Murió ayer el periodista Germán Sopeña. Apenas unas horas antes abandonaba la redacción de La Nación -donde era secretario general- luego de firmar una nota y prepararse para viajar al Sur del país, su gran metejón, para participar de un homenaje al Perito Moreno. En el diario había dejado una columna en el suplemento de Economía & Negocios, sobre Domingo Cavallo y su estadía en Washington. Sus compañeros en La Nación señalaban que el periodista encontró la muerte rumbo al sur, a partir de una iniciativa propia que lo llevó a organizar un homenaje al Perito Moreno en la zona de Lago Argentino, a donde se dirigía en el momento del accidente.
Era un profesional de escritura medulosa y reflexiva, elegante y sobrio con las palabras; un hombre apasionado cuando hablaba de la Patagonia, de los trenes, de los autos clásicos, del jazz o de la bossa nova.
Quince días atrás, en Londres, Sopeña estuvo en una exposición de sus fotografías sobre los caminos del Perito Moreno en la Patagonia, presentada en la Royal Geographic Society, a la que asistió una descendiente de Charles Darwin.
Germán Sopeña nació en la provincia de Córdoba en 1946, estudió Ciencias Políticas en la Universidad de El Salvador y luego de graduarse hizo estudios de postgrado en París: primero en el Instituto de Estudios Políticos y luego en la Sorbonne.
Trayectoria periodística
Casado y con dos hijas, Sopeña se inició en el periodismo en 1966: fue redactor, secretario de Redacción y director de varias publicaciones de la Editorial Abril: Parabrisas, Panorama, Corsa y Siete Días, y corresponsal en Francia de esa editorial. Colaborador free lance del diario La Prensa y jefe de Redacción de Tiempo Argentino.
Desde 1986 hasta 1992, se desempeñó como jefe de Economía de la Nación, luego prosecretario y secretario general. Era profesor de periodismo en la Universidad de Belgrano.
En 1991 recibió la beca Eisenhower para investigar sobre economía y política en los Estados Unidos. Y escribió los libros "La libertad de su tren" (1990), "Testimonio de nuestra época, del socialismo al liberalismo" (1991) y "La Patagonia Blanca. Viajes a los Hielos Continentales" (1998).
Este último libro es la crónica del cruce aéreo de norte a sur de los hielos continentales que Sopeña y un grupo de amigos hicieron desde El Chaltén, una pequeña localidad santacruceña de 100 habitantes, para luego entrar por el paso del Viento a los hielos, sobrevolarlos, y bajar en la estancia Cristina, al pie del glaciar Upsala.
En este texto -que refleja su enamoramiento por el sur argentino- y como una ironía del destino, Sopeña reproduce un diálogo con Agostino Rocca, también fallecido ayer y compañero en estas aventuras.
"Tengo un Cessna nuevo"
"Tengo un nuevo Cessna Caravan de gran autonomía y quiero sobrevolar los hielos continentales, ¿querés venir?", le dijo en ese entonces el dueño de Techint. "¿Cuando partimos?", contestó Sopeña.
"El Caravan es muy impactante a la vista, turbohélice, ala alta, tren de aterrizaje fijo, robusto y apropiado para bajar en cualquier terreno, con tal de disponer de 300 metros libres", describió en ese entonces el periodista.
"Tiene nueve plazas en las que nos acomodamos, cámara en mano, Agostino, su copiloto Raúl Tejedor y los montañistas Jose Luis Fonrouge y Sebastián Letemendia, con sus esposas", contó sin imaginar que sería en ese avión, junto a sus amigos Rocca y Fonrouge, donde encontraría la muerte.