Con Pedro Pou fuera del Banco Central, el ministro de Economía, Domingo Cavallo, limpió el primer obstáculo para su objetivo de reconvertir al organismo monetario hacia un rol expansivo y bajar la tasa de interés. Una jugada festejada por analistas y referentes de la economía real pero considerada riesgosa e incierta por parte de los más ortodoxos.
El nuevo titular del Central, Roque Maccarone, se alineó desde el primer día de trabajo con las nuevas ideas del ministro, al declarar que la autoridad monetaria no debe ser una isla dentro de la economía y anticipar que revisará la política de encajes que rige desde el inicio de la convertibilidad.
Para Cavallo, en un criterio compartido con los sectores que se entusiasman con su flamante heterodoxia, la posibilidad de echar mano de los recursos que actualmente están destinados exclusivamente a garantizar la solvencia del sistema financiero, es la llave para bajar el costo financiero.
Como dato, la reducción del 2% en los requisitos de liquidez que deben integrar los bancos en el Central como resguardo de los depósitos, se cuantifica en unos 2 mil millones de pesos. Sin embargo, esa plata fue a parar a la compra de un bono del Estado y no ampliar la oferta de crédito al sector privado.
Esta es la duda que campea entre los economistas, incluso entre los más afines al ministro. ¿Cuál es la garantía de que una menor imposición de requisitos de liquidez llegue a la actividad productiva bajo la forma de un menor costo del capital? ¿Qué impide que ese dinero se quede en el circuito financiero o se derive al financiamiento de un Estado al borde de insolvencia fiscal? ¿En qué medida los agentes económicos pueden tomar estas medidas como un aliento para decidirse a ahorrar o a invertir?
Para Tulio Cecconi, economista de la Fundación Mediterránea (delegación Litoral), la flexibilización de la normativa regulatoria del sistema financiero persigue el efecto primario de la baja de interés, pero advirtió que "una sola medida no garantiza esas previsiones se concreten".
"El problema de la Argentina pasa por la falta de reactivación, las decisiones postergadas de inversión y las dificultades de las exportaciones; en ese sentido habría que ver frente a una rebaja de encajes qué van a hacer los bancos y quienes van a demandar créditos", señaló.
Para el analista, la jugada tiene sentido en la medida en que estimule a los sectores productivos por la vía de rebaja de impuestos distorsivos y protecciones arancelarias, que se aleje el fantasma de la cesación de pagos con el canje de bonos y que se tomen medidas para recrear expectativas.
Señaló que una nueva política monetaria, con un conjunto de medidas que la acompañe, tiene la virtud de repensar la forma de bajar el costo financiero, sin esperar exclusivamente que un ajuste reduzca el riesgo país y eso se traduzca en menores intereses. Sin embargo, advirtió: "En la medida que la gente no le crea al plan ni a los bancos, la rebaja de encajes se anularía por la falta de expectativas y la incertidumbre".
En una línea similar se inscribió el desarrollista Aldo Ferrer: "La flexibilización de encajes es una buena medida pero la baja de tasas realmente dependerá de una serie de factores como son las exportaciones o la salud de las cuentas públicas". Los encajes bancarios son inmovilizaciones que los bancos tienen que hacer sobre un porcentaje de los depósitos, para hacer frente a eventuales corridas. En un esquema rígido como el de la convertibilidad, la solvencia del sistema financiero es tan importante como el uno a uno. Cabe recordar que durante el efecto tequila, se retiró el 18% de los depósitos del sistema.
Con depósitos por 80 mil millones de pesos y dólares, el dinero inmovilizado por estar integrado a los encajes llega a unos 14.500 millones. El otro cambio que impulsa Cavallo, y que es bienvenido por los banqueros, es la posibilidad de integrar como requisito de liquidez en el Banco Central, los encajes técnicos que las entidades deben preservar en sus propios tesoros.
Con este mecanismo, podrían contabilizarlos a los efectos de cumplir con los requisitos de liquidez que deben depositar en el Central, que a diferencia de los otros, son remunerados.
El problema es el gasto
El economista Jorge Bertero señaló que los encajes del sistema financiero son "exagerados" en la actualidad, cuando la mayoría de los bancos son internacionales y cuentan con el respaldo de sus casas matrices. Sin embargo, insistió en señalar que la reducción del costo financiero está atada a la solución de los desequilibrios macroeconómicos.
"Una política monetaria restrictiva influye sobre las tasas pero lo que más condiciona esta variable es el riesgo país, la evolución de las cuentas públicas y la solvencia intertemporal del Estado", señaló. En ese sentido, consideró que más importante para inducir a una reducción del costo financiero es el proyecto de canje de bonos por 20 mil millones de dólares que estudia el gobierno.
En esto coincidió el economista Jaime Abut, quien señaló que la reestructuración voluntaria de las deudas en bonos "despejarán el temor a una cesación de pagos" y descomprimirán el clima financiero. "Este canje le daría al gobierno una tranquilidad mayor", estimó y agregó que para reducir las tasas es imperioso desactivar la perversa rueda entre déficit fiscal y deuda pública. "Mientras los bonos rindan por encima del 20% difícilmente la gente se arriesgue a invertir", agregó.
El giro en la política monetaria es una de las ideas fuerza del ministro Cavallo, que exhibe su heterodoxia discursiva como una palanca de reactivación. Aún así, negocios son negocios, y el ajuste combinado con aumento de impuestos que anunció el viernes pasado (prenda de cambio para lograr un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional) da cuenta de los límites que todavía cercan a su propia receta.