Una desaparición violenta le asegura a un artista una fama inmediata, más si es joven y en ese momento su carrera marchaba viento en popa. Si era músico, surgen las grabaciones inéditas, la colección de hits, los libros y, finalmente, la película. Es el caso del cuartetero Rodrigo y la bailantera Gilda, aunque por ahora sólo del primero esté listo su filme y se estrené el jueves próximo en 125 cines de la Argentina, mientras que Gilda tendrá que esperar, si tiene suerte, hasta mitad de año.
El mercado está listo para aprovechar esa tendencia, porque hace años que lo viene haciendo y da claras pruebas de que sabe superarse a sí mismo. La muerte de Rodrigo el año pasado fue una de ellas: en todos los medios de comunicación, y durante al menos dos semanas, no se habló de otra cosa, lo cual es demasiado para un país en el que ninguna noticia dura más allá de un par de días. Después de ese éxito mediático, la película estaba cantada.
No hacía falta demasiada imaginación para hacerla: con el pulso del público aún caliente, ya que el accidente ocurrió hace poco menos de un año, las imágenes de los recitales y presentaciones televisivas del Potro se consideraron suficientes para saciar la demanda de sus fans, sin necesidad de recurrir a un actor que interprete al cuartetero y al riesgo que significa convencer al público.
Para terminar de asegurar la identificación de los fans, la trama de la película contará las andanzas de un grupo de admiradores del Potro, cuyas vidas se desarrollan a la par del ascenso del cuartero cordobés.
Las historias ocultas
La historia del culto por la muerte comienza en Medellín, con un avión que se estrella y crea una tragedia que se repetirá una y otra vez. La incredulidad, el dolor y el azar son sus marcas más visibles.
Cada una de esas historias nunca puede terminar de creerse. Cuando se estrelló el avión de Gardel, comenzaron a circular versiones de que el artista no se encontraba a bordo. Esas versiones fueron tan fuertes, que a más sesenta años del hecho el cineasta español Jaime Chávarri las conoció y se basó en ellas para su película "Sus ojos se cerraron". Darío Grandinetti interpreta a Gardel y a un doble del cantante que, ante las presiones de la fama, reemplazará al Zorzal en una actuación menor y por eso toma el avión fatídico.
Una vez producido el accidente, el verdadero Gardel, harto de la fama, siente que tiene una nueva oportunidad en la vida y decide asumir la personalidad de su doble, regresando a los cafés de barrio y convirtiéndose en una celebridad doméstica.
La muerte de Rodrigo tampoco se pudo creer y lo que comenzó a circular como versión demostró que era una realidad. En el accidente carretero que se cobró la vida del Potro había habido otro auto. Lo mismo sucedió con Gilda. Lo que confirma que en la muerte de los famosos siempre hay un doblez, una historia secreta, de cualquier tipo pero secreta. La mayoría de las veces la crea la gente y se relaciona con el deseo de que el ídolo siga vivo, de encontrar un responsable ante la implacable ruleta del destino.
Esa necesidad de encontrar una explicación también alimenta las chances de éxito de la película. Además de ser un reencuentro con el Potro, el filme servirá de consuelo para aquellos que todavía no lograron superar la desaparición de su ídolo.
En el éxito del proyecto es clave el poco tiempo que pasó entre el accidente y el estreno de la película. En realidad, el filme estaba programado para estrenarse en enero pasado, pero aspectos legales relacionados con los herederos de Rodrigo lo atrasaron. Es un tiempo récord para la manufacturación de una película. Menos suerte tuvo, hasta hora, la película sobre Gilda. La bailantera murió en 1996 y desde hace unos años está la idea de llevar su vida a la pantalla grande. Primero se habló de Natalia Oreiro para el protagónico, pero finalmente se terminó con Paola Krum. El promotor del filme es Sebastián Ortega, uno de los hijos de Palito pero, tras un acuerdo inicial con la gente de Torneos y Competencia, se quedó solo y está a la búsqueda de nuevos socios.
El otro lado de la fama
"Rodrigo, la película", dirigida por Juan Pablo Laplace y protagonizada por Agustina Cherri, se sitúa en el terreno de la ficción y apunta a mostrar, a través de una historia particular, qué significó Rodrigo para sus fans. Es un intento de indagar en el otro lado de la fama, en la emoción de quienes recibieron la música del Potro y porque se conmovieron ante la propuesta del bailantero.
La historia es la de Romina, a quien interpreta Agustina Cherri. La chica tiene 18 años y una vida familiar complicada. Es una joven como muchas de la Argentina de la crisis eterna. No terminó la escuela, no tiene trabajo y su hogar es un río revuelto. Los caminos se le cierran en todas partes. En la identificación con la música del cantante Rodrigo, Romina halla una forma de expresión. Convertida en fan del cuartetero cordobés, la chica siente que su ídolo es una persona humilde que transmite un mensaje esperanzador: se puede triunfar si se persiste en el camino propio.
La utilización de las imágenes de Rodrigo acercan al filme al docudrama. El registro de diversas actuaciones del Potro se convierte de esa manera en una de las claves de la película. Según se aseguró desde la producción del filme, "las imágenes del Potro utilizadas en la película fueron tecnológicamente procesadas para lograr que el espectador pueda disfrutarlas con tratamiento cinematográfico. También se trabajó con la edición de sonido para conseguir que los recitales tengan una calidad Dolby Stereo, muy superior a todo lo escuchado hasta ahora".
En ese sentido, "Rodrigo, la película" se conecta con una interrumpida tradición de películas musicales argentinas. La vida de corridas y excesos de Rodrigo, con hasta diez recitales por noche, su auge en la televisión, los 13 Luna Park y su decisión de retirarse lo posicionaban de manera obvia como futuro actor de su propia película musical. La muerte interrumpió esa proyección pero la película surgió igual y abona ese territorio poco transitado en las últimas décadas del cine argentino.
Gardel, como tantas veces, fue el pionero del cine musical. Con sus producciones estadounidenses se adelantó a la época. El tango en el cine hizo poco más después de él, aunque lo intentó. La música melódica produjo una serie de películas que fueron éxitos, como "La playa del amor" y "La discoteca del amor", dirigidas nada menos que por Adolfo Aristarain, y antes Palito Ortega y Sandro le sacaron el jugo al negocio, casi como un anticipo de los videoclips.
El rock también incursionó en ese camino. Bebe Kamin filmó una película que es testimonio de una época con "Adiós Sui Generis", que es lo mejor hecho en ese terreno. Después se hicieron algunos filmes flojos como "Peperina", donde se combinó ficción y realidad, a partir de una gira de la banda Serú Girán. Marcelo Piñeyro saltó al cine con la biografía de "Tanguito" y le dio nuevo aire al género.
En el folclore Soledad fracasó recientemente con "La edad del sol", lo que puede ser leído como un agotamiento del género y con lo que "Rodrigo, la película", tendrá que luchar.
La Argentina es un país que siente una gran pasión por la muerte. Los días patrios y de homenaje se celebran en la fecha de desaparición de los grandes, como el Día del Tango, por ejemplo, que es la fecha en que murió Gardel y también Rodrigo. Una "ironía del destino", que unió, quizá "con mano maestra", al mayor mito de la música argentina con el cuartetero que fue el fenómeno musical de los últimos años, como también es una ironía que el cantante de la alegría, Rodrigo, haya tenido un solitario y triste final, con las botas puestas y la cara tapada por un diario, en el frío asfalto de una ruta argentina.