Walter Palena
Federico Storani se fue del gobierno rumiando la impotencia de ver cómo se licuó en forma vertiginosa el contrato social que ataba a la Alianza con los argentinos que decidieron terminar con una década de dominio menemista. Afirma que el programa económico que intentó plasmar José Luis Machinea tenía un sesgo progresista, pero que le faltó una articulación política en el seno de la coalición para su éxito. Incluso lanzó una frase provocativa hacia aquellos que ungieron al líder de Acción por la República para que tome las riendas del destino económico del país: "Si Machinea hubiera hecho lo que hizo Cavallo ahora, lo acusaban de marxista". Mientras recorre el país tratando de recomponer la escuálida estructura radical luego del arribo de Cavallo al gobierno, con la evidente intención de convertirse en el presidente del comité nacional de la UCR, el ex ministro del Interior pasó por Rosario y dialogó con La Capital sobre la crisis que atraviesa la Alianza y del entorno de Fernando de la Rúa, al que considera culpable de gran parte de los errores políticos que cometió el presidente. -A los pocos días de renunciar a su cargo dijo que desde un primer momento advirtió que algunos sectores del gobierno querían hacer una depuración étnica en el gabinete. ¿A quiénes se refería? -Utilicé esa metáfora para señalar que hay sectores que quieren un gobierno más incondicional al presidente y más ligado a proyectos conservadores. En esa línea, claramente está el denominado Grupo Sushi, con Antonio de la Rúa al frente, pero con una notable influencia de Fernando de Santibañes: un hombre vinculado al sector financiero y que nunca dejó de estar cerca del presidente, aun cuando se alejó de la Side. Ese grupo bregó para que los radicales que rodeaban a De la Rúa no tuvieran una vocación aliancista y maniobró para sacarse de encima el lastre que significaba el Frepaso, que desembocó en la crisis de octubre con la renuncia de Chacho Alvarez. -¿Nunca encontraron un modo de contrarrestar ese poder, o no lo buscaron? -Claro que lo buscamos. Una prueba de ello fue cuando se constituyó el grupo de trabajo de la Alianza para tratar de reinsertar a Chacho y Alfonsín a un ámbito de deliberación y debate. Pero después venían los sushis y le planteaban a De la Rúa que tenía que acentuar su autoridad, y en nombre de ese liderazgo le hicieron meter la pata al presidente en forma constante. -¿De la Rúa le daba entidad para acorralar al ala progresista del radicalismo y al Frepaso? -No creo que el presidente tuviera una mentalidad tan conspirativa o que haya jugado a ser Maquiavelo. Sí creo que hay un alto grado de improvisación. El caso de De Santibañes es distinto: desde el comienzo él tenía un proyecto para tratar de darle un sesgo neoliberal al gobierno. Pero Antonio y otros funcionarios no. Para ellos todo pasaba y pasa por la obsesión de darle mayor autoridad a De la Rúa. -¿Se puede hablar de una corte de amateurs? -Esa es la definición más apropiada. Si uno está por hacer una maldad, si querían correrlo a Flamarique a la Secretaría General de la Presidencia para provocar la renuncia de Chacho, tiene que tener previsto los pasos que siguen. Pero el grado de desorientación y de caos que existía al otro día de la renuncia del vicepresidente mostró que no habían planificado la jugada y tuvieron que dar marcha atrás. -Si insisten tanto en reforzar la autoridad, ¿no es una clara señal de que De la Rúa carece de ese atributo? -Cometieron el error de querer convertir al presidente en algo que no es. De la Rúa es un hombre que puede tener muchas virtudes en el plano político e intelectual. Es un hombre bien formado, hizo todo el escalafón de la política, pero nunca puede llegar a ser un líder natural. Pretender hacerlo una especie de Alfonsín o un Menem es un poco absurdo. Como lo fue también hacer que golpeara la mesa en el programa de Mariano Grondona. Todas esas cosas forman parte del consejo de un grupo poco representativo y mezquino. -Pero que llevó al gobierno a una gran crisis. -Y a cometer grandes errores. El último fue la apuesta que se hizo a Ricardo López Murphy. Me pregunto, después de las dos crisis ¿el presidente salió fortalecido o debilitado? Obviamente salió debilitado. En medio de una emergencia y de un llamado de unidad nacional se puede justificar el ingreso de Cavallo, pero como una parte. Hoy Cavallo parece el todo. -¿Cómo se recompone la situación? ¿Hay una salida? -Tenemos que insistir en la actitud de recomponer a la Alianza y recuperar al proyecto original. La Alianza no es sólo la cuestión económica, sino también la justicia, la educación y el trabajo. Hay muchas cosas que se pueden reivindicar para volver a recuperar cierta identidad. Un gobierno de coalición tiene, por definición, un nivel de consenso distinto que otro gobierno. Cuando constituimos el grupo de trabajo logramos, después de muchos meses, que estuvieran Chacho, Alfonsín, Alessandro, Binner y los ministros del Ejecutivo. Pero a la segunda reunión todo se diluyó, porque el Grupo Sushi fue con el mismo verso a De la Rúa de que eso parecía un poder paralelo, que disminuía su autoridad. -Usted dice que no todo pasa por la economía. Sin embargo nunca mostraron una alternativa económica para poder trabar el ingreso de Cavallo. -No es tan así. El de Machinea era un buen proyecto. Tenía un planteo reactivador con la ley de infraestructura, y en su gestión se modificó la carta orgánica del Banco Nación para facilitar el acceso de créditos a las pymes. Lo que pasó fue que tuvo malas condiciones externas: subieron las tasas de interés en Estados Unidos, se depreció el euro frente al dólar y hubo una fuerte caída en los precios primarios. Pero, por sobre todo, tuvo un margen de maniobra mucho menor en el terreno político. Si Machinea hubiera hecho lo que hizo Cavallo ahora, como bajar los aranceles de la importación para la industria textil y del calzado, lo hubieran acusado de marxista, rojo, dirigista y estatista. -¿Se siente en la vereda de enfrente del gobierno? -Eso salió en un diario y lo desmentí. Ahora estoy tratando de que se recupere el proyecto original de la Alianza. Si eso no ocurre, veremos cuál será nuestra actitud.
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