Año CXXXIV
 Nº 49.081
Rosario,
domingo  08 de
abril de 2001
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Sevilla: Feria de abril
El 30 de este mes comenzará en la ciudad andaluza una celebración popular que revivió en el siglo XIX para escapar a una crisis y al pesimismo

Sandra Bustamante

Cuando el Rey Santo hizo a Sevilla cristiana, la hizo también otras muchas cosas. La dotó de un nuevo sistema de organización jurídico-administrativa al más puro estilo castellano: el Concejo o Municipio. Para ser más claros, el rey Fernando, nada más llegar a esa ciudad a la vera del río Guadalquivir, puso la semilla de lo que hoy se conoce como Ayuntamiento de este sitio que es capital de su provincia y sede del gobierno y el Parlamento de la Comunidad Autónoma de Andalucía.
Con el paso del tiempo, estos concejos fueron dándole a Sevilla su sabor, su talante, su compás y su sentido a base de ordenar las cosas y las gentes, de aderezar el perfil de las calles y las plazuelas, de dar servicios adecuados a cada realidad social... más o menos igual que ahora.
En el año 1842, Sevilla vivió momentos realmente difíciles. La ciudad se iba medio restableciendo de los quebrantos económicos que la invasión francesa dejó en el país y se iniciaron incluso aventuras industriales. A finales de ese año, un huracán dejó la ciudad arrasada. Les hacía falta algo a los sevillanos para desprenderse de tanta crisis y tanto pesimismo.
A dos concejales se les ocurrió una gran idea: solicitar por escrito al Pleno la recuperación de las ferias de Sevilla, una en abril y otra en septiembre. El permiso para celebrar ambas lo había otorgado Alfonso X el Sabio en 1254, 6 años después de que su padre conquistara Sevilla. El Pleno del Municipio solicitó de la Reina Isabel II una feria anual el 19, 20 y 21 de abril, dejando la de septiembre para más adelante. Una comisión municipal estudió todos los pormenores, hizo sus presupuestos y los presentó para su aprobación a la figura equivalente a lo que hoy pudiera ser el delegado del gobierno.
Se aceptó con una modificación: las fechas feriales deberían ser 18, 19 y 20 para no molestar a la Feria de Carmona.
La primera feria se inauguró el 18 de abril de 1847 en el Prado de San Sebastián, con 19 casetas, y el éxito del público fue tal que en 1950 hubo que separar el mercado de ganado del recinto de pura diversión. Desde 1973 esta ciudad artificial se instala en el barrio de los Remedios, en un terreno rectangular de algo más de kilometro y medio de largo y 600 metros de ancho.
Las calles se adornan con miles de farolillos y por ellas puede verse durante el día el característico paseo de caballos, caballistas y coches tirados por enganches enjaezados, y a cualquier hora el discurrir de una multitud, las mujeres con los trajes de flamenca y todo el mundo bailando y cantando sevillanas.
La feria comenzará este año el 30 de abril, a las 12 de la noche, con el alumbrado, es decir, el encendido de las miles de bombillas de la portada o portón que marca el ingreso a la feria. Sobre los Campos de Feria se definen tres sectores: uno denominado Real de la Feria, una zona colindante al Parque de Atracciones (más de 500 actividades) y en la periferia del recinto se distribuyen dársenas destinadas a estacionamientos.
En el Real de la Feria se instalarán 1.042 casetas de particulares, ferias y entidades, algunas de acceso para todo el público y otras que permiten el ingreso solo a invitados, hasta la medianoche del 6 de mayo, en que se cerrará la feria con fuegos artificiales. La Feria de Ganado se hará entre el 24 y el 26 del corriente, en la que se dispondrán corrales para la exposición de equinos.

Casetas, caballos y trajes
Los tres elementos por antonomasia de esta celebración andaluza son las casetas, el paseo de caballos y los trajes de flamenca.
La imagen de la caseta estuvo relacionada en sus orígenes con el ambiente de la venta de ganado. En 1849, el Ayuntamiento instaló una caseta, parecida a una tienda de campaña, para vigilar el orden público, pero al poco tiempo fue conocida por su ambiente festivo. Al año siguiente se instalaron las primeras casetillas para la venta de buñuelos, turrones y juguetes.
La evolución de la feria hizo que las instituciones y las familias más acomodadas de entonces no quisieran faltar al Real (es decir, al campo donde se celebra la feria), lo que hizo aumentar el número de casetas. Recién en 1983 se establecieron las normas para su montaje. La caseta está formada por una estructura metálica recubierta de lona rayada en verdiblanco o rojiblanco, con rayas de 10 cm. de ancho. Como elementos básicos de la parte exterior se establecen la pañoleta y la barandilla.
Respecto al paseo de caballos, mientras los primeros tratantes de ganado que iban a Sevilla llegaban con sus calesas y jardineras, hoy los carruajes más bellos de España, con los mejores cocheros y los más espléndidos caballos se dan cita en la Feria. Tampoco puede entenderse a ésta sin los caballistas ataviados con traje corto y sombrero de ala ancha.
Desde el nacimiento de la feria, la exhibición de los distintos tipos de enganches por las calles del Real ha sido constante. Mientras la alta burguesía acostumbraba enganchar a la inglesa y se hacía acompañar por cocheros profesionales y lacayos, las clases más populares utilizaban el enganche andaluz a la calesera, que es una guarnición más rústica y más relacionada con los trabajos del campo. En la actualidad existen en la provincia de Sevilla más de quinientos coches, la mitad de primerísima categoría y reductos de los mejores tiempos de la aristocracia andaluza.
En los primeros años acudían las mujeres de los tratantes de ganado, en su mayoría gitanas o sencillas campesinas andaluzas, vestidas con sus humildes batas de percal, trajes de faena rematados en dos o tres volantes. Eran trajes alegres de chispeantes colores que realzaban el cuerpo de la mujer. La Exposición Iberoamericana de 1929 fue la consagración y la aceptación definitiva del traje de flamenca por parte de las clases más pudientes para asistir a la feria.

Los toros
Los sevillanos, sus amigos y miles de turistas recorren las calles que llevan los nombres de antiguos toreros como Pascual Márquez, Juan Belmonte, Joselito el Gallo, el Gitanillo de Triana, Pepe Luis Vásquez o Ricardo Torres Bombita, visitan una y otras caseta. En todas beben fino, prueban pescaíto frito o alguna exquisitez local y bailan sevillana.
Pero para terminar de imaginar este lugar mágico que al menos debería visitarse una vez en la vida, debemos saber que no puede concebirse la feria sin "los toros", sin las corridas que anuncian a las más importantes figuras del toreo en la Real Maestranza.
Casi todos señalan que un triunfo en Sevilla, y salir a hombros por la Puerta del Príncipe, es "lo más grande que hay". Y si ese triunfo se produce en plena Feria de Abril, es cuando el sueño se hace realidad y cuando se alcanza la meta soñada. Desde expertos diestros como el Curro Romero, Manuel Díaz el Cordobés y J. Ruiz Espartaco hasta jóvenes como Francisco Rivera Ordóñez, Enrique Ponce y El Juli han toreado en su plaza, y disfrutado desde el paseíllo hasta el festejo popular en las calles y en los bares, de silencios impresionantes y ovaciones distintas.
Y en el Real de la Feria hay una riqueza tal de luz, de color y de líneas, acompañadas de un movimiento que fascina y aturde. Albero, cielo azul y brillante, el aire como un sol de fuego que todo lo rodea, lo colorea y lo enciende.


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