Una chica que arrebató el arma del ladrón que la asaltaba y lo mató de un balazo quedó libre de culpa y cargo: un juez la sobreseyó al entender que había actuado en defensa propia. Quien será juzgado por ese asesinato es nada menos que el cómplice del ladrón muerto, procesado por homicidio pese a que no fue él quien gatilló el arma. Es que como todo ladrón que roba a mano armada, debe hacerse cargo de las consecuencias -previstas o no- que desencadene su asalto. Incluso si el robo deriva en un crimen.
Ese fue el criterio que tuvo el juez de Instrucción Nº14, Adolfo Prunotto Laborde, para resolver el caso ocurrido el 25 de marzo pasado, cuando una chica baleó a un ladrón que quiso asaltarla. En realidad, ese no fue el único episodio violento ocurrido esa noche y en ese lugar. Como en la trama de una película de historias múltiples, en un mismo lapso y espacio geográfico se produjo una secuencia de hechos aislados que terminarían vinculados entre sí.
Todo empezó con el robo a un bar de calle Pellegrini al 4000. El autor fue un chico vestido de negro que escapó con otro en una moto. Los policías salieron a buscarlo y a las pocas cuadras tropezaron con un joven muerto de un balazo. Según testigos, lo había baleado una chica a la que quiso asaltar junto a un cómplice que huyó en moto.
El ladrón muerto vestía ropas oscuras y el detalle fue suficiente para disparar la deducción policial: era el autor del robo al bar. El malentendido llegó al extremo cuando detuvieron en los alrededores a un muchacho golpeado y con una moto a cuestas. El caso cerraba: era el cómplice.
Pero la realidad oculta tras ese enredo era bien distinta. El supuesto cómplice no era más que un inocente motociclista que quiso denunciar un robo, y no pudo acreditarse que el joven muerto, David Fernando Dondo, fuera el ladrón que asaltó el bar.
La emboscada
El más violento de esos incidentes fue el que terminó con el crimen de Dondo. Ocurrió en Pellegrini y Servando Bayo, donde una pareja que circulaba en moto fue emboscada por Dondo y otro motociclista que intentaron robarles el vehículo. La chica se bajó de la moto, pero su novio se resistió al asalto. Dondo disparó y el joven cayó herido en una pierna.
Entonces se produjo un forcejeo entre su novia y el asaltante. "Pensé que mi novio estaba muerto pero el otro (asaltante) gritaba «quemalo, quemalo». Entonces me di cuenta de que no estaba muerto pero podían matarlo con el próximo tiro", contó la chica, M., de 19 años, al entregarse a la Justicia. De inmediato M. se abalanzó sobre Dondo. En el forcejeo se disparó el arma y el ladrón cayó muerto con un tiro en la cabeza. El restante escapó.
Basándose en ese relato, el juez sobreseyó a la joven porque consideró que actuó en legítima defensa de su vida y la de su novio. La autopsia corroboró que el disparo fue accidental, ya que se produjo a una distancia menor a 50 centímetros. Para el juez, la chica respondió con un medio racional a una agresión que ella no había originado.
Quien sí provocó los hechos, para el magistrado, fue el supuesto cómplice de Dondo, Sergio Daniel Pinazo. A Pinazo lo detuvieron en una casa de Sucre y Felipe Moré y admitió su participación. Fue procesado por el intento de robo a la pareja, agravado por las lesiones de bala que sufrió Matías (el novio de la chica). También irá a juicio por instigar el homicidio de este joven -ya que dio la orden de que lo "quemaran"- y como coautor del crimen de Dondo.
Según el juez, su intervención fue clave para que el robo terminara de un modo trágico: fue su orden de matar a Matías lo que cambió el curso de los acontecimientos, ya que hizo que M. reaccionara y matara al ladrón armado. Además, para la ley, alguien que resuelve robar una moto está dispuesto a asumir los riesgos de usar un arma de fuego, "incluso la muerte de un tercero".
Otro de los protagonistas de la historia fue el joven motociclista detenido erróneamente, Darío Velázquez, de 19 años, quien recibió el sobreseimiento en la causa. Velázquez fue víctima de otro de los delitos ocurridos en la zona pero la policía lo arrestó cuando quiso hacer la denuncia.
A este muchacho se le rompió la moto en Pellegrini y Avellaneda y tres jóvenes quisieron asaltarlo. Lo tiraron al suelo, lo golpearon y se fueron sin robarle nada. Cuando llamaba a la policía desde un teléfono público, pasó un patrullero. Quiso denunciar el robo pero lo llevaron detenido y lo acusaron del asalto al bar y el crimen del ladrón.
La investigación tampoco encontró conexión entre estos dos hechos. El dueño del bar no reconoció a Dondo como el asaltante. Ahora el juez ordenaría el reconocimiento de Pinazo -su cómplice- lo que permitiría comprobar si al menos dos de los sucesos estaban relacionados o si todo fue una cadena de malos entendidos.