Osvaldo Aguirre
El manuscrito hallado en una botella es un viejo tema de la literatura. Hugo Diz acaba de introducir una variante propia al respecto, ya que su último libro de poemas, "A través de los ríos y los mares", fue escrito hace casi dieciséis años, permaneció extraviado durante mucho tiempo y apareció tan repentinamente como había desaparecido. Nacido en Rosario en 1942, Diz publicó su primer libro de poemas en 1969, cuando apareció "El amor dejado en las esquinas". Según apunta Roberto Retamoso en el prólogo de "A través de los ríos...", allí se inició un primer período en la producción del autor, que comprendió otros cinco títulos y se clausuró en 1976, con "Manual de utilidades". La segunda etapa se desarrolla entre 1983 y 1990 con cuatro libros -entre ellos "Canciones del jardín de Robinson" (1983) y "Ventanal" (1990)- y el último comprende tres volúmenes de poesía lunfarda. Los poemas de "A través de los libros y los mares" se presenta ordenados en siete secciones de asunto y forma diversos: hay poesía de amor ("Navajas"), homenajes a otros escritores ("A través de las aguas"), textos "orientales" ("Por el Yang-Tse"). El libro, editado bajo el sello de Los Lanzallamas, salió de imprenta en octubre pasado. "Preferí no distribuirlo, no hacer nada en principio, por mi trabajo", dice Diz, en alusión a su participación en la organización del Festival de Poesía de Rosario. -En el prólogo se dice que el libro fue escrito entre 1985 y 1986. ¿Por qué pasó tanto tiempo hasta su publicación? -En realidad el libro se perdió. Yo escribía en papeles muy finitos, los que se usaban para mandar las cartas por vía aérea, en letra muy chiquita y los pegaba. Armé un ejemplar pequeño y, como otros, lo puse en un libro, en una solapa de "Adán Buenosayres". Pasaron muchos años, y me volví loco buscando: el libro no estaba en los lugares donde tenía que estar. Pensé que lo había perdido, pero mi hija tenía el libro de Marechal. Un día me lo devuelve y cuando lo voy a guardar en la biblioteca cae ese ejemplar que yo había armado. -Pero, ¿te acordabas de esos poemas? -Sí, aunque no hubiera podido reconstruir absolutamente nada. En ese tiempo tenía en la cabeza -cosa que sigo teniendo hoy- una palabra muy hermosa que es ludir. Yo siempre decía que en la poesía hay que ludir y ludir, como diría Miguel de Cervantes, hasta llegar al fuego, y del fuego a las cenizas. y de las cenizas emerge la poesía. Siempre, en cada libro, tenía que inventar una mística o plantearme un argumento. Ese libro estaba dentro de esa formación que yo tenía en ese tiempo.. -¿Qué te pareció el libro cuando lo encontraste? -Corregí cosas. Siempre corrijo. Algunas cosas me sorprendieron, otras me avergonzaron, que fueron las que corregí. Y otras me parecieron que tenían que ver con la cosmovisión de los libros míos. Lo que me sorprendió fue cierta oscuridad, que no es tanta, pero sí cierta densidad que me pareció un poco extraña. Porque yo apunto más a la claridad que a lo críptico. Corregí cosas que tenían que ver con el estilo: por ahí no había comunión entre giros de algunas partes del libro y giros de otras partes. Digamos que era como si hubiera construido una mesa a la que faltaba una bisagra. -El libro aparece ordenado en siete partes con poemas diferentes. ¿Podría ser un resumen de tu escritura? -Creo que sí. Es verdad. Y el título tiene que ver. Porque todo eso viaja. Hay gente de muchos países, de muchas épocas. Y hay homenajes, como en la mayoría de mis libros. Hay un homenaje a la poesía francesa con ese poeta que fue Apollinaire. Y hay un homenaje a la poesía americana con ese otro gran poeta que es Ferlinghetti. En cuanto a la sección de poemas "chinos", diría que soy un hombre del arroz, no de rocío, como la antigua usanza. Creo que toda la poesía mía tiene que ver con ese tipo de arte contemplativo. Porque si hablo de un fresno yo sé lo que es un fresno, es decir puedo tocar un fresno a media cuadra, decir cómo es la corteza. Considero que todo escritor que elige una palabra, sobre todo por respeto a la poesía, tiene que saber qué quiere decir exactamente. -Lo que no aparece en el abanico de "A través de los ríos..." son los poemas lunfardos. ¿Cómo los ubicarías? -Son lenguajes diferentes. Pero tienen que ver con la infancia. De muy chico escuchaba a mi vieja, Josefa, a la que yo le canto en "Canciones del jardín de Robinson". Ella tenía muy libre lenguaje para hablar, muy dulce, era una mujer muy tierna. Totalmente lo contrario a mi papá, que era un tipo que platicaba el lunfa, porque no se comprendía demasiado. Yo fui aprendiendo los dos lenguajes. Siempre supe que era casualmente como mi vieja y mi viejo: no había que juntarlos. No sé si incluiría esos tres libros de lunfa en mi obra -en el caso hipotético de que yo tuviera una obra. -¿Qué camino sigue ahora tu escritura? -Tengo tres libros inéditos. El primero, "Que las flores vengan a mí", es el que sigue a "Ventanal", donde hay diez sonetos. Le sigue "La búsqueda del índice", con cuyo proyecto de creación gané una beca de la provincia hace dos años. Es un libro bastante denso, y extenso. Y tengo otro que se llama "Ludir". -¿Por qué se llama "Navajas" la sección de poemas de amor? -Porque son amores extraños (risas). Quería salir un poco del amor meloso. -¿Cuál es tu idea del romanticismo? -Es la idea de cualquiera, pero por ahí hay situaciones -o amores- que rompen el romanticismo. Bueno, el romanticismo se rompe como una copa: con un amor demasiado fuerte o con un temor. Tengo un respeto muy especial por las mujeres. Aclaro que los poemas son una ficción. Creo que el que escribe poemas debe tener una capacidad de observación especial. -"Cosas comunes" habla de dos personas que se resignan a estar juntas: es realmente atípico como poema de amor. -La sección buscaba eso. El personaje que habla en los poemas termina hablando después de muerto, porque asiste a su velorio y le reprocha a ella esa falta de romanticismo de algo semejante, le termina diciendo "tú debes/ muchas muertes/ a la justicia". -¿Los autores homenajeados son los más importantes para vos? -No. Porque también está Ginsberg -yo le digo el "monje beat"- y esa generación que tuvo que ver mucho en cuanto a formación con mi generación y con la posterior. Porque yo creo que después de Eliot, que estaba entre Inglaterra y Estados Unidos, la poesía americana se apoltrona, como que sigue en un carril de pasividad. Los beats son los que mueven esos cimientos escolásticos, para decirlo de alguna manera, para que aparezcan poetas como Roethke, brillantes y sobre todo irreverentes. La poesía no está alimentada entonces por un lenguaje de pureza excesiva. -¿Qué te deja conforme al escribir un poema? -Escribir me produce mucho placer. Paso mucho tiempo armando mentalmente el esquema de un libro y siempre pongo tres o cuatro pautas que podrían ser disparadoras o hechos extraños que tomo en cuenta. Por ejemplo una tipa que empezó a crecer y entró en el departamento donde vivo y a la que veía como una intrusa, que no necesitaba que la autorizaran para hacerse presentes. Eso me dio la idea de un libro. No soy disciplinado para escribir, soy más irruptivo, aunque siempre pensé la idea del libro de poemas como una totalidad.
| |