Año CXXXIV
 Nº 49.088
Rosario,
domingo  15 de
abril de 2001
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Raúl Larra: Un intelectual comprometido con las causas de su época
La reedición de una biografía de Lisandro de la Torre repone uno de los títulos del escritor y periodista fallecido el 22 de febrero y cuya obra reúne más de treinta libros

Isidoro Gilbert

Los suicidios son misteriosos, sobre todo cuando se suceden en cadena como ocurrió a finales de los 30 con esas trágicas decisiones que adoptaron personalidades tan diferentes como los escritores Horacio Quiroga, Enrique Méndez Calzada, Enrique Loncan y Alfonsina Storni, el gran poeta y tan discutido como político, Leopoldo Lugones y, entre otros más, el ilustre rosarino, Nicolás Lisandro de la Torre, fundador del Partido Demócrata Progresista, justamente calificado como Fiscal de la República.
¿Qué tienen en común esas actitudes definitivas?. La decepción, sea por los tiempos decadentes que signaron la Década Infame, por la frustración de la Argentina, la Grande que propugnaba Lugones, la corrupción y vasallaje que tan claramente denunciara Don Lisandro en el Senado de la Nación. El que lidió con Hipólito Yrigoyen y se lo tenía por un conservador, se autodefinió "de un colorido casi radical-socialista".
Son cosas que vienen a cuento a propósito de una nueva edición de un clásico, "Lisandro de la Torre. El solitario de Pinas", que desde hace mas de medio siglo tiene innumerables ediciones por varias editoriales y que ahora insiste acertadamente Colihue en su colección grandes biografías. No hay trabajo histórico sobre de la Torre que no deba recurrir inevitablemente a Raúl Larra (Laragione, en realidad) que murió sin que casi nadie se enterara el último 22 de febrero.
Desaparición biológica, había nacido en Buenos Aires en 1913, pero sólo semanas después se supo del hecho que obliga a reflexionar sobre la memoria de los argentinos. No es poca cosa la obra de Larra: más de 30 libros, muchos del nivel de imprescindible como la biografía que nos ocupa. Se puede decir más: muchos personajes ilustres fueron redescubiertos por este escritor de historia y novelas sociales, amén de periodista destacado y fugaz incursionador por el teatro. Fue él quien hizo actual en 1950 al gran Roberto Arlt: la única biografía del autor de "Los siete locos" era la de Larra hasta que la revista Contorno tomó la huella. Sobre el escritor ampliaron, más tarde, Ricardo Piglia en los 70 y Beatriz Sarlo en los 80, sin olvidar enjundiosos trabajos de Oscar Masotta y Noé Jitrik. Nos referimos a "Arlt, el torturado", por supuesto.
En su "Lisandro", Larra no puede dejar de mirarlo desde su concepción marxista del mundo, y atrapado por el balazo de la calle Esmeralda, y especialmente por los debates antiimperialistas, en su léxico, sobre las carnes y los acuerdos con el Reino Unido. O también por el discurso antifascista del senador en sus históricos debates con monseñor Franceschi y, especialmente, cuando habló ante más de cien mil personas el 1º de Mayo de 1936, junto a su colega socialista Mario Bravo y el joven Arturo Frondizi, en un mitín anti nazi convocado por los sindicatos.
Larra hizo sus primeros pininos como periodista en la Unión Obrera de la Construcción de aquellos tiempos cuando el sindicalismo tenía impronta clasista: escribía en un periódico que no perduró. Pero no sectarizó sus biografías. De su pluma salieron textos claves como "Mosconi, general del petróleo", sobre el militar que fundó YPF y que mandó a su casa el golpe de estado de 1930, curiosamente contando transitoriamente con las simpatías de Lisandro. También: "Newbery, el conquistador del espacio"; "Palacios, el último mosquetero" o "La batalla del general Gugialmelli", su postrer investigación.
"Gran Chaco" (1947) fue su primer novela, inscripta en las tradiciones sociales del grupo Boedo. Larra mantuvo una estrecha amistad con algunos de sus próceres, como Leonidas Barletta, a quien acompañó por años en el mítico semanario Propósitos, donde era columnista habitual Luciano Molinas. Con aquella impronta social, narró en forma de novela la vida del dirigente sindical de la carne José Peter, el obrero que le dijo no, para bien o para mal, a Juan Perón, en años cruciales: "Sin Tregua" (1953).
Son obras suyas "Encuentro en la noche" (1949), "Los uturuncos están entre nosotros" (1960), "Le decían el Rulo" (1956), "Payró, el novelista de la democracia", "Yo soy Andresito Artigas", "El hombre de la campana" (1971), homenaje a Barletta. Entre las ediciones sucesivas de "Lisandro", hay una en braille. En los 90 escribió "Vuelve Alberdi", a quien vincula en su viaje a Europa con el general Riccheri, una jugosa investigación curiosa: paralelamente el historiador Rosendo Fraga basó su ingreso a la Academia de la Historia con un trabajo sobre el último viaje de Alberdi a Europa.
Por su obra sobre Newbery, la Fuerza Aérea lo tuvo como integrante de comisiones de homenaje al precursor de la aviación y no estaría mal que ahora lo recuerden. Amigo del intelectual comunista Héctor Pablo Agosti, de Pablo Neruda, de María Rosa Oliver, preso político cuando Perón o en los tiempos de la Revolución Libertadora, porteño impenitente y por lo tanto tanguero, abandonó sin estridencias el Partido Comunista a fines de los años 80. Dicho esto para entender la obra de este intelectual comprometido con lo que entendió las grandes causas de su época: la lucha por el socialismo, el antifascismo, la democracia.
También fundó y dirigió la editorial Futuro, imprescindible en los años 50 y 60. Allí reeditó, a ocho años de su muerte, casi toda la obra de Arlt, reponiéndolas para las nuevas generaciones. Desde entonces, el autor de "El juguete rabioso" volvió para quedarse. La biografía de Arlt que escribió Larra, como dijo en su momento Jorge Lafforgue en el prólogo de una de sus reediciones, estuvo tensionada por debates de los años cincuenta, por aquello de si quien escribía notables "Aguafuertes porteñas" había sido o no miembro del PCA. Documentos anteriores, una polémica literaria que en los años 30 tuvo con Rodolfo Ghioldi, por años desconocida y que Horacio Tarcus develó en el diario Clarín, dan razones a Larra cuando quiso decir que "Arlt es nuestro, es comunista". Por eso en esa melodía ingresaron de la Torre, los militares democráticos o las criaturas de las novelas. No se le hubiera ocurrido hacer la biografía de Manuel Carlés, fundador de la Liga Patriótica Argentina, un grupo de choque antiobrero de los años del centenario.
Antes de su decisión, Lisandro de la Torre escribió: "Tuve siempre excelentes intenciones y quise en mi actuación pública servir honestamente a la tierra que nací y al bien de la humanidad". Su biógrafo podría haber redactado las mismas palabras. Tuvo como su personaje, pasión y talento que obligan a reconocerlo, a recordarlo.


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