Una mujer y sus dos hijos, todos ciegos, regresaron antenoche a Tucumán luego de permanecer internados durante nueve meses en los hospitales Garrahan y Santa Lucía, de la ciudad de Buenos Aires, donde fueron operados gratuitamente de cataratas y recuperaron la visión. Yolanda Santos Cancino y sus hijos Matías y Cristian, de 9 y 7 años, respectivamente, arribaron exultantes tras ser sometidos a una serie de intervenciones quirúrgicas a raíz de que padecían de cataratas congénitas, y en el caso de la mujer, además, un desprendimiento de retina.
La historia comenzó en marzo del año pasado, durante las inundaciones que afectaron a las poblaciones del sur tucumano, entre ellas a La Madrid, de donde es oriunda la humilde familia, que debió ser evacuada. Además de Yolanda, Matías y Cristian, la misma se compone por Ariel González, jefe de familia, de 30 años, y Rosa, de 7 años, la otra hija.
Durante la inundación los González junto con otros pobladores fueron rescatados en una lancha y llevados a la escuela José Farías de Simoca, ciudad ubicada a 90 kilómetros al sur de la capital provincial y próxima a La Madrid, donde el ex secretario de Desarrollo Humano, Fernando Juri, constató que había tres no videntes en el grupo.
Juri gestionó un viaje a Buenos Aires para que los niños y su madre fueran revisados -la estadía la solventó el padre del ex secretario, el fallecido diputado Amado Juri- y en el Garrahan les dieron fecha para operarlos el 28 de julio.
La operación de cataratas practicada a los pequeños duró cinco horas, luego de la cual, al día siguiente, se vio el éxito de la intervención ya que recuperaron completamente la vista, mientras que la mujer fue intervenida en el Santa Lucía, donde recuperó parcialmente la visión de su ojo derecho, del que antes era completamente ciega.
"Anduvimos cinco años por las clínicas de Tucumán, pero nunca dispusimos de los 750 pesos que nos exigían por la operación de cada uno de los chicos. Es increíble que en diez meses todo se haya resuelto"", afirmó González al llegar a la provincia.
El amor por el azul y amarillo
"Mamá, sos más chiquitita de lo que creía, y vos, papá, qué alto que sos", fue lo primero que dijo Matías al abrir los ojos, mientras que su hermano preguntó cuáles eran "el azul y el amarillo", los colores del club de fútbol de sus amores: Boca Juniors.
La mujer sólo tuvo palabras de agradecimiento: "Todos nos atendieron muy bien, en el Garrahan, en el hotel en que nos alojó la Nación, los médicos y las personas que trabajaban con don Amado Juri nos dieron todo; ahora nos queda a nosotros empezar de nuevo", manifestó.
Todos los gastos corrieron por cuenta del gobierno nacional, incluidos los exámenes en la clínica privada Santa Lucía y la asistencia de las maestras de la escuela domiciliaria Nº2 de la Ciudad de Buenos Aires, que les dieron clases a los dos niños y a su hermana después de la operación. "Las señoritas nos enseñaron matemáticas, dibujo y computación. Yo ya sé escribir mi nombre, pero me cuesta cuando tengo que poner Cancino. Eso todavía no me sale muy bien", explicó Matías.
Un padre enfermo y desocupado
A la familia le espera un difícil futuro, ya que les quedó muy poco de la casa a causa de la inundación y sobre todo porque Ariel González quedó sin trabajo en la panadería de Monteagudo -localidad próxima a La Madrid- al caer enfermo, víctima de una cardiopatía grave, de la que deberá ser operado.
Pero, como dice el refrán, "no hay mal que por bien no venga", de no haber mediado la inundación, muy probablemente nadie se hubiera enterado de que había tres no videntes en esa familia ni hubiera encaminado sus esfuerzos para rehabilitarlos.
Ahora, de lo que se trata es que Ariel González también pueda ser curado: "El nos cuidó mucho. Ahora nos toca a nosotros mimarlo. Lo vamos a atender hasta que lo operen y esté bien. Pero no lo vamos a malcriar, como él hizo con nosotros. Yo, antes, no hacía casi nada y ahora sufro cuando tengo que agarrar la escoba", concluyó Yolanda.