| | Editorial Periodismo y corrupción
| El pormenorizado artículo sobre los alcances y formas de la corrupción policial publicado el domingo por este diario sacudió a las autoridades y a la opinión pública. En buena hora y no es para menos, pues se trata de la primera vez en décadas que un medio de comunicación se ocupa de tal manera de tan delicada y vasta cuestión. El trabajo fue elaborado en base a una exhaustiva investigación desarrollada con el valioso aporte de miembros en actividad de la propia institución que, cotidianamente, son testigos de los hechos. Testigos privilegiados que, como siempre ocurre en estos casos, aquí y en cualquier lugar del mundo donde existe realmente la prensa libre, pidieron mantener sus nombres en reserva. Requerimiento que, tratándose del organismo de que se trata, máxime en las circunstancias actuales, aparece como aún más justificado que nunca. Con esos datos, los periodistas de La Capital accedieron al pedido y buscaron otras fuentes que los confirmaran. Así, con paciencia y sin descanso, lograron desentrañar la trama, que fue lo que finalmente se publicó. Sin dudas que la nota sacude a las autoridades provinciales que, en sus distintos niveles, son las responsables de que la corrupción no exista en sus reparticiones y organismos, o que si ello ocurre no lo sea en goce de impunidad. Con la nota publicada por este diario el gobierno tiene una inmejorable oportunidad de sanear a una institución fundamental e irreemplazable. Una institución que por la esencia de su razón de ser -combatir el delito en sus distintas manifestaciones con el fin de preservar la seguridad de la sociedad- puede eventualmente justificarse alguna falencia operativa, pero jamás la posibilidad de cometer la más mínima transgresión penada por la ley. Tal como publicó este diario, la corrupción policial existe. Sólo desde el más descarnado cinismo y la más impúdica hipocresía puede negársela. Y esa corrupción existe con las características y alcances detallados, más otros que con seguridad deben haber escapado a la sagacidad de los periodistas que hicieron el trabajo, perfectible como toda obra humana. Al mismo tiempo que el cumplimiento del compromiso esencial que este diario mantiene con sus lectores, la difusión pública de esa lamentable realidad representa una oportunidad extraordinaria para la propia institución. Una institución fundamental que hoy tiene la posibilidad de reconstruir su prestigio. Un prestigio del que necesitan tanto ella como la sociedad a la que está obligada a servir. Ojalá que quienes tienen la irrenunciable obligación de actuar con eficacia sobre la cuestión no la malogren. Ese es el exclusivo, enorme y valioso deseo de este diario, tan profundamente enraizado en la comunidad rosarina y santafesina a la que sirve desde hace 133 años.
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