Cuando Domingo Cavallo aceptó ingresar al gabinete de Fernando de la Rúa como superministro de Economía se supo que iba a obrar con gran tenacidad y según sus convicciones, pero que al mismo tiempo tendría que colgarse de un clavo caliente al rojo vivo. En efecto, así le ocurrió al formar parte de un gobierno que era su contraimagen: lento, desorientado, con ausencia patológica de voluntad para administrar, plagado de ideologías contradictorias y un estilo diletante. Sus primeros pasos mostraron que tiene verdadera pasión por hacer y que es la única persona dentro del gobierno a quien puede aplicarse la genial observación de Napoleón Bonaparte, el emperador de los franceses: "Cuando un hombre sabe adónde va, los demás le abren paso".
Un pozo ciego
Para Cavallo no todo es un lecho de rosas. Muy pronto se encontró con que un pozo ciego de 15.000 millones se abría a sus pies. El déficit del primer trimestre excedió en 1.300 millones el compromiso contraído con el FMI y ello le demostró la existencia de una abulia absoluta en los funcionarios para poner límites a los gastos deplorables del sector público.
Al mismo tiempo, la recaudación de marzo cayó un 13% y los mercados financieros mundiales seguían dudando de sus posibilidades, entonces Cavallo con la rapidez del relámpago realizó una maniobra perfecta: obtuvo el aval del gobierno español y de sus principales banqueros y comprometió a dos importantes instituciones financieras hispanas para que actúen como tomadores de nueva deuda pública interna que pensaba lanzar.
Cuando Cavallo se asomó al pozo ciego quedó asustado porque vio que no tenía fondo. Ello le hizo entender que las cosas eran muy graves y por eso cambió el orden de las prioridades de su plan secreto. Antes que salvar a la sociedad decidió salvar al Estado asegurándole la integridad de sus gastos y corrió el riesgo de desilusionar a todos quienes esperaban grandes cosas de él cuando lo vieran convalidar un gasto político unánimemente repudiado. Pero como acostumbra a apostar fuerte, Cavallo salió con un impuestazo a los cheques y depósitos esperando recaudar 3.800 millones.
Así y todo no le alcanzaba y se embarcó en un verdadero festín de bonos. Se lanzaron letras de tesorería a 3 y 6 meses por 700 millones, luego dispuso emitir un nuevo bono de 2 mil millones a 2 años, absorbiendo parte del respaldo exigido a los bancos para atender eventuales corridas de sus clientes; añadió otros 1.000 millones en un bono-pagaré a 3 años utilizable para el pago de impuestos y extrajo de las disponibilidades de las AFJP un fideicomiso por 500 millones. Pero como tampoco era suficiente cerró los ojos, se tapó la nariz y decidió meter mano al intacto fondo de reservas que aseguran la convertibilidad por 500 millones mediante un bono con vencimiento a 5 años. Es decir que está raspando el fondo del tarro para conseguir dinero y seguir remando.
Todo este malabarismo de 8.500 millones junto con el déficit autorizado de 6.500 millones adicionales, se generan como consecuencia de la única indecisión que se le conoce a Cavallo. Todavía no se anima a meterse con el gasto público y mucho menos a recortar el gasto de la "nomenklatura" política. Sin embargo éste es el nudo gordiano de su problema. Si durante los próximos tres meses sigue afectando las bases de la convertibilidad financiando este insoportable gasto público, no podrá conseguir que la tasa de riesgo país baje a un nivel aceptable de 500 puntos y dilapidará la enorme esperanza depositada en él porque caerá inexorablemente en default.
De mantenerse esta indecisión a Cavallo podría repetírsele la misma situación que sucedió en 1996, cuando dispuso la equivocada medida de aplicar retenciones, impuestos y cargas sociales a los pagos de salarios mediante tickets canasta y restaurant. Recordemos que ese error de Cavallo colmó la paciencia de los operadores económicos, la sociedad dijo ¡basta! y su popularidad cayó tanto que el ex presidente Menem aprovechó el momento para separarlo del gobierno.
No enfrentar el gasto sino a los gastadores
A partir de ahora, Cavallo sólo tiene tiempo hasta junio para lanzar su plan secreto. En uso de las amplias facultades acordadas por la ley de emergencia y para alejar definitivamente el peligro de default, en lugar de enfrentar el gasto debe decidirse a enfrentar a los gastadores que son quienes inventan, deciden y usufructúan el gasto público. En el mismo instante en que lo haga con la convicción, la firmeza y el coraje reconocidos, la adhesión de toda la sociedad será tan clamorosa que Argentina podría tener un renacimiento.
Debería empezar por convocar a elección de constituyentes para introducir las siguientes enmiendas constitucionales:
- Los candidatos a cargos electivos podrán ser postulados por partidos políticos o grupos de ciudadanos que sin agruparse en partidos políticos respondan a intereses honestos y obtengan la adhesión mínima del tres por ciento de los respectivos padrones electorales.
- Prohibir las listas colectivas de candidatos y los denominados sistemas de lemas que alteren o dificulten la elección directa de un sólo candidato por circunscripción electoral sin que sus votos puedan ser sumados a los de otro postulante.
- El número de diputados nacionales será de uno por cada cien mil habitantes en lugar de los actuales treinta y tres mil y el Senado se compondrá de un sólo senador por provincia en lugar de los tres actuales. Hasta la terminación de mandatos y mientras dure el actual número las remuneraciones de los legisladores por todo concepto será reducida en dos tercios.
- Ningún senador, diputado o concejal podrá otorgar subsidios, pensiones graciables o becas de cualquier tipo o especie y serán anuladas todas las concedidas.
- Los legisladores, jueces de la Suprema Corte y de los tribunales inferiores estarán sujetos al pago de los mismos impuestos, tasas y gravámenes que se establecen para el resto de los ciudadanos y sus remuneraciones podrán ser disminuidas de acuerdo a las necesidades del Tesoro Nacional.
De la misma manera y en uso de las facultades excepcionales que le fueron otorgadas Cavallo debería disponer con fuerza de ley las siguientes reglas:
- Limitar el número de empleados públicos permanentes, transitorios o contratados a un máximo del 0,4% del total de habitantes en sus respectivas jurisdicciones. Todo personal que exceda este número será pasado a la condición de retiro activo con una remuneración disminuida en el 40 %, pudiendo ser convocado a realizar cualquier tarea en caso de emergencias públicas.
- Aplicar una profunda reforma administrativa para reducir los niveles jerárquicos a tan sólo cuatro escalones y eliminar reparticiones que no sean estrictamente indispensables incluyendo los cargos de vice, sub, asesores, asistentes, adjuntos o adscriptos.
- Anular las jubilaciones de privilegio y liquidar sus haberes en proporción a los aportes reales que sus beneficiarios hubiesen realizado.
- Sancionar una ley de bancarrotas del Estado que comprenda a todas las oficinas, reparticiones y entes públicos, tendiente a impedir que los excesos de gastos y demandas judiciales o administrativas deban ser financiadas por el Tesoro Nacional o deriven en la creación de nuevos impuestos para pagarlas. Aquellos que se consideren con derechos adquiridos para efectuar algún reclamo, deberán adoptar el carácter de acreedores quirografarios, sin privilegios ni preferencias, y sus créditos sujetos a verificación estarán igualados con las mismas condiciones de quita o espera que los demás.
- Disponer sin excepciones que los presupuestos de la administración pública deban ser sancionados con equilibrio entre gastos e ingresos. Los legisladores que voten leyes presupuestarias con déficit explícito y los funcionarios de cualquier nivel, que dispongan partidas presupuestarias o comprometan gastos por encima de la asignación anual de fondos, serán responsables en forma personal y solidaria de este exceso con su propio patrimonio y el de cualquier otra persona que haya actuado como prestanombres.
Sólo con medidas que ataquen el problema de fondo, podremos salvarnos de la decadencia crónica que nos acecha. Cavallo ahora como Alejandro Magno en la antigüedad, con superpoderes tiene en sus manos la espada para cortar de un tajo este nudo gordiano que nos asfixia.