La muerte del ex jugador Waldir Pereira (Didí), a pocos meses de cumplir 72 años, restó a Brasil, y al mundo, uno de los símbolos del fútbol arte, el estilo de juego bailarín y fuertemente ofensivo que durante muchos años ha sido la marca característica de la selección verdeamarelha. El ex futbolista brasileño había quedado en delicado estado de salud tras una intervención quirúrgica en la que le extirparon el apéndice, la vesícula y parte del intestino.
Didí vistió la casaca de Brasil en los Mundiales de 1950, 1954, 1958 y 1962, y en estos dos últimos, disputados en Suecia y Chile, conquistó el bicampeonato, brillando en equipos que tenían entre sus integrantes a Garrincha, Pelé, Babá y Zagallo.
Su carrera en el fútbol, iniciada en la década del 40, fue marcada por éxitos, tanto como jugador como entrenador, y en los últimos años se había convertido en una de las principales voces críticas de los cambios en el estilo de juego de Brasil: "Ya no hay espectáculo en la cancha", se lamentó, en una de sus últimas entrevistas.
Además, en el seleccionado brasileño, fue uno de los que presionó, en Suecia, en 1958, para que el técnico Vicente Feola incluyera en el equipo una promesa de 17 años llamado Edson Arantes Do Nascimento (Pelé). La historia le dio la razón.
Didí, quien solía llamar a la pelota "niña", criticaba principalmente la preocupación de los técnicos con el esquema defensivo, que consideraba "excesiva".
"Con un arquero, dos zagueros y dos volantes de contención tenemos a cinco jugadores, o sea, casi medio equipo que no se mueve en la cancha. Los entrenadores tienen miedo a ser despedidos y juegan para no perder. Es irritante", decía.
Una trayectoria intachable
Nacido el ocho de octubre de 1929 en la ciudad de Campos, en el estado de Río de Janeiro, Didí inició su carrera en las canchas en 1943, jugando por el equipo infantil del Sao Cristovao Carioca.
En el año siguiente debutó como profesional en el modesto equipo de Industrial. Entre 1946 y 1948, actuó con otros tres clubes pequeños -Lencoense, Río Branco y Madureira-, antes de conseguir su primer contrato con un equipo importante, en Fluminense carioca, en el que actuó entre 1949 y 1956.
En 1957, durante un partido contra Perú, por las eliminatorias al Mundial de Suecia, inscribió su nombre en la historia del fútbol con un gol de tiro libre, en el que la pelota hizo una insólita curva en el aire.
Había inventado el disparo que bautizó como "hoja seca", un nombre inspirado en los movimientos de las hojas que caen de los árboles en el otoño.
En 1959, tras la conquista del primer título mundial del fútbol brasileño en Suecia, Didí fue fichado por el Real Madrid español, en el que actuó por un año, antes de volver al Botafogo y a la selección nacional, para conquistar otro campeonato mundial en Chile 62.
Luego se trasladó al Sporting Cristal, donde conquistó el título peruano en 1963, y al año siguiente volvió a Brasil y al Botafogo, donde permaneció hasta 1965, cuando fue fichado por dos años por el equipo mexicano de Veracruz.
Un año más tarde, volvió a Brasil y terminó su carrera como futbolista en el equipo de Sao Paulo. Tres años después debutó "a lo grande" como técnico, dirigiendo la selección peruana en las eliminatorias al Mundial de México 70.
De esa época, guardaba un recuerdo de angustia, el del partido entre Brasil y Perú por la Copa de México. "Yo dirigía a Perú y mis piernas temblaban. El sudor cubrió mi rostro y mis manos estaban heladas. Yo pensaba: «Y si yo elimino a Brasil?»".
Como técnico, dirigió además al River Plate argentino, donde llevó a primera división a jóvenes talentosos que luego se destacaron por sus trayectorias como Juan José López, Norberto Alonso, Joaquín Martínez, Carlos Barisio y Jorge Vitrola Ghiso, al Fenerbahce de Turquía, al Kuwait Sporting Club, a dos equipos de Arabia Saudita -Al Ahli Club Jeddah y Shebbab Club Ryad- y los equipos brasileños de Sao Paulo, Cruzeiro, Botafogo y Bangú.
En todos los clubes donde actuó, defendió el "jogo bonito", y también lo hizo en una de sus últimas entrevistas: "Siempre llamé a la pelota de niña. Hay que tratarla bien, no a las patadas, si no, vendrá la venganza. Es una ofensa decir que no se puede ganar jugando bonito. Alcanza con recordar -los Mundiales de- 1958, 1962 y 1970. Ahí está el camino. Sólo hay que seguirlo".