Año CXXXIV
 Nº 49.091
Rosario,
miércoles  18 de
abril de 2001
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Volver a empezar
La cultura de la salud se adquiere en la niñez y la adolescencia
A medida que pasan los años los malos hábitos se afianzan y es mucho más difícil cambiarlos. Nunca es tarde para retomar el cuidado del cuerpo

Carmen Arnanz

Vale la pena cuidar la salud. Aunque lleve 30 años fumando, pese 20 kilos de más y tenga la tensión por las nubes nunca es tarde para cambiar el estilo de vida. Eso sí, hay que querer hacerlo. A pesar de que el médico se empeñe, nada se consigue si el propio interesado no pone manos a la obra. Algo que parece muy sencillo -alimentarse bien, dormir lo preciso, dejar el tabaco...- supone un auténtico reto para nuestra sociedad. Pero no hay que tirar la toalla. Aquí se enumeran algunas razones para volver a empezar.
Nunca es tarde si la dicha es buena. Lo dice el refrán y también los especialistas en medicina preventiva y de familia. Los responsables últimos de nuestra salud general somos nosotros mismos. Y no sirve de nada echar la culpa al médico que nos atiende o al sistema sanitario, a pesar de los errores que puedan cometer. Pero para ser buenos cuidadores de nuestros cuerpos debemos estar informados y, lo más importante, querer hacerlo bien.
Tampoco se trata de llevar una vida monacal, pero no está de más un poco de disciplina en materia de bienestar. Los expertos en medicina de familia coinciden: la cultura de la salud se adquiere en la niñez y la adolescencia. A medida que pasan los años, los malos hábitos se afianzan y es mucho más difícil poder cambiar.

Evitar el sobrepeso
Para los facultativos, lo más importante es que una persona adquiera hábitos saludables desde joven en lo que a comida se refiere. Cualquier individuo de más de 40 años que pese un 30 por ciento más de lo aconsejado a su altura y complexión física debe poner manos a la obra sin dilación para rebajar grasas. Pero, antes, una advertencia: no existen dietas milagrosas y el proceso debe plantearse como una carrera de fondo.
Los objetivos inmediatos no deben sobrepasar el 10 por ciento del sobrepeso que tenga cada persona. Es decir, no puede pretenderse perder 20 ó 30 kilos en unos pocos meses porque se trata de una misión imposible.
A menudo la obesidad tiene como trasfondo un problema psicológico, bien sea ansiedad o diferentes grados de depresión. La misión de los médicos es, pues, interrogar al enfermo para averiguar cuál es su entorno laboral, su situación psicológica y familiar. El especialista se convierte en un "detective" que intenta descubrir cuál es la causa de los desórdenes alimentarios.

Dieta ordenada
Según Pilar Kloppe, médico de familia del centro de salud Las Calesas (Madrid) vale la pena cuidar la nutrición, aunque se esté delgado, porque se previenen alteraciones como la hipertensión o el ácido úrico. Los expertos recomiendan repartir los alimentos en desayuno, comida y cena, al modo tradicional, haciendo especial hincapié en el primero.
"Tenemos que volver a insistir en la importancia de empezar la jornada comiendo, porque por la mañana desarrollamos el grueso de la actividad física e intelectual. Hay muchas personas que no desayunan o se toman un café bebido y llegan exhaustas a la hora del almuerzo", dice la doctora.
Al contrario de la práctica de muchas personas, no es bueno tomar una cena copiosa para compensar una comida rápida al medio día y un desayuno casi inexistente. La razón es sencilla: por la noche quemamos muy pocas calorías porque pasamos la mayor parte durmiendo. Además, una digestión pesada interfiere en el sueño. Para las personas delgadas también es prioritario comer bien, a pesar de que no les engorden los alimentos más calóricos.
Otra regla de oro es no picar entre comidas, aunque tomar algo entre horas está recomendado en algunos enfermos crónicos como los diabéticos. La proporción de los distintos tipos de nutrientes en nuestra dieta es un aspecto fundamental. Tiene que haber aporte de proteínas, algo de grasas -importantes en ciertos procesos metabólicos-, además de un mayor consumo de fibra (legumbres, cereales, verduras, frutas), que ayudan a hacer la digestión y facilitan el paso de los alimentos por el intestino.
Uno de los grandes problemas de los hipertensos es que no se consideran enfermos. Este trastorno no duele, no suele causar molestias cotidianas, pero cuando ataca de lleno, puede ser mortal. "Es el enemigo silencioso, como solemos decir en el ambiente médico. Pero hay que estar alerta porque de algunos accidentes vasculares no hay retorno", asegura el especialista Antonio Suelves, del centro de sanitario Barrio de la Salud, de Tenerife.
La tensión alta puede controlarse con una dieta y hábitos saludables, aunque en los casos más graves el afectado necesita seguir estrictamente una medicación de por vida. "Es preciso mantener una dieta pobre en sal, no abusar de las grasas y hacer ejercicio regularmente", aconseja.

Ejercicio físico
La actividad física constituye un buen regulador para controlar las dolencias circulatorias y las que afectan al aparato locomotor. "Se evitan las várices y los huesos se fortalecen con la movilidad. Caminar todos los días, subir escaleras o realizar una gimnasia suave de mantenimiento es ideal para mantenerse saludables", afirma Kloppe.
En el caso de la obesidad el deporte es fundamental para una pérdida de peso sana y efectiva. Los médicos son tajantes en cuanto a la regularidad del ejercicio. En personas jóvenes debe practicarse un mínimo de tres veces a la semana durante una hora. Los mayores, que suelen tener más tiempo libre, deberían hacerlo todos los días durante sesenta minutos.

Horas de sueño
Recientes estudios demuestran que el hombre moderno duerme dos horas menos a diario que sus ancestros. El trabajo y el ocio consumen más tiempo ahora que hace unas décadas, lo cual resulta perjudicial para los ritmos vitales.
Otro asunto que conviene resaltar es que con la edad las horas de sueño se reducen. Una de las consultas más frecuentes entre los mayores hace referencia al cambio en la calidad del descanso. A partir de los 40 ó 45 años las personas van notando que necesitan dormir menos horas para soportar un día de actividad. Entre los 25 y 40 años se precisan 8 horas seguidas de sueño sin interrupciones.
Las personas de más edad pueden sentirse bien con 6 ó 7 y una pequeña siesta después de comer o a media mañana. Los trastornos de ansiedad son otro factor importante porque afectan a la calidad del descanso o producen insomnio. "Tomar un baño tibio una hora antes de acostarse, hacer ejercicio físico, pero no inmediatamente antes de irse a la cama, un vaso de leche caliente o una infusión de valeriana pueden ayudar a normalizar el descanso nocturno", indica Antonio Suelves.
En tanto, las técnicas de relajación (yoga, tai chi) son apreciadas por los facultativos porque a menudo logran que sus pacientes concilien el sueño de una manera natural.

La vida es bella
El estrés está cada vez más presente en nuestras vidas. Los médicos detectan niveles casi insoportables de ansiedad en mujeres que se han incorporado al mercado laboral, pero siguen llevando en solitario el peso de la casa y la familia. "Aún es una cuestión de género. Vemos que a los varones les afecta en mayor medida el estrés laboral porque asumen muchas menos responsabilidades en casa", asegura Vicens Thomas.
Diversas investigaciones apuntan a que la mujer trabajadora sufre muchas más enfermedades asociadas a su alto nivel de ansiedad y su tendencia a obsesionarse con los problemas cotidianos, como dolores de cabeza, de espalda o musculares. También son frecuentes las dolencias intestinales como el síndrome del colon irritable, asociado a estados de estrés continuo. Según Antonio Suelves, "entre el 30 y 40 por ciento de las consultas tienen una base psicosomática". ¿Cuál es la solución? Para el especialista "muchas personas deberían sentarse a pensar en qué clase de vida quieren llevar realmente". En su opinión, quizá compense renunciar a alguna actividad, aunque disminuyan los ingresos, que intentar abarcarlo todo.


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