| | Editorial Imprevisión y caos
| El impactante embotellamiento de tránsito que impidió durante dos días la normal circulación de vehículos por la autopista que une a Rosario con Santa Fe tiene razones todavía oscuras, pero entre ellas, sin dudas, ocupa un lugar destacado la falta de previsión. Es que para esta época del año el fenómeno que constituyen las interminables filas de pesados camiones cargados hasta el límite con granos, con destino a las terminales portuarias de San Lorenzo y Puerto San Martín, no puede ser considerado de ningún modo un suceso sorpresivo. Sin embargo, no pareció que se hubieran adoptado medidas para impedir el inevitable caos. Por el contrario, una combinación de negligencia e inercia fue el componente que disparó, finalmente, la incómoda situación, a partir de la cual se produjeron consecuencias preocupantes, entre ellas el virtual aislamiento en el que quedaron sumergidas importantes localidades de la región como Timbúes y Ricardone. La última situación descripta no puede ser considerada anecdótica. Es que los habitantes de ambos pueblos rogaban anteayer que no se produjera ninguna emergencia, ya que el formidable atascamiento impedía el paso por el congestionado lugar de autobombas, e incluso de ambulancias. Es que la acumulación de camiones resultó de tal magnitud que, pese a los múltiples esfuerzos realizados y toda la buena voluntad puesta de manifiesto por policías, inspectores de tránsito y personal de la empresa que tiene a su cargo la concesión de la autopista, ya era muy tarde para solucionar los graves problemas ocasionados. Muchas imágenes de las que se presenciaron en esas jornadas resultaron ciertamente patéticas: largas caravanas de vehículos avanzando a paso de hombre bajo la niebla y la llovizna, rutas interrumpidas, banquinas peligrosamente colmadas de camiones estacionados y esperando con paciencia que se reanudara la circulación vehicular a través de las saturadas arterias. Caos, en síntesis. Que sin duda alguna volverá a producirse si no se dan las soluciones adecuadas a los males de turno. Al respecto se alude a obras de envergadura, como la construcción de un puente intercambiador entre las rutas 11 y AO12, o la creación de un área integral para el transporte de carga que permita contener los miles de camiones que llegan a la zona. También sería necesario organizar la descarga con las terminales portuarias. La advertencia, entonces, está hecha. Y sería deseable que, esta vez, no se tendiera un manto de olvido sobre el problema hasta verlo reaparecer, incólume, el mismo mes del año que viene. Ese funesto hábito debe ser erradicado de la Argentina si es que sus habitantes aspiran a vivir en un país en serio.
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