Año CXXXIV
 Nº 49.081
Rosario,
domingo  08 de
abril de 2001
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Tres críticas de cine

El mejor de los homenajes

El vampiro es una creación cinematográfica. La historia de Drácula difícilmente hubiese llegado a la popularidad de que goza sin el séptimo arte. El paso decisivo se filmó, sin embargo, bajo el nombre de "Nosferatu", porque la familia del autor de la novela no quería que se adaptase al cine. Friedrich Murnau fue el director de la adaptación, cambió los nombres de los personajes y contó básicamente la misma historia que la obra de Bram Stoker. Después del filme de Murnau, se hicieron muchas películas sobre el vampiro y llegó la famosa interpretación de Bela .
"La sombra del vampiro" recrea la filmación de Murnau. No es un homenaje solemne. Se permite cierta irreverencia que provoca más de una sonrisa en el espectador. Willem Dafoe en la piel del actor Max Schreck es, sencillamente, impactante. Schreck era un tipo que, al parecer, estaba loco. Se compenetraba tanto con su personaje que llegaba a beber sangre y no salir nunca de día.
En un segunda plano queda la historia de Friedrich Murnau, interpretado por John Malkovich. La perversidad del director es fundamental para el desarrollo de la película, y su tesis de que con tal de realizar la obra es válida cualquier cosa, puede levantar algunas polémicas. Más allá de eso es un filme importante, para dejar no pasar por alto. Es estéticamente independiente de "Nosferatu" pero también aporta al conocimiento de ese filme.

Los misterios de la sangre
"Los ríos de color púrpura" no es una película de asesinos seriales, aunque aparezcan policías enigmáticos y cuerpos mutilados. O por lo menos no es otra película en esa tendencia hollywoodense de thriller-truculento-final absurdo.
El director Mathieu Kassovitz (en la Argentina sólo conocido por "El odio"), basándose en la novela homónima de Jean-Christophe Grangé, le impone a su película la marca lejana de los policiales de Claude Chabrol, y la más cercana e ineludible de Luc Besson.
El paisaje de ensueño de los Alpes se transforma poco a poco en el escenario de una pesadilla. Acá la policía está traspolada a un ámbito extraño a sus códigos, una universidad que domina toda una región con un orden propio. El desafío no es encontrar al asesino, sino penetrar en las grietas de un sistema que parece no tenerlas.
Jean Reno y Vincent Cassel funcionan bien como el arquetipo del policía instintivo y experimentado que se encuentra con el joven independiente y arrebatado. Pero sus personajes también se permiten tener dudas, enojarse y excederse.
El planteo de "Los ríos de color púrpura" es lo suficientemente bueno como para que cualquier tipo de final no embarre el resultado. Después de tanto thriller rebuscado de Hollywood, la película es un bálsamo para los que que quieran ver un buen policial que no pretende ser más que eso. Y encima entretiene.

Un combate por la pasión
Que un pintor se dedique a hacer películas no siempre es una buena idea, porque a veces se descuida el relato por la búsqueda de un perfeccionismos plástico y se crean películas ostentosas sin demasiado sustento. Sin embargo, en "Antes que anochezca" el pintor Julian Schnabel, director del filme, unió con fortuna sus dotes de artista plástico a la narración cinematográfica. Cada imagen es una maravilla y reproduce el colorido mundo de Reinaldo Arenas, el escritor cubano cuya vida cuenta el filme, además de contar con una gran interpretación de Javier Bardem.
Arenas fue un escritor al que el régimen de Fidel Castro persiguió por homosexual y por hacer libros que tenían una temática y una estructura que no respetaban las pautas del realismo obsecuente pedido por los funcionarios de cultura de la revolución, desde Nicolás Guillén hasta Cintio Vitier. Primero adherente a la revolución y luego crítico de ella, Arenas retrató sus padecimientos en una autobiografía, que muchas veces se criticó por exagerada y por desconocer los cambios que aportó a Cuba el gobierno de Castro. Sin embargo, esa crítica solía desconocer lo que había de cierto en la visión de Arenas.
El filme de Julian Schnabel toca ese tema pero su mensaje está puesto en cómo una persona acosada defiende su vocación y crea una obra contra viento y marea, a pesar de que en ello le vaya la vida.


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