| | Editorial Preservación del Monumento
| De concienzudo e importante cabe calificar al necesario programa de restauración escultórica y ornamental del Monumento Nacional a la Bandera puesto en marcha por la Municipalidad. Es el primero de característica tan amplia y profunda que se llevará a cabo desde su inauguración, en 1957. En anteriores oportunidades hubo otros trabajos en tal sentido, pero siempre fueron de índole parcial y con especial atención -y no siempre feliz resultado- a la limpieza y el mantenimiento de la cobertura pétrea de la magna obra, verdadero e indiscutido emblema de la ciudad, cuna orgullosa de la enseña nacional creada por aquel ejemplar e inolvidable civil vuelto militar por el llamado de la patria que fue el abogado y general Manuel Belgrano. El proyecto, elaborado en forma conjunta por las secretarías de Gobierno y de Cultura, contempla trabajos de mediano y largo plazo que, entre dos y tres años, ejecutará el experimentado equipo de seis especialistas restauradores que dirige el artista plástico Marcelo Castaño. Técnicos y colaboradores trabajarán sobre las 25 grandes obras escultóricas, en su mayoría pertenecientes a los artistas Alfredo Bigatti y José Fioravanti, de las cuales 19 en el área de la torre central y en su interior, mientras que seis se levantan en el propileo y en la Galería de las Banderas de América. A ese conjunto hay que agregar las 10 esculturas de Lola Mora emplazadas en el Pasaje Juramento. También se contempla actuar sobre las piezas ornamentales de bronce, como las ánforas, farolas, llama votiva y mástiles. En buena hora que la Municipalidad haya decidido encarar una tarea de restauración en profundidad como la anunciada, que sin dudas más adelante deberá ser acompañada por otras que también contemplen el siempre presente y complejo problema de la limpieza y el mantenimiento de los delicados componentes pétreos del monumento. Es que, como bien se sabe, la roca utilizada en su construcción es muy porosa y no tiene capacidad para resistir indemne -es obvio que sin asistencia- por mucho tiempo las contingencias climáticas. Y en buena hora también que el responsable técnico de la tarea haya anunciado que al concluir los trabajos se volverá al punto de partida para recomenzar la labor. Es que de tal manera, con esa acción -podría decirse que circular- se cumplirá con el sano criterio conservacionista. Ese que indica que toda obra de arte debe ser vigilada y preservada de manera permanente. Ello con el fin de que concrete en plenitud su alto cometido, que no es otro que el enriquecimiento, sin exclusiones sociales ni de ninguna otra condición, del patrimonio espiritual de toda la humanidad a través del goce estético. Francamente aleccionador resultará ver en los tiempos por venir a los técnicos preservacionistas rosarinos trabajando sobre las esculturas del Monumento Nacional a la Bandera.
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