| | Reflexiones Necesidad y urgencia
| Guillermo Villarreal
La lectura comparativa de los discursos del papa Juan Pablo II y el presidente Fernando de la Rúa demuestra coincidencias en el diagnóstico de los temas planteados -pobreza, desocupación, familia, bien común, defensa de la vida-, pero una diferencia sustancial entre el significado de lo urgente y lo necesario.
Mientras que desde el gobierno se puso el acento en el reconocimiento de los obstáculos, tanto heredados como coyunturales, que frenan el crecimiento y en la imperiosa necesidad de quebrar las barreras protectivas que permitan encontrar el rumbo, la máxima autoridad de la Iglesia Católica hizo un sutil llamado a poner manos a la obra y a recurrir a las reservas morales de los argentinos para garantizar un futuro de esperanza.
No obstante, hay que hacer la salvedad de que los tiempos de la política son muy distintos a los eclesiásticos.
Para la Santa Sede "urge" encontrar medidas para contrarrestar la violencia social que deriva "de la ausencia de solidaridad", para el Ejecutivo nacional subrayar las legítimas aspiraciones de reactivar la economía y citar aquellas cosas que todavía están en el debe del balance de 15 meses de gestión.
Sin embargo, la gira informal de tres días por Roma y de una jornada a la Santa Sede logró un interesante contrapeso entre las luces y las sombras.
Por un lado, el compromiso de empresas italianas de primer nivel en redoblar su apuesta en la Argentina o la decisión de mantenerse a pesar del prolongado proceso recesivo; por otro, la consolidación de un estilo de relación con la Iglesia vaticana sin fisuras, a pesar de las diferencias que los funcionarios hacen notar con la que ostentó la administración del ex presidente Carlos Menem.
Este forzado equilibrio también se percibió entre los espirituosos 24 minutos del primer mandatario y su familia con el Sumo Pontífice en su biblioteca privada, y una desordenada agenda -algo fashion por momentos- con políticos, deportistas y hasta una top model.
Hasta se manejaron las cosas de tal manera que en cuestiones urticantes como la ley de salud sexual y procreación responsable se buscó pegar primero o precisar que en este caso puntual la división de poderes era irrevocable, antes que recibir una reprimenda eclesiástica que empañara el objetivo principal del viaje: reunirse con el Santo Padre.
Más allá de estas consideraciones globales, las voces oficiales se esforzaron por subrayar la existencia de un nuevo estilo de relación con la Iglesia, tendiente a construir puentes, pero sin puntear los canales naturales de autonomía, mutua colaboración y respeto que ésta tiene para relacionarse con los responsables de la cosa pública.
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