Año 49.074
 Nº CXXXIV
Rosario,
domingo  01 de
abril de 2001
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El plan. Con superpoderes, Cavallo marcha hacia una canasta de monedas
Cómo "eurizar" la convertibilidad
La idea, que no es nueva, puede favorecer la inserción de la Argentina en la economía globalizada

Antonio I. Margariti

En su reciente viaje relámpago a Madrid para conseguir el apoyo de España a su plan de competitividad, el ministro Domingo Felipe Cavallo comunicó a las máximas autoridades españolas su idea de "reformular la convertibilidad atando el peso a una canasta de monedas que además del dólar incluya al euro, el real y posiblemente el yen". "Será sin sobresaltos ni sorpresas- sostuvo Cavallo- pero sin abandonar el principio de la paridad fija, sólo que con más monedas y ello podría ocurrir en dos o tres años".
En una posterior conferencia ante importantes empresarios y banqueros españoles nuestro súperministro les dijo textualmente: "Argentina puede eurizar su convertibilidad, poniendo como referencia al euro y tal vez al real, además del dólar, sólo cuando la moneda europea muestre una paridad estable con la de Estados Unidos pero para eso, que no significa abandonar el sistema de convertibilidad y tampoco devaluar, falta un par de años". Estamos pues notificados de cuál es la intención del único funcionario que ha recibido los superpoderes establecidos en el artículo 76 de Constitución para casos de emergencia pública.
La idea de Cavallo no es mala y tan sólo merece algunas reflexiones críticas para mejorarla. La primera de ellas es que la introducción del real dentro de la canasta de monedas equivale a un contrasentido. La canasta de monedas es el compromiso legal que asegura la convertibilidad y como sabemos la moneda brasileña es inconvertible, entonces proponer que el peso convertible esté sostenido por una moneda no convertible, por lo menos parece un galimatías.

Antecedente no ostentoso
Si hacer alardes, ni alagar la propia vanidad, el autor de esta columna cree tener algún antecedente para examinar la cuestión de la canasta de monedas puesto que hace 22 años realizó un trabajo técnico sobre el tema. En agosto de 1979, y 12 años antes que Domingo Cavallo estableciera la convertibilidad monetaria de uno a uno entre el peso y el dólar, la revista Futurable de la Fundación Argentina 2000, publicó un extenso artículo de mi autoría sobre creación de una moneda convertible. En el mismo número de esa revista también escribieron el profesor André Van Dam (economista holandés), Pierre Vendryes (miembro de la Academia de Francia), Hugues de Jouvenel (jurista francés) y Arthur Schlesinger (profesor de Harvard y asistente del presidente de Estados Unidos).
En ese entonces habían transcurrido nueve años desde que la ley 18188 sustituyó el peso moneda nacional, antigua unidad monetaria argentina, por el denominado peso-ley a razón de 100 m$n por 1 $ ley. Estaba vigente la famosa tablita de Martínez de Hoz, expresión de un gradualismo devaluatorio dirigido desde el Banco Central por Adolfo Diz y Ricardo Arriazu, y el peso-ley perdía valor todos los días. En el mencionado trabajo presentaba la propuesta audaz pero factible de establecer una moneda denominada N$F (Nuevo Peso Fuerte). La innovación consistía en demostrar la posibilidad de crear este N$F , nueva moneda argentina, no ya como la mera reducción de dos o tres dígitos del signo monetario existente, sino como una auténtica moneda convertible apoyada en una canasta de monedas de los cuatro países más importantes del mundo occidental, emitida por un Banco Nacional de la Moneda, verdadera caja de conversión, que sustraía el manejo monetario al Ministerio de Economía. Por su lado, el Banco Central quedaba relegado al papel de agente financiero del gobierno argentino y encargado de la supervisión del sistema bancario.
La nueva moneda convertible sería de libre utilización y coexistiría con el degradado peso-ley que circulaba en esos momentos. La propuesta formulada en 1979 incluía el análisis de la técnica monetaria a aplicarse y los efectos progresivos que brindaría su implantación. Tenía un propósito más elevado que el de meras intenciones económicas porque pretendía establecer una "moneda para la Nación y no para el Estado" con el fin de evitar que la emisión espuria de dinero sirviese para enmascarar finalidades políticas armamentistas o demagógicas a través del gasto público.
Para que esa moneda convertible no estuviese sujeta a los vaivenes de una economía extranjera dominante, propuse vincularla en partes iguales con las monedas de cuatro naciones: Estados Unidos, Alemania, Japón y Suiza. El dólar porque es la moneda de la mayor economía mundial y la verdadera locomotora del desarrollo económico. El marco alemán porque era la moneda que regía la política monetaria de la comunidad europea y sometía sus oscilaciones a una disciplina muy estricta denominada SME (Sistema Monetario Europeo) u "serpiente monetaria" que dio lugar originariamente al ECU y luego al Euro.
El yen, porque Japón es la segunda potencia económica y tecnológica del mundo y con su moneda se realizan las transacciones comerciales en el área de prosperidad del Pacífico: el Lejano Oriente y Sudeste Asiático.
El franco suizo porque es la moneda más segura del mundo que desde su creación en 1849 nunca fue devaluada, es utilizado por la Unión Postal Universal y en contratos internacionales de joyería, relojería y seguros aeronáuticos, pertenece al único país desarrollado independiente de los bloques políticos, económicos o financieros y que se ha mantenido neutral en todos los conflictos armados.

Distintas variantes
Ahora, después de 22 años, el ministro Cavallo resucita la idea de una canasta de monedas. Cabe advertir que la técnica monetaria a emplearse debe adoptar cuatro tipos distintos: la canasta uniforme, la canasta ajustable, la canasta asimétrica y la canasta de paridad flotante. En la canasta uniforme, la cantidad de monedas que la integran es siempre fija e invariable, es decir que si se decide formarla con el dólar 45%, el euro 35% y el yen 20%, no se podrá modificar la cantidad de estas monedas.
En la canasta ajustable, por el contrario, las monedas que intervienen varían en proporción inversa a sus paridades, es decir que si una de las cuatro monedas -por ejemplo el euro- se devaluará en relación con el dólar, su participación en la canasta debería incrementarse en idéntica proporción a su pérdida de valor y viceversa. En la canasta asimétrica cuando una moneda -por ejemplo el yen- aumenta su valor respecto del dólar, tendrá mayor importancia en el conjunto de monedas que integran la canasta. Por último, en la canasta de paridad flotante la relación entre las cuatro monedas con la moneda argentina no responde a un tipo de cambio fijo determinado por ley sino que varía según la oferta y demanda monetaria del mercado cambiario.

Declinación monetaria
Si Argentina hubiese tenido una moneda convertible apoyada en una canasta de monedas como se había propuesto en 1979 nos habríamos evitado las sucesivas devaluaciones que se hicieron en el gobierno de Onganía, cuando el peso moneda nacional perdió dos ceros; en el gobierno de la Junta Militar, cuando el peso-ley perdió cuatro ceros; en el gobierno del Alfonsín cuando el peso argentino perdió tres ceros; y en el gobierno de Menem cuando el austral volvió a perder cuatro ceros. En los 22 años que van desde enero de 1970 a 1992, los gobiernos militares autoritarios y los gobiernos civiles democráticos quitaron 13 ceros al valor de la moneda argentina y cada cero equivale a devaluar el 1.000%. Por eso hemos llegado a la situación de postración en que nos encontramos.
Utilizando los superpoderes, Cavallo podría eurizar la convertibilidad estableciendo una canasta de monedas y manteniendo la paridad uno a uno con el dólar. Para el caso que adopte una canasta uniforme tendría que establecer esta nueva relación: un peso es igual a 0,45 dólar, más 0,40 euro, más 24,5 yenes. Si usted suma el valor de estas monedas al tipo de cambio en dólares de cada una de ellas alcanzará la cifra de 1 dólar que es el valor legal de la convertibilidad al día de hoy. Pero a partir de allí, las bajas de cotización que puedan sufrir el dólar, el euro o el yen entre sí, generarían una moderada caída en el valor del peso. Esto puede ser favorable para la inserción de Argentina en la economía mundial globalizada, pero sin duda alguna es un tema muy serio que merece ser bien analizado.


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