Año CXXXIV
 Nº 49.102
Rosario,
domingo  29 de
abril de 2001
Min 11º
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El tránsito de discípulo a maestro
Rodolfo Mederos abrió el ciclo cultural de la Bolsa de Comercio de Rosario
El bandoneonista ratificó su dominio sobre los secretos del tango tradicional y de proyección

Marcelo Menichetti

Rodolfo Mederos ofreció un brillante concierto el jueves último en el Hall Central de la Bolsa de Comercio de Rosario ante un marco de público que no dejó un sólo resquicio libre del espacioso ámbito. El músico demostró que ha llegado la hora de dejar de considerarlo un discípulo dilecto de Astor Piazzolla y reconocer ampliamente su cabal categoría de maestro del bandoneón. El artista que alguna vez integró la fila de bandoneones de las orquestas de Osvaldo Pugliese y de Astor Piazzolla construyó, con su actuación, una arquitectura que apoyó sus bases en el sonido más nuevo de la música urbana argentina de raíz tanguera sin dejar de lado las composiciones tradicionales del género ciudadano.
En lugar de abrir el espectáculo con sonidos familiares al oído del grueso del público el músico prefirió hacerlo con obras propias, de neto corte vanguardista. Al frente del quinteto integrado por Armando de la Vega (guitarras), Damián Bolotín (violín), Hernán Posetti (piano) y el rosarino Sergio Rivas (contrabajo), Mederos inició el concierto con "Todo ayer", un gran tema propio que se inscribe en un género que escapa a los marcos formales del tango aunque se basa en él.
Luego de presentarse ante el público y de demostrar su costado didáctico explicando que la música fácil de comprender puede ser sospechosa y que es bueno abrirse a las nuevas propuestas, anunció "El otro camino", una bella composición que realizó para una película.
Con el público atornillado a sus asientos y con un cerrado silencio que solamente se rompió para coronar con aplausos y bravos el final de cada tema, Mederos fue armando su extraña construcción apoyada en los riesgos y ganando voluntades en el auditorio. "Memorias y olvidos", tema que dedicó a los viejos tangueros, y "El agua que corre" ("Composición que no hice inspirado en el mar o en algún río sino en una gotera de mi casa durante una tarde de lluvia", según aclaró el instrumentista) fueron los dos temas propios elegidos para el primer tramo del concierto que se cerró con la brillante "Kicho", de Astor Piazzolla.
Sin mediar intervalo, pero claramente distinta de la primera, la segunda parte de la función arrancó con "Romance de barrio", el vals de Aníbal Troilo que abrió la puerta a los temas conocidos por todo el público, aunque en versiones enriquecidas por el virtuosismo del bandoneón de Mederos y el impecable apoyo de un cuarteto que, como dice la popular, es "un fierro". En ese mismo carril siguieron la "Milonga de mis amores", de Pedro Laurenz y "La yumba", de Osvaldo Pugliese para finalizar el concierto con otra obra propia: "Nuestros hijos", tema que mezcla la densidad de climas reflexivos con pasajes intensos y vertiginosos que revelan una música sentida y visceral.
Tras el reclamo del público, el primer bis que ofreció el artista fue una impagable versión de "Nunca tuvo novio", de Enrique Cadícamo, que Rodolfo Mederos tocó en un solo de bandoneón que además de acortar distancias en la creación de un clima íntimo y confesional demostró que el músico conoce tan profundamente la médula del tango que cuenta con total autoridad como para que se lo deje de considerar un discípulo "de" y se lo considere un auténtico maestro del bandoneón.
El corolario del gran concierto, con el quinteto completo sobre el escenario, fue una impecable versión propia de "Verano porteño", de Astor Piazzolla, a estas alturas un clásico de la música nacional.



Mederos y su bandoneón capitanearon el quinteto.
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