U. G. Mauro
"Si dentro de unos años alguien quisiera estudiar la reciente historia argentina, específicamente los 90, analizando lo que produjeron los músicos, llegaría a la conclusión de que vivimos en un mundo rosado y feliz. Todo fue demasiado light para mi gusto, y creo que está haciendo falta una canción que sirva para ayudar a la gente a comprender lo que está pasando", dijo a Escenario el folclorista santiagueño Peteco Carabajal, quien hoy y mañana, a las 21, ofrecerá sendos recitales para presentar su nueva grabación, "Arde la vida". Peteco, quien llega acompañado por la banda Chacarera que integran su hermano Demi (percusión y voz), Juan Antuz (guitarra y bajo) y Juan Martín Medina (vientos), adelantó el contenido de sus recitales: "Vengo a presentar «Arde la vida» junto con las canciones más conocidas de los discos anteriores". -A poco de desvincularse de tu grupo Roxana (Carabajal) declaraste que esto implicaba cierta ruptura en tu línea musical. ¿Sucedió efectivamente?. -Algo de eso sucedió. "Arde la vida" se diferencia de los demás discos en cuanto a sonido porque las voces de Graciela y Roxana eran algo que junto con el teclado y el bandoneón le daban un color muy fuerte. Este disco en cambio tiene su fuerza en las letras, con los aportes de Teresa Parodi, Pablo Raúl Trullenque, Bebe Ponti, Juan Carlos Carabajal y Atahualpa Yupanqui. -En definitiva, la ruptura no fue tan grande... -Por un lado es muy difícil establecer una ruptura total con lo que uno viene haciendo y tampoco es del todo útil. Lo que sí existe es como una comunicación más íntima. Ahora se está dando que la gente va más dispuesta. Me piden algunos de estos temas, principalmente por las letras. -¿Por que lo más fuerte para la gente son las letras? -Porque en este momento de la sociedad son importantes. Por ejemplo, el tema "San Cayetano" que hicimos con Teresa Parodi es una letra fuerte en la que Teresa conjugó las cosas como a mí me gustan: la belleza de las palabras y lo testimonial. Lo mismo pasa con "Hermano provinciano" y, aunque es algo distinto, con "El violín del monte", de Atahualpa Yupanqui, que es algo que la gente recibe como mágico, que no deja testimonio del presente pero muestra ciertos misterios a la gente de las ciudades que son conmovedores. -¿Se está volviendo un folclore con sentido más social y testimonial? -Puede ser, y ojalá que así sea, porque falta una canción que ayude a la gente a comprender determinadas cosas. -¿Y entonces por qué no se hacían canciones testimoniales? -Me parece bárbaro que surja algo así en materia de canciones porque también hay que romper el miedo que nos quedó desde la dictadura militar de que se nos catalogue como cantantes de protesta. En este momento es necesario que el artista escriba sobre lo que pasa y diga qué piensa. Ya los últimos años, los 90, fueron para mi gusto demasiado light. Y toda la población acompañó eso. -¿El pueblo se equivocó? -El refrán que dice que los pueblos nunca se equivocan no es tan cierto. Si el pueblo no tiene buena información y los que tienen poder la manipulan un poco, el pueblo se equivoca. Cuando alguien quiera escribir la historia de los 90 a partir de lo que los artistas produjeron, va a creer que nosotros vivimos en un mundo feliz y rosado. -¿Es cierto que lo bueno del llamado folclore joven es lo que atrajo a los chicos? -Lo que logró Soledad es que los chicos compren sus discos. No existe un cuerpo que se llame folclore al que alguien se pueda acercar. También están Rubén Patagonia o Tomás Lipán, Elpidio Herrera y otros músicos a los que Soledad no les hizo ningún favor ni les arrimó más público. -¿Entonces el fenómeno de los artistas como Los Sacha, Soledad o los Tekis jugó en contra lo auténtico del folclore? -Lo negativo es que durante los 90 se les dio títulos inmerecidos. Esto se manejó con un montón de eslóganes surgidos en las oficinas de (Norberto) Baccón, que se tomaron como ciertos. La gente un poco se lo creyó y consumió eso que ya perdió la efervescencia. -¿Se terminó el boom? -Sí, el boom folclórico ya terminó. Alguna vez dije que esto llegaría a su fin y pareció que estaba vaticinando algo muy malo y no es así. Se trató simplemente de una ola de fervor como la que precedió a Soledad, y que vino con el grupo Sombras, de Daniel Agostini, que ya pasó.
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