Marcos López (Santa Fe 1958) se convirtió en pocos años en uno de los fotógrafos argentinos más destacados. Uno de sus méritos fue haber retratado como ninguno una de las eras más significativas del país: la menemista. Parte de esta producción fue reunida por el artista en el libro "Pop latino", donde se suceden curiosos personajes a todo color. Pero qué es exactamente "Pop latino". Marcos López lo define como "un shopping center de cartón pintado que tambalea azotado por los vientos patagónicos", y agrega: "Al terracota profundo de la América altiplana lo cambio por rojo tahití, verde calypso o rosado escarlata. El color de los carros en Maracaibo. Un toque de humor y cierta liviandad en la mirada. Un evitar lagrimear por miedo de llorar hasta morir...". Si bien el color de sus fotografías aluden a cierto clima de la era menemista, no menos cierto es que los mismos aires parecen prolongarse en distintos países, incluso, aunque con variantes, en la Cuba de Fidel Castro. "Desde que comencé con la fotografía -explicó el artista-, mi trabajo se centró en el retrato en blanco y negro. Rollei de dos objetivos, poses largas, climas provincianos y composiciones clásicas. Gran parte de este trabajo, quedó registrado en un libro ("Fotografías-Marcos López", publicado por La Azotea) editado en Buenos Aires. Luego del libro, necesité cambiar al color. Ingenuamente creía que de ese modo podía combatir mi lado melancólico y tomarme la vida desde un ángulo menos denso". Con referencia a los temas de indudable cuestionamiento social pero con toques de humor, advierte que le resulta difícil decir por qué los aborda. "Es como preguntarme por qué me gusta retratar a las camareras de los hoteles donde me hospedo. pero bueno, en principio me interesa el tema de la patria, entre comillas. Mirar América latina desde el sur. Tomar esta serie como una crónica subjetiva de este fin de siglo menemista. También quiero que se note en la imagen que soy un artista que mira desde el sur y desde el subdesarrollo". El artista elige palabras como "espejitos de colores y teléfonos celulares en un país de cartón pintado", para explicar ciertas sensaciones. Mientras tanto, propone intentar "buscar un color local propio para esta tierra de inmigrantes que siempre miró a Europa. Un color nuevo pero no menos auténtico que el terracota profundo de la América India". Según dice, más bien ve a "la Argentina del color del desteñido del frente de una discoteca patagónica. No uso Photoshop ni Macintosh ni nada de eso. Me interesa hacer collages reales y retocar a mano lo blanco del ojo y trabajar encima de las copias con pinturitas. En las tomas pongo a dos o tres asistentes con pancartas atrás de los personajes y echando humo con máquinas de gas". "En fin -concluye-, es la eterna búsqueda de la identidad en un país que se formó con gente que bajó de los barcos. El tango que llevamos dentro. Reflejar el doble discurso de la modernidad. Todo esto trato de que se vea en mis fotos".
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