| | cartas Un viaje pésimo
| Mi madre y yo planificamos un viaje con fecha de partida el 15 de marzo en vuelo Nº6840 por la aerolínea española Iberia con destino a Madrid. En principio el horario de salida desde Ezeiza era a las 15.10; sin embargo, el día previo a partir nos informaron que el vuelo había sido pospuesto para las 22.35. Una vez presentados los pasajes nos advirtieron que el vuelo tendría un retraso de 50 minutos y, finalmente, despegamos a las 23.30. A poco tiempo de estar en el aire, la señora del asiento continuo me despertó para decirme que estábamos volviendo a Buenos Aires porque uno de los motores había tenido un desperfecto. Así aterrizamos a las dos de la madrugada del día 16, otra vez en Buenos Aires. Es justo destacar el acertado proceder del piloto al tomar la decisión de no continuar el vuelo en esas condiciones. Sin embargo, la desorganización reinó al distribuirnos en los diversos hoteles sin ofrecer solución alguna. Eran las cinco de la mañana cuando llegamos al Hotel Continental y, sin haber cenado, fuimos distribuidos en habitaciones dobles. A las siete de la mañana sonó el teléfono y nos avisaron que el hotel se estaba incendiando. Podría detenerme a dar detalles de los horrendos momentos sufridos, pero deseo advertir sobre el desastroso servicio de Iberia. No dieron la cara hasta el mediodía de ese viernes, sugiriendo "continuar esperando". Fuimos discriminadas, al mejor estilo Titanic, entre la primera clase y la económica, tanto en el alojamiento como en la ubicación en otras aerolíneas para viajar lo antes posible. Difícil es resumir los muchos errores cometidos por la citada compañía; no obstante, valga este apretado relato para evitar que siga habiendo víctimas. Mariana Sangermano
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