| | Análisis El ajuste: mejor no hablar de ciertas cosas El apoyo conseguido por Cavallo en los EEUU puede ser tomado como un indicio de lo que se viene
| Miguel Angel Rouco
Aunque nadie se pone a hablar del tema, todos los caminos conducen a un ajuste en las cuentas del Estado, para intentar volver a su cauce el desequilibrio fiscal dentro de las pautas acordadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El apoyo político brindado por la administración Bush y por la cúpula del FMI es un claro síntoma que el ministro de Economía, Domingo Cavallo, deberá llevar adelante un serio ajuste en el gasto público. Cavallo no sólo se trajo de su reciente gira por los Estados Unidos y el Canadá un apoyo político explícito sino que también se trajo la promesa de que habrá una actitud más indulgente respecto del desvío en las metas fiscales, sino también el compromiso de un renovado sostén crediticio siempre y cuando se lleven adelante los ajustes en la estructura del gasto. Este soporte financiero está basado en dos pivotes. El primero pasa por una operación de canje de deuda cuya arquitectura se está armando muy lentamente. El segundo, por un préstamo puente de los bancos locales sobre la base de la emisión de un bono a tres años. Con estos dos elementos bajo el brazo, el ministro comienza a redoblar su apuesta de crecimiento. Pero no son todas loas las que acompañan a Cavallo por estos días. El ministro, en los EEUU estuvo acompañado en gran parte de su gira banqueros locales quienes le plantearon su malestar por los efectos que va a traer aparejado el nuevo impuesto a las transferencias financieras. Aún cuando este tema se convierta por estos días en la piedra angular del mercado financiero, los banqueros saben positivamente que despejando las dudas del frente fiscal argentino se podrá empezar a esbozar un esquema de reactivación de la economía y que pasará inexorablemente por un aumento de la demanda crediticia. De allí que no dudan en brindar un amplio respaldo al ministro y una asistencia financiera en la emergencia. "Si los argentinos no tienen confianza en sí mismos, difícilmente puedan tener confianza los inversores externos", decía un analista argentino residente en Manhattan. Cavallo deberá trabajar rápidamente en el frente fiscal para dar señales de control sobre el déficit porque hasta ahora los analistas e inversores sólo vieron la aplicación de un nuevo impuesto como dique de contención del desborde en las cuentas públicas. El jefe del Palacio de Hacienda sabe que su suerte está atada al rumbo que tomen los negocios privados. Si la actividad económica mejora y crece su proyección y dimensión política tomará vuelo. Si su apuesta gira en torno del viejo estilo de política, será uno más y tal vez se trunque todo futuro político. Cavallo recibió del secretario de Comercio de los Estados Unidos, Donald Evans, una contundente muestra de la nueva era política: "Los gobiernos deben crear el clima apropiado para que florezcan los negocios y se genere riqueza para toda la población". El ministro tiene planeado intensificar la reducción de partidas presupuestarias en todos los ministerios, algo que ya ha generado una presión política adicional en el seno del gabinete. La rigidez presupuestaria no presenta demasiados frentes por donde aplicar el bisturí: deuda pública, jubilaciones y salarios componen casi el 80 por ciento del gasto total y son partidas intocables. Sólo le queda aplicar reducciones menores en gastos de funcionamiento y en el crítico rubro de transferencias donde se afectaría la relación con las provincias y los subsidios, algo a lo cual Cavallo no está dispuesto a acceder. Quedó demostrado que el ministro apeló a un incremento de impuestos que afecta gravemente a la actividad económica y privilegió la ayuda a las provincias antes de hacer el ajuste cuando tuvo que obtener el respaldo para sancionar la ley de los superpoderes. Pero ya no hay margen para errores, el ajuste cae por su peso específico aun cuando el propio Cavallo no lo quiera. Es el modelo el que lo necesita. Lo contrario sería mandar definitivamente a pique al Titanic.
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