| | El elegido de la semana Clapton: El encanto de los opuestos En su nuevo álbum, el legendario guitarrista une los caminos que dividieron su carrera
| Carolina Taffoni
Muchos de los que corearon "Cocaine" en el estadio de River, o los que conocieron a Eric Clapton por algún compilado de hits, se estarán preguntando qué cuernos pasó con el Dios de la guitarra en los últimos años. ¿Se dedica a hacer hits para bandas sonoras de películas? ¿Se volvió un especialista en duetos y standards de blues? ¿Se puso viejo, nostálgico, sentimentaloide? Hay algo de eso, aunque sólo en la superficie. Después del éxito de "Journeyman" (1989) y del "Unplugged" (1992), Clapton optó por un perfil más bajo. En los 90, cuando todos creyeron vislumbrar cierto futuro en algún sonidito electrónico, él tomó el camino contrario y se concentró aún más en el pasado, desenterrando tesoros escondidos. Igualmente, en la última década, como en toda su carrera, el camino de Clapton se volvió a dividir entre el acercamiento al pop, como pasó en el "Unplugged" y en el brillante "Pilgrim" (1998), y el regreso más puro a las raíces de "From The Cradle" (1994) y "Riding With The King" (2000). Su nuevo trabajo, "Reptile", tiene toda la pinta de seguir este último camino. El álbum está dedicado a su tío que falleció el año pasado y el arte está lleno de referencias a su infancia (incluso hay viejas fotos de Ripley, su ciudad natal). Pero la sorpresa es que acá Clapton logra combinar los dos mundos aparentemente antagónicos de su universo musical privado, y que lo hace con una maestría y una sutileza que sólo llega cuando se cuenta con más de 30 años de experiencia. "Reptile" se pasea por todos los estilos que la guitarra de Clapton domina, desde el blues más tradicional hasta el soul, pasando por el R&B y el blues rock, con canciones propias y ajenas. El disco fluye sin ninguna pose reivindicatoria, ni olor a naftalina ni complejos de sonar a museo negro. El desconcertante comienzo con una bossa instrumental no quita que después aparezcan en los créditos nombres de leyendas bluseras como J.J. Cale o Doyle Bramhall II. Ni tampoco clásicos del género como "Got You On My Mind" o "I Want A Little Girl". Pero también hay una versión demoledora del "Come Back Baby" de Ray Charles (que tiene el solo más vibrante del disco), una traducción blusera del baladón de James Taylor "Don't Let Me Be Lonely Tonight" y un golpe de soul en nombre de Stevie Wonder con "I Ain't Gonna Stand For It". Los temas de Clapton pasan de ser un simple gesto de presencia (como ocurrió en discos anteriores) para convertirse en la esencia más silenciosa del disco. "No tiene sentido buscar a alguien más /porque estaré solo/ hasta que me encuentre a mí mismo", canta en "Find Myself", que transporta al blues a un nuevo siglo aunque suene a los años 20. La oscura y reflexiva "Modern Girl" y el instrumental final "Son & Sylvia" ahondan en esa faceta introspectiva con más profundidad que melancolía. En el otro extremo, temas como "Second Nature" y "Superman Inside" no tienen nada que envidiarle a la potencia de "Journeyman". El mérito no es sólo de Clapton. Su guitarra se apoya en el bajo de Nathan East, el piano de Billy Preston y los impagables coros de The Impressions, entre otros experimentados. Lo demás corre por cuenta de la música, que para algunos siempre será historia antigua y para otros el refugio a donde siempre buscarán volver.
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