El cura Luis Farinello aglutina a los extremos. En el Polo Social, el movimiento que armó hace dos años y medio, convergen desde el izquierdista Frente de la Resistencia hasta militantes de la ex Guardia de Hierro. Su discurso levanta las banderas de "lo nacional y popular" y cree que es posible "refundar la patria" desde una óptica movimientista, donde las diferencias ideológicas se superen en la dinámica de la maquinaria constructora de poder, articulado y apoyado en su imagen: la un líder carismático.
No es una tarea fácil para Farinello, pero como buen cristiano, fe es lo que le sobra. "Es cierto que hay gente de todos los partidos y por ahí uno se siente desbordado. Pero tenemos una carta fundacional que expresa muy bien quiénes somos y qué queremos. Acá no hay lugares para traidores".
Farinello acaba de pronunciar una frase demoledora, pero la inflexión de su voz no cambia nunca. Parece monocorde y empalagosa, y abundan los diminutivos: "Mis queridos negritos de la villa me preguntan si voy a seguir con los comedores ahora que me meto en la política. Se pueden quedar tranquilos porque el Polo nació para cambiarle la vida a ellos. ¡Pobrecitos, tienen tanta desesperanza!".
Sus detractores lo critican porque apoya los cortes de rutas y los piquetes, donde se producen hechos de violencia, algo que va en contra del deber ser de un sacerdote. "¡Es que la gente no da más!", contraataca, y lanza un golpe bajo: "A veces, yo no sé qué es lo que comen. Hace unos días se me desmayó una chica de 16 años. Todos corrimos desesperados y nos asustamos muchísimo. Y la joven me dijo: «No se preocupe padre, yo sé lo que me pasa: hace cuatro días que no como». La gente tiene mucha bronca acumulada y la sola presencia de la policía intimida, irrita. La causa de esa violencia es la extrema pobreza".
En esos casos, el párroco de Quilmes no justifica poner la otra mejilla y razona: "Todo lo que ganás con fusiles, lo tenés que defender con fusiles. Esa no es la forma. La manera es consensuar, hacerse amigo, meterse en la piel del otro. Esto es lo auténticamente revolucionario. Pero en definitiva la historia no se hace según lo que uno desea, sino como el pueblo la va haciendo".
Farinello ya está haciendo historia. Apuntalado en su gran carisma y su política mediática, logró formar una estructura que hoy araña el 14 por ciento en intención de voto en provincia de Buenos Aires, donde disputará un escaño en el Senado de la Nación con dos pesos pesados de la política: Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín.
"Es muy difícil presentarme con dos figuras de esa talla, pero este curita de barrio se tiene fe", dice. Pero hay algo que le preocupa: "Las elecciones se ganan votando y contando. Hay que tener fiscales de confianza".
¿Le teme a un posible fraude?, pregunta La Capital. Farinello hace un largo silencio y responde: "Todo puede ser, hijo". Cuando se le insiste para que abunde en precisiones sobre lo que acaba de decir, el cura gambetea las preguntas y focaliza su atención en despejar las dudas sobre un eventual acuerdo con Duhalde para las elecciones del 2003: "Me reuní varias veces con él porque me parece un tipo razonable. Pero desmiento totalmente una futura alianza con el justicialismo bonaerense. Voy a enfrentar a Duhalde porque creo que tanto el PJ como la Alianza son partidos resignados".
El Polo Social pretende ser la contracara de la resignación en la política argentina. Como símbolo de ese renacer entre las ruinas, Farinello está preparando un acto para el 19 de abril en la ex fábrica Volcán, un galpón abandonado en Capital Federal, donde lanzará formalmente su candidatura a senador: "Ahí, entre máquinas oxidadas, plantaremos la bandera argentina y vamos a cantar el Himno".
Dios y el diablo
Si bien tiene sus energías puesta en su carrera política, Farinello no deja de atender las necesidades de una realidad que se le presenta con un patetismo inusual, pero visceralmente paralela a la geografía suburbana que lo rodea.
"Ahora se me mezcla todo", dice, y relata que días atrás lo fue a ver una chica que estaba muy entusiasmada con la idea de hacerse monja o la de una adolescente que tenía la firme decisión de suicidarse: tardó más de dos horas para convencerla de que no lo haga.
Entre tanta devoción también se le cuela el diablo. Como el caso de un hombre que, desesperado por su situación económica y sentimental, acudió a una macumba para que le saquen las malas ondas. "¡Pobrecito, le metieron tanto miedo adentro!".
El magnetismo que genera su figura representa, no obstante, un problema a resolver. Sus operadores políticos están preocupados porque al Polo se acercan personas y dirigentes que pretenden reciclarse bajo su sotana. Farinello lo sabe y dice que el movimiento tiene límites: el neoliberalismo y la violencia.
Pero también están los arribistas. Farinello cuenta que se le acercaron cuatro ex punteros políticos de Juan Carlos Rousselot, el ex intendente de Morón, para ofrecerles sus servicios, pero le exigieron una contraprestación. "¿Cuánto hay para nosotros, padre"?, dice que le dijeron. El cura los paró en seco: "Muchachos, están equivocados. Esto es totalmente distinto a lo que ustedes hacen".
-¿Cuál es su aspiración de máxima en política? \-No lo sé. A mí me gustaría terminar mi vida siendo un curita de barrio, querido por la gente, que se diga que fue el que hizo el Polo Social y que haya gente joven que tome esas banderas. Nadie es imprescindible. Si uno trabaja con los jóvenes, siempre terminan superándote. Como decía Jesús, el discípulo es más que el maestro.