Isolda Baraldi
El titular de Salud de la provincia, Carlos Parola, relevó de su cargo al director del Hospital Centenario, Jorge Massarelli. El ministro dijo ayer que la decisión se tomó "para oxigenar la cartera, en un marco de cambios que se están llevando a cabo en varias áreas". En rigor, el pedido de renuncia lo realizó el subsecretario Ramiro Huber, y según el ahora ex director las razones esgrimidas "no fueron claras". Sin titubear, Massarelli afirmó que en el ministerio "hay incoherencias" y también "improvisados". A propósito, el ex director aseguró que desde Santa Fe se lo considera "un hombre peligroso", y aseveró que las políticas implementadas "son las del biombo, de tapar lo que no se quiere ver". La determinación de Parola desató la polémica en la comunidad del Centenario y la Facultad de Ciencias Médicas. Un grupo de reconocidos profesionales se solidarizó con Massarelli (ver recuadro). -¿Por qué le pidieron la renuncia? -No sé..., lo hizo el ministro por medio del subsecretario Huber, que deslizó algunas consideraciones, pero los motivos claros no los tengo. No cabe duda que cuando uno tiene determinada personalidad desde Santa Fe lo ven a uno primero como amenazante, después irritante y finalmente peligroso. Los resultados de mi gestión en el hospital están a la vista. Siempre seguí normas muy estrictas para subsidiar la demanda y nunca la oferta. -¿Por qué cree que el ministro decidió relevarlo? -El Centenario es el hospital más grande de la ciudad y con servicios de gran complejidad. Esta tarea no puede menos que producir algunos roces con el nivel central por diferencias de criterio muy profundas. Creo que en Santa Fe hay gente con criterios equivocados, respecto del hospital público. -¿Qué diferencias? -Me refiero el no ser coherente, ni muy firme con respecto a las normativas que uno se dicta y que uno dicta a los demás para la administración de la salud pública. No hacerlo es volver al viejo hospital de caridad o de limosna, lo que los directores modernos no queremos. El viejo hospital donde el que gritaba, iba a los medios o tenía alguna influencia política conseguía determinadas prestaciones y el sujeto más pasivo no obtenía nada. Uno de los criterios básicos es la equidad, y darle a cada paciente lo que realmente le corresponde. -¿El Ministerio de Salud sólo apaga incendios? -Ya ni siquiera hace eso. Apagar incendios sería maravilloso, al menos se terminaría cada problema puntual. Yo creo que se ponen biombos, aquello de: "Tratemos de ocultar lo que no queremos que se vea". Hay soluciones posibles incluso con los bajísimos presupuestos que tiene el ministerio. -¿Cuál es la falencia más importante, más allá del bajo presupuesto? -Hay que asegurar, sí o sí, la atención primaria, el segundo nivel y la alta complejidad hay que hacerla con mucho cuidado y prolijidad. Si uno se aleja de esos carrilles se equivoca gravemente y la salud se desfinancia porque es un sistema muy frágil y muy complejo. En este terreno no puede haber improvisados, porque los improvisados se equivocan siempre. -¿Hay gente que está improvisando en el ministerio? -Hay personas que no están a la altura de las circunstancias. Más allá de las estructuras políticas que existen, como en todo el mundo, debe haber estructuras técnicas muy acendradas. Trabajar en la salud pública es como salir de un puerto y se va a cruzar el Atlántico: no se ve nunca la otra costa; y, si no se tienen conocimientos teóricos y prácticos y por la mitad del recorrido empieza a creer en cualquiera que se le acerque al oído no llegará nunca más. Hay que saber que la proa del barco va siempre hacia el otro puerto, por más que los otros digan que no. -¿Por qué siempre los hospitales provinciales son tan conflictivos? Aparecen y desaparecen distintos actores y los problemas no se terminan... -Una de las causas es el desfinanciamiento. Los hospitales del área VIII se financian con medio millón de pesos mensuales, estamos hablando del Provincial, Centenario, Baigorria, Zona Norte, Geriátrico y el de Villa Gobernador Gálvez. Esta cifra no contempla los gastos de recursos humanos, edilicios y de equipamiento. Si además se suman la presión gremial, la lucha de todos los sindicatos que hay, y en los dos universitarios (Centenario y Baigorria) la puja con la Universidad, aparece una complejidad muy grande. -No perece una situación muy fácil de resolver. -Esto no se arregla sin sangre y sin gritos. Hay que estar preparado, porque en ninguna parte del mundo pasó así. Creer que las cosas se puede arreglar en silencio es mentirse a uno mismo. -Desde hace un par de años se está hablando del colapso de la salud pública. ¿Cómo la evalúa hoy? -No hay normas claras y a veces no se tiene el coraje de luchar contra algunas estructuras perversas dentro del mismo sistema, como en otros. Nunca un cambio en salud, en ninguna parte del mundo, dejó de producir resquemores y roces. -¿Allí contempla a la relación médico-paciente? -Claro, tenemos un modelo muy malo, que es el suponer que hay que dar todo. Ya no existe más en medicina ese concepto de "dar todo". Para cada país y para cada situación el "dar todo" es algo totalmente distinto. En Inglaterra por ejemplo hay normas muy claras con respecto a lo que se da y lo que no. A nosotros nos parecerían coercitivas o encorsetantes. Allí aparece el gran drama si hay una sobreprestación o sobreutilización de la alta complejidad, que es uno de los grandes problemas que tenemos, incluso en el sistema público.
| |