Ricardo Luque
¿Qué se cocina en la televisión? Un poco de todo. Política, deportes, espectáculos. También, algunos apetitosos platos, dignos de paladares exquisitos y mesas bien servidas. El buen comer es una de las grandes pasiones de los argentinos y los canales lo saben, así que a la hora de buscar ampliar su público no dudaron, a pesar de los riesgos que implica, meterse en un territorio femenino por excelencia. De hecho, el primer título que impuso en la televisión local el empresario cubano Goar Mestre fue "Buenas tardes, mucho gusto", un magazine dirigido al público femenino en el que hizo su debut televisivo una joven, pero ya regordeta, Doña Petrona C. de Gandolfo. El ciclo, que se comenzó a emitir a fines de 1960, estuvo en el aire durante 22 años y erigió a su ecónoma estrella en un mito de la cocina argentina. Gracias a la celebridad que le dio la televisión, y a su habilidad para cocinar platos exóticos parada frente a una cámara y rodeada de muebles de cartón piedra, Doña Petrona se convirtió en un modelo de ama de casa. Su influencia fue tan fuerte en la vida cotidiana de los argentinos que ningún hogar que se preciara de estar bien constituido podía tolerar que, entre sus bienes más preciados, faltara su libro de recetas de cocina. Generaciones de mujeres, desoyendo los consejos del Movimiento de Liberación Femenina, aprendieron el sutil arte de la cocina de la mano de Doña Petrona. Su figura tuvo una influencia similar e inversa, claro está, que la que tuvo en Francia Simone de Beauvoir. Su prédica llegó lejos y, como corresponde, tuvo su émulo rosarino: la Señora Nilda de Ziemenciuk, quien, siguiendo los pasos de la maestra, cocinó durante años en la pantalla. Pero hasta aquí, en el más apartado rincón del globo terráqueo, las cosas cambian y, de pronto, cocinar en televisión dejó de ser un patrimonio exclusivo de las mujeres. De la mano de un simpático y algo pícaro cocinero español, Karlos Arguiñano, la cocina fue al fin conquistada por el hombre. Subidos en la ola del éxito de su programa apareció una multitud de chefs dispuestos a seducir al público femenino con sus ollas y sartenes. El más bizarro de la nueva camada de cocineros de televisión es el Gato Dumas. En la misma línea que su colega gallego, hizo de la cocina un show que poco y nada tiene que ver con el espíritu que animó a los programas para mujeres al estilo de "Utilísima". Su voracidad publicitaria lo llevó a trasladar su cocina por distintos paisajes del país y de este modo, a los habituales anunciantes del género, sumó los del área de turismo. El boom de la cocina televisiva impulsó un nuevo emprendimiento: la creación del canal de cable elgourmet.com, con una programación dedicada exclusivamente a las delicias de la buena mesa y orientada a captar las pautas publicitarias de los productos esenciales para la vida hogareña, desde los alimenticios y de limpieza hasta los de belleza. Las tandas, de este modo, se parecen peligrosamente a las góndolas de los supermercado. En el último tramo de la carrera por sacar provecho al interés de los anunciantes por seducir al público femenino apareció en escena Rodolfo Ranni. El actor, que últimamente parece no tener reparos al aceptar trabajos en televisión, se puso el delantal y, cuchara en mano, puso manos a la obra. Su pasión por la cocina no es nueva, ya la había despuntado en "Los machos", donde, un poco en serio, un poco en broma, hizo gala de sus habilidades culinarias.
| |