Cuando un ladrón decide dar un golpe junto a otros delincuentes, debe atenerse a todas las consecuencias, incluso a aquellas que derivan de actos que no ejecutó directamente. Si no lo sabían, Ricardo Andrés González y Diego Patricio Duarte ahora lo tendrán claro: aunque ninguno de ellos asesinó a la víctima de un robo que cometieron junto a un tercer asaltante, ambos deberán pagar por esa muerte.
Este es el sentido del fallo que acaba de producir el juez de Sentencia Nº 6, Alberto González Rímini. A González, que es un ladrón reincidente, lo condenó a 17 años y 3 meses de prisión. Y a Duarte lo sentenció a 10 años. En ambos casos aplicó el mismo criterio: por el sólo hecho de haber participado voluntariamente en el atraco, ambos son responsables de homicidio.
El atraco ocurrió el 12 de octubre de 1998 en la ciudad de San Lorenzo. A eso de las 2 de la tarde, González, Duarte y otro ladrón menor de edad entraron a un quiosco con la intención de robar unos pesos. Al frente del pequeño negocio no estaban los dueños sino sus padres: Julio Blaz, de un jubilado de Fabricaciones Militares de 74 años, y su esposa de 70.
Armado con un pistolón calibre 36, González encaró directamente a Blaz para pedirle el dinero mientras Duarte hacía de campana. El tercer asaltante, en tanto, también entró al negocio con una gran cuchilla y se dedicó a controlar a la mujer y ver qué podían robar.
Blaz quiso resistirse al atraco y forcejeó con el asaltante, quien llegó a disparar el pistolón aunque sin herir a nadie. Entonces su acompañante reaccionó, soltó a la mujer y clavó su puñal en el cuerpo de la víctima. El hombre murió casi en el acto.
Frente a ese desenlace, los ladrones huyeron sin botín alguno de la misma manera en que habían llegado: en un remís que abordaron a metros del escenario del robo. Luego, la descripción aportada por los dos choferes -el que los llevó al lugar elegido para el golpe y el que los devolvió a su escondite- sería decisiva para identificarlos y detenerlos, unas pocas horas después del hecho.
Duarte y González enseguida confesaron, pero los dos culparon al tercer cómplice por el homicidio. Más tarde González diría que la policía armó su declaración y lo obligó a firmarla, pero el juez la consideró como una maniobra "tardía" y la desechó de plano.
"Activo protagonismo"
Como es menor, el tercer asaltante no fue juzgado por González Rímini, a quien sólo le tocó analizar el grado de participación y la responsabilidad de los otros dos ladrones. Pero respecto de ellos, el fallo fue categórico: como los dos tuvieron "un activo protagonismo" en el hecho que derivó en la muerte de Blaz, son responsables de homicidio porque "prestaron su voluntad para el robo" aun cuando no hayan ejecutado el acto mortal propiamente dicho.
Por eso el juez los condenó con la misma severidad que hubiera correspondido aplicar al autor material de la puñalada. El que se llevó la peor parte es González, quien en ese momento estaba en libertad condicional mientras purgaba una condena a cinco años y tres meses de prisión por un robo a mano armada. Por eso, a los 12 años que le corresponden por le homicidio de Blaz el juez le sumó aquella sentencia y la estiró hasta los 17 años y tres meses.
González y Duarte apelaron el fallo, que por lo tanto aún no es definitivo.