Aunque los problemas sectoriales no son pocos, es obvio que durante la última semana los ojos del país no estuvieron puestos en el campo, sino en la crítica situación que alcanzó la Argentina. La alarma, sin embargo, no alcanzó para ocultar cierto nivel de hartazgo y hasta agotamiento que comienza a vivir la población ante la recurrencia de situaciones que, al decir de los especialistas, no responden a condiciones técnicas, y sí a "pulseadas" políticas lideradas por actuales y ex-funcionarios, aparentemente más interesados en su propia campaña que en los intereses del conjunto, o el futuro del país.
Y esto, que la gente percibe claramente, es lo que termina aburriendo y enojando a los ciudadanos que, en definitiva, son los que hacen el esfuerzo, achican los gastos, pagan los impuestos, y encima reciben los cimbronazos de los errores o decisiones de unos pocos que, al menos, se podría calificar de "irresponsables".
Lo concreto es que sin causa clara aparente, la Argentina llegó a un nivel inédito de incredulidad internacional acerca de la seguridad sobre el cumplimiento de sus compromisos de pago externos, que se vio reflejado en el extraordinariamente alto riesgo-país que llegó a superar los 1.300 puntos (Polonia ronda los 180, por ejemplo).
Es cierto que muchos no saben en qué consiste el riesgo-país, y menos aún conocen el por qué se puso tan "de moda". Sin embargo, prácticamente nadie duda acerca de la gravedad de la situación y se percibe que no es bueno para nadie.
En el caso del campo, como cualquier actividad productiva, uno de los factores más graves pasaría por el corte del financiamiento, además del costo que podría tener el escaso crédito vigente. En medio, mientras tanto, vendrían todos los costos "indirectos" generados por una conmoción económica semejante.
Pero esto es casi hacer "crisis por anticipación", y si bien hay que tener en cuenta los escenarios probables (especialmente para tomar todos los recaudos que se pueda), para los productores la prioridad es "hoy", y allí es bastante lo que hay para hacer.
Algunas frases interesantes escuchadas en los últimos días dan cierta idea de las urgencias y sus déficits. Por ejemplo: "Se está haciendo política con la sanidad y no política sanitaria", en referencia a las indefiniciones y falta de puesta en marcha de medidas que aún subsisten en este tema, a pesar de que ya hace ya 10 meses que se conoció el primer caso de aftosa en el país.
"Cuando los productores están destruídos financieramente, entonces los precios se hacen polvo", aludiendo a la falta de "despegue" de los precios de algunos granos, a pesar de las complicaciones que está teniendo la cosecha. En este sentido también se supo que el debilitamiento relativo responde además al mantenimiento en el retraso por las devoluciones del IVA a la exportación (que terminan pagándolo los productores). Esto determina, por ejemplo, que "algunos empresas están pagando menos las compras con IVA que las sin IVA", según reconoció un operador.
Es obvio que, indirectamente, esta afirmación está implicando que el circuito comercial puede ser inducido a una irregularidad (algunos la llaman también evasión) adicional por esta causa.
Más penurias
Otro tema que pesa negativamente es el de los conflictos que el sector aceitero está viviendo en algunos países como Chile y Bolivia, lo que también afecta al mercado, en este caso, de oleaginosas y, como si fuera poco, al impacto muy negativo que las nuevas medidas en cuanto al impuesto al cheque están teniendo el área de comercialización, y que de no corregirse determinará, lisa y llanamente, la desaparición de algunos eslabones de esta cadena.
Es que, especialmente, tanto los corredores, como el acopio y los consignatarios de hacienda resultan muy afectados por la medida al punto de perder sus ya escasos márgenes por operación si subsiste la decisión oficial.
Es obvio que todo esto, además de otra serie de factores, afectan al sector, recortan su rentabilidad o acentúan su quebranto, complican la operatoria y, en definitiva, deprimen las expectativas.
Aún así, también se escuchó decir estos días que "el campo no está tan mal ya que vende sus productos y además los cobra. En el resto de la economía directamente no se vende, y cuando se lo hace, no se cobra". ¿Será un consuelo?