El ministro de Economía, Domingo Cavallo, está a punto de cumplir su primer mes en el cargo. Acuciado por la gravedad de las circunstancias, el Mingo invirtió la mayor parte de este tiempo en tratar de generar confianzas internas y externas, se aseguró la caja con el impuesto al cheque, reformó aranceles para dar una señal a la industria y presionó al Banco Central para que reduzca los encajes y facilite el crédito (inclusive el propio). Si bien este paquete recibió apoyos, no alcanzó a despejar las dudas sobre la solvencia fiscal del país. Como la falta de señales en pos de resolver este problema puede llegar a evaporar la incipiente cuota de confianza, Cavallo se puso a trabajar en el ajuste del gasto público, la cara "lopezmurphiana" de su plan. Limitaciones en compras y contrataciones, reducción de organismos y una poda sobre la Ansés son candidatos a pasar por la tijera.