Año 49.074
 Nº CXXXIV
Rosario,
domingo  01 de
abril de 2001
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El aumento del boleto del transporte urbano de pasajeros
¿Existe una maquinación para que Binner fracase?

Carlos Duclós

Las sociedades pujantes lo son, entre otras cosas, por el escaso nivel de insensatez que distingue a sus dirigentes y por la devoción que tienen hacia el sentido de equidad, algo que en este país no es fácil encontrar y menos aún en los cuerpos colegiados. El descrédito que pesa sobre las asambleas legislativas, del tipo que ellas sean, incluidos los concejos municipales, no llega solo, viene de la mano de una fuerte dosis de esa imprudencia política que ofende al ciudadano y lo desprotege en cierta medida. Si se efectuara una encuesta, por ejemplo, de lo que piensa el vecino de Rosario sobre sus concejales los resultados serían lapidarios. Resultados injustos, naturalmente, porque en el precioso y señorial edificio de Primero de Mayo y Córdoba hay ediles que prestigian a la institución. Sin embargo, algunos han equivocado el camino, pues de otra forma no se entiende cómo la comunidad los condena. El pueblo suele equivocarse, es cierto, pero no siempre y metódicamente.
Tal vez ocurra que algunos ediles de esta modernidad política no han comprendido aún el rol que debe desempeñar un directo representante del pueblo, que en el caso que nos ocupa sería, además de estudiar y sancionar ordenanzas, generar proyectos a partir de la interpretación de la necesidad social. ¡Claro! Para esto hay que conocer la realidad rosarina, de sus barrios, de su gente y la única forma de que ello suceda es, como dicen los muchachos del tablón: pateando la calle. La otra alternativa, pero de resultados mucho más modestos, es atender en el despacho. ¿Será por esta falta de rondas de visita a la ciudad y sus vecinos que éstos desconocen quienes son sus concejales?

La crisis del transporte
Y esto viene a cuento porque Rosario está padeciendo una situación crítica que afecta a muchos ciudadanos a los que el Concejo, o buena parte de ese cuerpo, no está defendiendo: se trata del servicio de transporte urbano de pasajeros. En efecto, la prestación no es de lo mejor y lo será aún menos en un futuro inmediato si el Concejo, con esa sensatez y justicia que reclama la sociedad, no sanciona, en el marco de las facultades que les son propias, un precio del boleto acorde con la realidad y deja de lado la burda cuestión política de una vez por todas y que históricamente ha pesado al tratar esta cuestión. ¿Acaso la defensa de los intereses de los vecinos de Rosario pasa por impedir un aumento de diez centavos más en el precio del pasaje? ¿Alguien está convencido en verdad de esto? Desde luego que no, y este obstinación político de la oposición y una parte de la Alianza en no permitir el incremento que el Departamento Ejecutivo viene reclamando, no sólo que nada tiene que ver con la defensa del bolsillo de los rosarinos sino que los perjudica, como se verá.
No puede dejar de apreciarse, antes, que el principal destinatario del perjuicio político es el propio intendente Binner sobre quien recaen las críticas de los pasajeros a la hora de hacer uso del servicio, aunque nada tenga que ver en la cuestión. En este marco, están los firmemente convencidos de que existe un grupo de concejales que se niega a acordar un aumento en el boleto para el sólo propósito de que el servicio del transporte se caiga, se desmorone también la licitación a la que llamó Binner para mejorar el transporte y la gran mole arrastre de paso al titular del Departamento Ejecutivo hacia el abismo político. ¿Jugar a la política tan arteramente y condenar de tal forma al usuario es posible? Una reflexión meditada advierte que no. Al menos eso sería lo menos querido por una sociedad famélica de virtudes políticas.

Una realidad incontrastable
Dejando de lado estas presunciones, la realidad de las empresas del transporte urbano es que el conjunto de ellas que hoy prestan el servicio en la ciudad de Rosario está perdiendo entre un millón y un millón trescientos mil pesos al mes, en razón de que el precio del boleto está, desde hace ocho meses, por debajo del nivel que fija la ecuación histórica utilizada para establecer el costo. Es más, en el lapso que se demoró en aumentar el boleto de cincuenta a sesenta centavos las empresas se desfinanciaron en no menos de veinticinco millones de pesos. ¿A qué debieron acudir los empresarios? A la reducción de la renovación y mantenimiento de las unidades, con lo que el vecino viaja hacinado en vehículos poco menos que ruinosos para la era moderna, inseguros y poco fiables. Pero como alargar en el tiempo el cambio de neumáticos, afinamiento de motores y cambio de filtros y aceites no solucionó el desfasaje económico, los transportistas debieron echar mano a otra herramienta que fue en detrimento también del vecino: redujeron las frecuencias, con lo que se suceden las mayores esperas y hay mucho más hacinamiento en los viajes. Sin contar, desde luego, que muchas unidades adquiridas debieron ser devueltas. Como la situación es crítica y esto aun no alcanzó para equilibrar las cuentas, desde hace meses las empresas no pagan a la Municipalidad la tasa pertinente. Pero las finanzas siguen en rojo y entonces el panorama es desalentador para todos, vecinos y empresarios. ¿Cuál será el próximo paso? ¿Despido de choferes? ¿Cesación de servicios? \
Inversión de alto riesgo
La pregunta que surge, espontánea, es: ¿Alguien invierte cientos de miles de pesos en un negocio para no tener rédito? La respuesta razonable es no. Y como los empresarios de otros países desarrollados son eso: empresarios, con todo lo que ello significa, cuando advirtieron la realidad de Rosario y se enteraron de que el precio del boleto lo fijaba el Concejo por obra y gracia de una vetusta ley de principios de siglo le dieron la espalda a la nueva licitación y se fueron ¡Para qué complicarse la vida! Una conclusión razonable. Pero no en todas las ciudades argentinas se vive la historia rosarina, porque en Córdoba, por ejemplo, el precio del boleto es de ochenta centavos y algo más en Santa Fe. Rosario es la ciudad que ostenta el precio más bajo del país y también, desde luego, un servicio que cada vez se deteriora más.
Binner quiere implementar un nuevo sistema de transporte, mejorarlo, y para ello llamó a una nueva licitación. El sueño del intendente, dicen, es que con un tarjeta magnética y a un precio de entre setenta y setenta y cinco centavos la gente viaje durante una hora y pueda realizar todos aquellos trasbordos que le sean necesarios para trasladarse de un punto a otro de la ciudad. Una idea fantástica, pero utópica; porque si los concejales no son capaces de resolver el problema de este sistema obsoleto ¡Cómo podrán emprender nuevos caminos! \

Soluciones de compromiso
Como solución alternativa a no aumentar el boleto un grupo de concejales propone: abolir la tasa de fiscalización que deben pagar los empresarios que, como se expresó, de hecho no pagan o pagan mal o bien que "todos los contribuyentes", incluso aquellas decenas de miles que no hacen uso del servicio (lo que se supone injusto) subsidien a las empresas de transporte. La idea, por sí misma, hace innecesaria cualquier opinión. En un mundo en donde las políticas de subsidio estatal han fracasado y en donde el perfil es el libre juego de la oferta y la demanda la iniciativa tiene que ver más con la década del riel y del tranway; pero los tiempos han cambiado. El precio del boleto no puede estar sujeto sino a razonables métodos de fijación de costos, hoy existentes, compatibilizados con la realidad de empresarios y usuarios. Lo demás, queda para el discurso de los adictos a las luces, las cámaras y el marketing político en vísperas de contiendas electorales.
Almar decía que "A menos que una cosa pueda simbolizar otra, la ciencia y la vida cotidiana serán imposibles". ¿Qué otra cosa podría simbolizar esta actitud de algunos concejales? Bueno, queda en algún lugar de la pluma ese pensamiento, como un regüeldo amargo, el de no aprobar un incremento de diez centavos en el precio del pasaje con el sólo propósito de que el nuevo proyecto de Binner para el transporte urbano de Rosario fracase. Sin embargo, y nuevamente, debe enfatizarse en que seguramente no es así, como tampoco lo es que establecer el precio del boleto, fenomenal responsabilidad a cargo de los concejales, gire siempre en torno de un insensato mamarracho político ¿Alguien acaso podría pensar eso?


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