Walter Palena
"Lo hubieras pensado antes". El que pronuncia esa frase no es un amante despechado. Es el vicepresidente de la Nación, enfundado en una bata blanca, hablando por teléfono con el presidente Fernando de la Rúa mientras camina por su departamento. Nada más atinado que esas cuatro palabras para graficar una imagen políticamente patética y que funciona como disparador para comenzar a revelar la trama que desembocó en la dimisión del líder del Frepaso. Un acontecimiento inteligentemente narrado por el periodista Martín Granovsky, autor de "El divorcio. La historia secreta de la ruptura entre Chacho y De la Rúa, las coimas en el Senado y la crisis en la Alianza". -¿De la Rúa nunca previó la actitud que podía tomar Alvarez? -La forma en que se dio el desenlace entre ambos revela cómo había funcionado la Alianza, donde los disensos nunca fueron explícitos. Es más, Chacho acaba de autocriticarse de que fue demasiado orgánico con De la Rúa. Hoy Alvarez está en el peor de los mundos: no sabe cómo quedarse ni cómo salir. Lo que ocurrió el viernes 6 de octubre del año 2000 podría quedar en la era precámbrica de la política argentina por la velocidad de los cambios de escenario que se sucedieron luego de aquella crisis. Pero para el subdirector de Página 12 hay dos hechos que lo mantienen vigente e inalterable: el exceso de personalismo que distingue a Chacho y la hipótesis (ahora concretada) del posible ingreso de Domingo Cavallo como ministro de Economía de la Alianza. Antes de plasmar sus conclusiones, Granovsky, como en buena parte del libro, trata con la agudeza de un psicoanalista de perforar la mente de un político que se debate entre la racionalidad y la intuición. "La racionalidad le dice (a Chacho) que Cavallo en el gobierno es una opción inviable. La intuición le indica que, por la presión de los operadores financieros y la propia inutilidad de la Alianza, esa opción puede ser inexorable como la ley de la naturaleza". Este fragmento está contenido en la página 248 del libro, que salió a la luz en diciembre, cuando José Luis Machinea aún gozaba de la coraza protectora del blindaje. "Traté de escribir este libro en caliente, sin prever lo que iba a pasar. No soy un consultor político, soy simplemente el subdirector de un diario", dice Granovsky a La Capital con esa fingida modestia que suele caracterizar a aquellos periodistas que no lucubran teorías de trasnoche sino que se obstinan por conseguir información de primera mano. Verbigracia: desde el propio corazón del poder. -¿Cómo es posible que Alvarez haya tomado una decisión tan importante sin consultarlo primero con su partido? -No sólo eso. Además de tomar esa determinación sin presencia de ningún dirigente del Frepaso, cuando los convoca a su casa, lo hace como en un operativo comando: entran con el auto de su custodia con vidrios polarizados para que no los vean los periodistas. Cuando ingresan Darío Alessandro, José Vitar y Juan Pablo Cafiero ya tenía la decisión tomada, solamente se las comunica. Eso habla de un hiperpersonalismo no sólo en el Frepaso, sino en la política argentina. Ese personalismo, según Granovsky, lo lleva a Alvarez a cometer errores de cálculo que rozan con la torpeza. Uno de ellos (desconocido hasta la aparición del libro) fue cuando convocó a su oficina de la Vicepresidencia al embajador de Estados Unidos, James Walsh, para pedirle que interceda ante los socios norteamericanos de Daniel Hadad, quien desde el semanario La Primera lo estaba atacando en el punto más débil de un político: su intimidad. Y Chacho sabía que detrás de esas operaciones estaba el jefe de la Side, Fernando de Santibañes, quien luego cayó en desgracia por su supuesta vinculación en el pago de coimas en el Senado. "Esas cosas o se hacen en un café o en la Cancillería. No existe la protesta de un vicepresidente ni en términos formales o informales", razona Granovsky. -¿La invasión a su privacidad lo sacó de foco? -Totalmente. Los delarruista quisieron sacarlo de foco y Chacho se dejó sacar. Otro punto: De la Rúa nunca tuvo intenciones verdaderas para investigar las coimas en el Senado. Pensó que las denuncias de Alvarez debilitaban su imagen, y una vez que Chacho renunció no avanzó políticamente en la depuración del Senado. -De la Rúa también formó parte de la llamada corporación del Senado. ¿Chacho no fue ingenuo en pensar que el presidente lo iba a acompañar en su embestida? -Hay políticos que se sobreponen a su pasado si eso le conviene, porque ante lo limitado de la situación económica, ante esa vulnerabilidad, tal vez el Senado le hubiera dado una herramienta para ejercer el liderazgo político. Hubiera sido otro De la Rúa, pero obviamente no lo fue. Terminó siendo el que es ahora: el que licuó su poder a través de la transición de López Murphy a Cavallo por adjudicación directa. -Sus asesores no piensan así. Dicen que es un fondista. -El publicista Ramiro Agulla y Antonio de la Rúa dicen eso. Hoy lo único que se ve al fondo es el fracaso. Hasta ahora es un atleta exhausto que a duras penas sigue la carrera y que quiere usar a Cavallo de aguatero. -Hubo un intento para recomponer la pareja. Chacho quiso volver al gobierno como jefe de Gabinete. -Sí, pero con un tercero en discordia: Cavallo.
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