La ruta nacional Nº12 en su tramo Corrientes-Posadas, se prolonga rectilínea unos 400 kilómetros. El sol, siempre abrazador, es frecuentemente el único compañero de ruta desandando el camino. A un lado, un llano interminable, cubierto de vegetación achaparrada y pastizales poco aptos para cualquier cultivo. Al otro, la majestuosidad del Paraná, que bendice con sus aguas los poblados y caseríos extendidos a sus orillas. A mitad de camino, una obra de ingeniería monumental, el complejo hidroeléctrico de Yacyretá, a pocos kilómetros de Ituzaingó, una ciudad difícil de imaginar en otras circunstancias.
Es ciertamente, como toda Corrientes, un territorio de contrastes, en el que se mezclan desde siempre los ecos de la conquista española y las costumbres indias profundamente arraigadas, fundiéndose en una cultura única y singular en la que hasta el idioma se confunde y transforma, enriqueciéndose con palabras y giros dialécticos en guaraní perfectamente integrados al lenguaje cotidiano de sus habitantes.
Con la construcción de la represa, Ituzaingó recibió un fuerte caudal de migración interna, pasando de tener apenas unos cientos de habitantes a los más de 10.000 que posee en la actualidad. Adicionalmente a la llegada de connacionales, las obras requirieron la presencia de especialistas extranjeros de diferentes orígenes como holandeses, japoneses, alemanes o norteamericanos, además de paraguayos y brasileños.
Este crecimiento poblacional, nunca imaginado por los antiguos pobladores, motorizó una serie de obras edilicias que en forma de complejos habitacionales dieron albergue a los "forasteros". Los barrios están organizados en función de la jerarquía de las funciones que desempeñan sus moradores dentro del complejo hidroeléctrico, aunque realmente a decir de quien escribe, la diagramación de las viviendas ha sido planeada cuidadosamente, respetando el paisaje de belleza natural que las encierra, logrando confundir a quien pretende encontrar diferencias marcadas en las construcciones.
Pero está también la ciudad colonial, que se resiste al embate del progreso porque sabe de sus encantos y los preserva para deleite de los visitantes. La plaza principal es un remanso de sombra con sauces, chivatos, frutales y flores multicolores. Por las noches es lugar obligado de encuentro y celebración.
El chamamé, interpretado con estilo en variantes rítmicas, es el condimento obligado de toda reunión. Lo bailan grandes y chicos, algunos vestidos a la manera tradicional. Los hombres con alpargatas, bombachas, cinturón, pañuelo al cuello y sombrero. Las "guainas" con vestidos ágiles, adornados de pliegues que parecen silbar un silencioso "sapucai" en la brisa. También lo hacen otros vestidos a la moda corriente, que siguen con sus pasos los sones chispeantes que dispara la "cordiola" hasta bien entrada la madrugada. Esta música tan particular, siempre optimista, desprejuiciada y sentida, es la animadora mayor, aunque nunca faltan alguna polka paraguaya o una canción litoraleña para completar el programa.
Frente a la plaza, la Iglesia, una construcción vieja pero cuidada con dedicación, preservando sus muros antiguas imágenes talladas en madera de santos y patrones que el pueblo venera con respeto y devoción.
Pero el atractivo mayor de la ciudad, para los jóvenes, como no podía ser de otra manera, es la propia costa del río Paraná, a la que se llega caminando, en moto, auto o los por aquí populares y para algunos molestos cuatriciclos. En el verano o días feriados, los bares de la ribera abren sus puertas, desatan su música a todo vapor y proponen un espectáculo de luz sobre la arena, transformando el paisaje en una gigantesca discoteca al aire libre.
El río, invita también a realizar paseos en bote por sus cálidas aguas, y para los amantes de la pesca siempre está la posibilidad de capturar alguna pieza de tamaño importante ya sea dorado, patí o el codiciado y costoso pacú, conocido como "chancho de río". Otra opción, a la que adhiero fervientemente, es tenderse en la arena a disfrutar de unos refrescantes "tererés" mientras cae la tarde y el sol se pone majestuoso sobre el horizonte de islas en este reino de agua.
Visitas guiadas
Desde el centro de convenciones del complejo habitacional Entidad Binacional Yacyretá parten diariamente, en distintos horarios, visitas guiadas al complejo hidroeléctrico, distante unos 10 kilómetros de la ciudad. Vale la pena realizar la excursión, muy bien planificada, que aporta además de unas vistas espectaculares de la obra, información y datos técnicos que asombran por su magnitud. Es especialmente interesante observar cómo se abren y cierran la compuertas, nivelando el salto de agua para permitir la navegación de barcazas y buques menores en la exclusa de navegación. Existe también una exclusa para peces que posibilita a las especies continuar con su ciclo reproductivo vital, remontando el Paraná para desovar y regresar luego río abajo. Este verdadero ascensor de peces es el responsable de mantener el equilibrio ecológico en un paisaje modificado por el hombre. De no existir, las consecuencias para la fauna ictícola de la región serían catastróficas.
La planta de producción de energía cuenta con generadores capaces de abastecer el 15% de toda la demanda de nuestro país. Como se trata de una entidad binacional, la administración del complejo la realizan en forma conjunta los gobiernos de Argentina y Paraguay, aunque según comentó el guía, la electricidad generada ingresa a través del sistema interconectado nacional casi íntegramente a nuestro territorio, reservando nuestros vecinos una pequeña parte suficiente para abastecer su nivel de consumo. Ituzaingó, espera a quienes quieran visitarla, les ofrece la magia de sus tradiciones, los invita a la diversión y les regala la majestuosidad de Yacyretá.