo de su partido una fuerza que puso en jaque al bipartidismo. Hizo una opción entre las dos grandes fuerzas históricas y no consiguió que los temas puntuales que lo obsesionaban, reforma política, transparencia, un modelo económico diferente al menemismo, cuajara. "El habló el día que se reunía el Frente Grande para discutir el relevo del liderazgo, como si esto fuera posible al margen de los fenómenos sociales, para instarlos a debatir los temas que necesita la gente", cuenta una de las escasas voces que hablan con Chacho en su departamento eterno de la calle Paraguay, dormitorio y oficina. En definitiva Alvarez regresa a la arena política buscando aglutinaciones que acaso, vista la experiencia, no lleguen en su momento a recoger con adhesiones electorales. Pero tal vez como un teórico para un escenario que no solo él piensa como fundacional, como fueron los tiempos anteriores a Juan Perón.
Alfonsín cree que el ex jefe del Frente Grande es rescatable. Conversará con él "pero no antes de dos semanas": en el fondo, el líder radical comparte las críticas de Chacho a la Alianza, aunque rechaza el método. Puede que se equivoque en cuanto a poder acordar con el ex jefe del frentismo que considera ahora que el radicalismo difícilmente vuelva a ser respaldado por la gente para hacerlo gobierno nacional, después de la actual experiencia. Tanto cree Alfonsín en la coalición original que en la reunión del miércoles del comité nacional donde comenzaron a delinearse cómo se posicionarán los radicales para las elecciones de octubre, casi en soledad, reclamó que la UCR prevea incorporar dirigentes del Frepaso en todos los distritos. No le será fácil: excepto en la Capital Federal, la provincia de Buenos Aires o Santa Fe, Río Negro, La Pampa, Neuquén, en el resto o casi todo el resto un no puede ser inamovible. Y será feroz la discusión de las proporciones. Hay un punto que une de todos modos al radicalismo con lo que es hoy el Frepaso: no aceptar a Cavallo como socio electoral. De la Rúa, ya se sabe, quisiera que lo fuera. La hégira de Chacho y su discurso rupturista sugieren a no pocos radicales que después de octubre sus amigos que siguen en la Alianza podrían alejarse del gobierno. Hay datos que dicen que sí, otros que no. Aníbal Ibarra marcó con su reorganización ministerial, donde privilegió como aliado a Alfonsín, lo que no digirió bien el delarruismo, la intención de la coincidencia crítica. La suerte del alcalde porteño está en sus manos: debe gestionar mejor de lo que lo ha hecho hasta ahora. También hablaría de continuidad poselectoral la misión que se dio en Seguridad Social Juan Pablo Cafiero, que mantiene un teléfono rojo con Alvarez: "Quiere dejar una impronta no sólo en su cartera. Hablará de todo", confían sus hombres.
Para el ministro de Economía los problemas urgentes no pasan por las elecciones, pero teje coincidencias que muchos piensan que no son definitivas, sobre todo en la provincia de Buenos Aires. El jefe peronista del distrito se entusiasma poco, alentado por su mujer, Hilda González, con tener a hombres del ministro en su lista, un criterio que no comparte Carlos Ruckauf. De boca para afuera, los dos dirán que quieren ese acuerdo, que coloca al ministro de Economía en la contradicción de ser integrante del gobierno y ser opositor en las elecciones. "Más incoherente sería que vaya con la Alianza", dice un legislador santafesino que sabe de la empatía entre Carlos Alberto Reutemann y Acción por la República. El cavallismo allí se construyó sobre la base de la Unión del Centro Democrático, de Alvaro Alsogaray. Es posible porque "los dos son del centro político", explica.

El peronismo
Camino a esas definiciones, el justicialismo también vive hoy, como el Frepaso, penurias de divisiones y agrupamientos. Al menos por ahora tres bloques, que son a la vez diferentes proyectos presidenciales, dirimirán quién lleva la voz cantante. El mayoritario es más una obra de Duhalde que de Ruckauf, y entonces no sólo el gobernador pesará en sus decisiones. Otro, ata provisoriamente a los amigos de Reutemann y De la Sota: como cada uno tiene su aspiración, los une el espanto a la candidatura de Ruckauf. Finalmente, una minoría sigue leal a Carlos Menem.
Las disgregaciones pueden tener una lectura diferente a la simple alineación electoralista. Pueden estar exhibiendo la debilidad de los liderazgos actuales, acaso el fin de un modo de hacer política. Esta visión terminal-fundacional no está sólo en las visiones de Carrió o Chacho. La tienen hombres importantes del peronismo y del radicalismo. Todos ellos piensan que no sólo el fracaso o el éxito de Cavallo, creíble con un canje de la deuda que alivie y no que sea una lápida, determinarán el futuro político de la Argentina. Sería, según esas presunciones, la necesidad objetiva para darle un corte final a lo que significó el menemismo. Esto puede definirse en el campo de las ideas. Lo de los tribunales, es otra cosa.



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