Año CXXXIV
 Nº 49.094
Rosario,
sábado  21 de
abril de 2001
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Panorama
¿La Argentina está volviendo al pasado?
Muchos de los problemas que sufre el país parecen sacados de la década que se fue. Cómo salir del laberinto

Susana Merlo

Nuevamente hay aftosa. El Mercosur, lejos de recuperarse parece caminar hacia su disgregación. Antiguas caras en la función pública vuelven a estar en la primera línea. Como si fuera poco, buena parte de la provincia de Buenos Aires está bajo el agua. Se vuelve a hablar de unificación de las Bolsas, reaparecieron mangas de langostas. ¿No estaremos nuevamente a principio de los 90 y no nos dimos cuenta?
Llama la atención esta vocación argentina. Esta insistencia en volver, esta tendencia a repetir situaciones, y lo peor, a cometer los mismos errores.
En el interín, con muchos problemas a cuesta (y la falta de recursos económicos y humanos es apenas uno más), a las autoridades parece costarles mucho "arrancar el motor" y poner la máquina en marcha como se requiere, rápidamente. Por ejemplo, recién después de casi un mes comenzó a completarse el equipo del área agrícola. Vale reconocer, en este sentido, que los principales funcionarios prácticamente no estuvieron en el país en ese lapso y esto, por sí solo, merece un capítulo aparte.
Por un lado, se sabe que los principales temas que preocupan al campo pasan hoy directamente por el Ministerio de Economía, más que por Agricultura. De ahí que los continuos viajes del ministro Domingo Cavallo, urgido por explicar su política económica en los principales lugares del mundo, hayan causado ciertas demoras en el tratamiento de las cuestiones del sector. Pero el titular de Agricultura, Marcelo Regúnaga, y especialmente el del Senasa, Bernardo Cané, tampoco pisaron la Argentina en las últimas semanas lo que multiplicó los atrasos.
Es cierto que la crítica situación sanitaria del país a partir del rebrote de aftosa exije ampliar y reproducir las negociaciones, tanto con los vecinos como con los mercados internacionales, muchos de los cuales se cerraron a los productores locales tras el reconocimiento de la reaparición del mal, pero no es menos cierto que tranqueras adentro urge la adopción de una serie de medidas, muchas de las cuales aún no se instrumentan mientras se agravan los daños, al atrasarse su corrección.
Además, aunque en muchos sentidos parece que no hubieran pasado diez o quince años -ya que enfrentamos las mismas situaciones de entonces-, ni el país ni sus organizaciones son los mismos, y por lo tanto, los nuevos-viejos funcionarios tampoco enfrentan los mismos esquemas. Esto implica que intentar repetir las mismas estrategias puede llevar a fracasos rotundos.
No hace falta aclararlo, pero esta Secretaría de Agricultura no es la de 1990. El Senasa tampoco. Y esto obligará a hacer replanteos respecto a las estrategias.
Pero a los productores, que pueden entender esto, no les alcanza con la "comprensión". Necesitan respuestas. Probablemente en las próximas semanas los hechos se aceleren ya que comienzan muchos de los pagos anuales por vencimientos de los impuestos a las ganancias y bienes personales, además de coincidir con los tributos, también anuales, del impuesto inmobiliario y tasas de varias provincias.
Sin duda, lo más crítico es para los que se encuentran en zonas inundadas y para los que recibieron de pleno el revés de las restricciones de traslado de hacienda por el tema sanitario, que registran una fuerte acumulación de deudas, además de la obvia pérdida de producción que tuvieron y que determinará, en varios casos, un cierre de ejercicio negativo. Y se sabe que la desperación no es buena, para nadie.

Desconcierto económico
Para completar, todo esto se da en un contexto de cierto desconcierto en el plano económico internacional. El Mercosur parece más en retroceso que nunca antes, no está clara la estrategia con la Unión Europea (canasta de monedas, euro, etc) y tampoco se sabe muy bien dónde se apunta con el Alca.
Y, aunque esto no parezca tener mucho impacto directo en el campo, realmente sí lo tiene ya que genera inseguridad en el exterior, en los inversores y también en los acreedores.
Dicho de otra forma: en algún momento la Argentina deberá tener una política externa estable, de seguridad y continuidad, que no esté sometida a cambios permanentes. En definitiva, hay que establecer claramente hacia dónde va el país.


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