Año CXXXIV
 Nº 49.094
Rosario,
sábado  21 de
abril de 2001
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Un cazador convertido en pieza de caza
El incorruptible juez Garzón se salva de ser sancionado por revelar secretos sumariales en un best seller

Jorge Vogelsanger

Madrid. - Dicen que el juez Baltasar Garzón ha cometido dos graves errores en su vida. El primero fue su efímera incursión en la política de la mano de los socialistas en 1993. Y el segundo, haberle contado su vida a la periodista Pilar Urbano para una biografía autorizada que se convirtió en un éxito de ventas. Del primer error logró recuperarse. Y el segundo le habrá valido de advertencia, luego de que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el máximo órgano de gobierno de los jueces, decidiera esta semana archivar el expediente por presunta revelación de secretos sumariales que le fue abierto a raíz del mencionado libro.
Y es que, pese a haber dado carpetazo al asunto, el CGPJ no absolvió en toda regla a Garzón, ya que sí constató que se revelaron secretos, pero sin poder probar que la infracción haya sido cometida por este magistrado. De no haber sido así, ello podría haber significado el final de la carrera de este magistrado de la Audiencia Nacional de Madrid que, tras adquirir fama de juez incorruptible en su país, se convirtió en un símbolo de la Justicia internacional por los sumarios abiertos contra el ex dictador chileno Augusto Pinochet o los ex represores del régimen militar argentino (1976-1983).
Las acusaciones a las que se enfrentó Garzón eran muy graves. En el libro (Editorial Plaza & Janés) aparecen revelaciones y datos de actuaciones judiciales y sumarios de algunos de los más sonados casos de corrupción, narcotráfico o terrorismo del país. El propio juez y Urbano, una periodista de reconocido prestigio, negaron que las informaciones a las que se refería el expediente hubieran salido de la boca de Garzón.
Pero lo cierto es que las faltas que se investigaron podían haber supuesto para el magistrado sanciones como una multa de hasta 500.000 pesetas (2.800 dólares), una suspensión de hasta tres años, un traslado forzoso a otro juzgado o, incluso, la separación de por vida de la carrera judicial. Habría sido una ironía del destino que un juez como Garzón, que se ha atrevido con casos que ningún otro colega quiso tocar y que lo han convertido en uno de los personajes públicos más amenazados por el grupo armado ETA o las mafias del narcotráfico, sucumbiera a sus 45 años ante el único enemigo que parece capaz de derrotarlo: él mismo.
Es sabido que Garzón, además de brillante magistrado, o tal vez por eso mismo, es vanidoso y tiene mucha ambición. "El ego le sale por todos los poros, hasta en las fotografías", decía el columnista Josep Ramoneda, al señalar que el juez "quiere explicar su verdad al mundo". Y la biografía, cuyo título habla por si sólo, quizás le pareció un buen vehículo para ello. Posiblemente su intención fuera loable -dicen que le ofrecieron 600.000 dólares por el libro pero él no quiso cobrar nada-, pero a punto estuvo de que se le complicaran las cosas.
En 1993 Garzón ya había sucumbido una vez ante su afán de protagonismo. En ese entonces, Felipe González, a raíz de los escándalos que sacudían su gobierno, lo convenció para presentarse en la lista electoral de los socialistas. Fue elegido diputado, pero esa aventura terminó al año siguiente, cuando Garzón se dio cuenta de que no lo dejaban en realidad actuar contra la corrupción. Hoy día, cuenta Urbano, el juez está convencido de que González fue cómplice de la corrupción y de que mintió ante los tribunales.
A Garzón no le tembló el pulso cuando sentó en el banquillo a la cúpula del ministerio del Interior de la etapa socialista (1982-1996) por el caso de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), una banda que a modo de los escuadrones de la muerte cazó y mató a miembros de ETA. El magistrado intentó enjuiciar al propio Felipe González -algunos dicen que por venganza-, pero no lo consiguió.
Entre sus actuaciones están además el cierre del diario Egin, cercano a ETA, la desarticulación del aparato financiero del grupo armado, los procesos contra los capos del narcotráfico gallego, la investigación de casos de corrupción en la unidad antidroga de la Guardia Civil o el sumario por prevaricación que le costó la carrera a otro juez estrella del país, su ex amigo Javier Gómez de Liaño. Con ello Garzón se ganó muchos enemigos y éstos aprovecharon el expediente disciplinario para tratar de hundirlo. "Baltasar, tú eres en lo judicial una pieza de caza mayor muy codiciada. Te han puesto la cruz del visor en el costado, todos te quieren batir". La advertencia del compañero de gimnasio del magistrado, reseñada en el libro de Urbano, sigue vigente aún después de archivado el expediente sancionador.


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